Beethoven
Publicado en el número 337 de la versión en papel. Marzo de 2020
Ni siquiera se había inventado todavía el DVD, pero, en Religión, ya escuchábamos religiosamente, como corresponde, con la ayuda del VHS, el “Sanctus” de la Missa solemnis de Beethoven, dirigido por Leonard Bernstein. Al principio, lo que les causaba verdadera impresión era la profunda religiosa concentración del director antes de dejar caer su batuta. Era el ritual ya esperado, a finales de octubre, para explicar la Festividad de Todos los Santos. Abría la trompeta de Armstrong, con su personal versión del When the saints go marching in; nos revolucionaba la clase, pero la llenaba de una alegría contagiosa. Venía luego el final de la película Fantasía de Disney, que ponía ante nuestros ojos la genial visión literaria de Juan, en su Apocalipsis. El majestuoso desfile de los que vienen de la gran tribulación y han blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero cobra plasticidad admirable en la obra de Disney, con la ayuda hermanada de dos músicos tan distintos como Músorgski y Schubert. El “Sanctus” de Beethoven nos dejaba muy claro que la fuente de toda santidad es el tres veces santo.
Lo traigo a cuento por el 250 aniversario del nacimiento de Beethoven (1770-1827). Este nueve de marzo, se celebraría el 200 aniversario de su Missa solemnis, pero no la terminó a tiempo. Se estrenó en 1824, el mismo día que su Novena sinfonía. A sus cuarenta y ocho años, una sordera prácticamente total y una soledad desgarradora lo empujan a abismarse en las profundidades de su propio ser. El Job que anida en todo verdadero creyente halla en la música cauce para expresar sus luchas más profundas,que ponen el sello de madurez en su obra. W. Furtwrängler, uno de los más notables directores y compositores del siglo xx, retiró la Missa solemnis de su repertorio, incapaz de hacer justicia, según él, al mensaje y grandeza de la mejor obra de Beethoven.