Entrevista a Félix García Moriyón
“La educación formal, intrínsecamente, es una tarea de educación moral”
Félix García Moriyón, tras su trayectoria como profesor en instituto y dedicación a la filosofía, nos presenta en La educación moral, una obra de arte pinceladas sobre la dimensión moral de la educación. A partir de su reflexión, se nos invita a un nuevo modo de entender la educación ética y da pistas para un planteamiento en el que el ser humano sea el centro.
Al leer tu libro, lo primero que me ha venido a la cabeza es que más que un libro cerrado se encuentra inacabado y en manos de cada uno seguir con cada uno de los capítulos… ¿libro magistral o herramienta para pensar la educación?
Sí, es un libro “cerrado”, es decir, dejas de escribir en un momento, pero no es un punto y final, sino un alto en el camino, que recoge escritos anteriores y podrá ser ampliado en el futuro. Por otra parte, como toda obra de arte, un libro se “acaba” cuando alguien lo lee y lo hace suyo, lo recrea y le da un aire nuevo. Cada persona que lo lee le da una interpretación que es personal y única.
Se perfila la educación como una tarea intrínsecamente moral. ¿Es lo mismo que educar la moralidad? ¿Contrapuestos o complementarios?
La educación formal, intrínsecamente, es una tarea de educación moral, y así se dice en todas las leyes desde la primera, la constitución
de 1812. Por tanto, es una educación de la dimensión moral: el objetivo es que al terminar hayan desarrollado las competencias, las actitudes y los hábitos que caracterizan a las buenas personas. En este ámbito se cumple bien lo que decía Freire: nadie educa a nadie, los seres humanos se educan en comunidad, No solo el alumnado tiene que crecer moralmente, también el profesorado, si bien se supone que este debe ser un ejemplo moral.
Hablas del papel del profesorado como agente moral y la paradójica ausencia de formación ética durante el proceso formativo. ¿Cómo lo plantearías sin reducirlo a una asignatura más con unos contenidos concretos?
Es un fallo grave del sistema no impartir la educación moral en las facultades de formación del profesorado. En una situación ideal, en todo el proceso educativo desde los seis años hasta el final de la educación superior, es necesario ese espacio y tiempo específicos. Y hace falta un profesorado familiarizado con las competencias y contenidos propios de esa materia, preparado para ejercer su tarea como educador, y debe seguir mejorando su formación moral y también su conducta moral.
Ser profesor implica una gran responsabilidad. El ser profesor de la asignatura de Ética, Religión o bien la tutoría exige una implicación especial, ¿no crees?
Efectivamente. Ahora bien, todo trabajo o profesión tiene una dimensión moral fuerte, y por eso hay tantas deontologías profesionales. Pero en el caso del profesorado se acentúa esa responsabilidad: trabajamos con personas que merecen ser tratadas con respeto y cuidado y, además, son menores de edad y especialmente vulnerables. La relación profesorado-alumnado es asimétrica, y eso requiere un cuidado mayor del profesorado para tratar bien al alumnado y no abusar de su poder implícito. El profesorado debe lograr que su autoridad y magisterio sea reconocido y respetado, pero eso se gana con cariño y paciencia, no se impone, mucho menos con castigos.
Ahora que haces referencia a la autoridad: a veces parece que ponemos bajo sospecha al hablar de ciudadanía en algunos ámbitos. ¿Cuál es la contribución de la clase de Religión en la construcción del proyecto democrático?
Esta pregunta es algo complicada. Me centro en la asignatura de Religión tal como se imparte en España. En la educación formal obligatoria, es legalmente prescriptivo y también éticamente necesario conseguir que el alumnado desarrolle competencias, afectos y hábitos propios de sociedades democráticas, y eso incluye un conjunto de valores, básicamente los que están en las declaraciones de los derechos humanos. La Iglesia católica tardó mucho tiempo en reconocer ciertos valores democráticos, pero hoy día los suscribe totalmente; la moral católica defiende la igualdad y la libertad de todos los seres humanos, dos pilares básicos de las democracia. Además, la doctrina social de la Iglesia defiende los valores de la solidaridad y la atención preferente a las personas más débiles. En cierto sentido, la democracia tiene profundas raíces cristianas. En estos momentos, hay temas conflictivos como los relacionados con el género, la homosexualidad, el aborto o la eutanasia. Tanto en Religión como en las alternativas, no se trata de adoctrinar en las propias convicciones, sino, partiendo de ellas, ser muy respetuosos con quienes piensan lo contrario, provocando una reflexión rigurosa.
Educación como obra de arte… huele a recuperar la tarea humanista de la educación frente a una concepción muy técnica. ¿Urge esta recuperación?
No te falla el olfato, aunque a mí no me gusta mucho el término “humanista”, sobre todo porque parece que se hace una distinción entre las disciplinas humanistas y las técnicas, científicas o instrumentales. Lo que yo pretendo es que todas las disciplinas, todo el centro educativo y, en definitiva, todo el sistema educativo tengan ese toque humanista, en el sentido de una visión integral del ser humano enfocada a la formación de que tiene en cuenta como eje vertebrador de todo lo que se hace que estamos formando personas cabales (lo que nos incluye a nosotros mismos), para contribuir así a una sociedad y un mundo también cabales, entendiendo “cabal” referido a la excelencia, la perfección y la completitud.
Una sociedad y un mundo cabales… Planteamiento, parece, en conflicto con el devenir de la humanidad a raíz de recientes eventos. ¿Reflexión vinculada al objetivo central de todo proceso educativo: “bondad y belleza”? ¿Adquiere ahora una mayor significación?
Situaciones tan complejas como las actuales pueden hacer que aflore el lado peor (más malo) y más feo de los seres humanos, quienes, ante el riesgo y el miedo que conlleva, podemos buscar soluciones individuales, bajo el lema “sálvese” el que pueda. Pero también puede provocar las respuestas más admirables y solidarias. Por eso mismo es necesario, urgente e imprescindible que demos la talla, que sepamos estar a la altura de las circunstancias y que, entre todos, alumnado, profesorado y familias, crezca y se consolide el lado bueno, que seamos personas a carta cabal. Es una tarea que exige coraje, vencer el miedo y arriesgar con cierta audacia.
Una palabra para el profesorado.
En estos momentos ya prolongados de incertidumbre y dificultades, la educación es todavía más necesaria y esencial, si cabe. Es una tarea exigente, pero también enriquecedora a nivel personal. El libro recoge gran parte de lo que he hecho en mis clases. Es una invitación a ponerlo en práctica. Reflexionar sobre lo que ya hacemos e intentar mejorarlo aquí y ahora. Tarea difícil cuyo inicio solo depende de una decisión personal.