Espacio europeo de educación
Como otras cuestiones en la Unión Europea, la convergencia de sus políticas educativas avanza con lentitud. Sin embargo, tenemos una decisión que propone la creación del espacio europeo de educación para 2025.
Desde los orígenes de la Unión Europea, con la unión del carbón y del acero planteada como Comunidad Europea del Carbón y del Acero por Robert Schuman (1951), enseguida denominada Comunidad Económica Europea (1957), este proceso de integración avanza lentamente, sobre todo en algunos asuntos como el de la educación. Recordemos algunos antecedentes referidos a la educación: escuelas europeas creadas (1957); primer programa de acción en materia educativa (1976); red Eurydice (1980); programa Erasmus (1987) y, poco después, Comenius, Leonardo da Vinci o Jean Monnet; Declaración de La Sorbona (1998); proceso de Bolonia (1999); y la creación del espacio europeo de educación superior a partir de 2010.
En lo que nos afecta más directamente, fue la denominada Estrategia de Lisboa (2000) la que otorgó protagonismo a la educación al considerarla esencial para que la Unión Europea, fuera “la economía más competitiva del mundo”. Es inevitable subrayar esta motivación económica, pero también que a partir de entonces se dieron pasos decisivos para una convergencia de políticas educativas supranacionales en la Unión Europea. Un exponente fue la definición de las competencias clave en 2006 (a partir de su precedente, el proyecto DeSeCo), que se han actualizado en 2018 con un enfoque más humanista.
Ha sido entre noviembre de 2017 y septiembre de 2020 cuando la Comisión Europea ha publicado tres comunicaciones que parecen decisivas para la creación, antes de 2025, del espacio europeo de educación. El Diario oficial de la Unión Europea publicó el veintiséis de febrero de 2021 la Resolución de su Consejo sobre el marco estratégico para esta cooperación de educación y formación en los países europeos.
En la primera comunicación se consideraba la creación de este espacio europeo de educación “tanto un motor de crecimiento económico y cohesión social como un medio para fomentar el sentimiento de pertenencia europea”. En la segunda, de 2018, bajo el principio de subsidiariedad, se fijaron iniciativas valoradas como emblemáticas, entre ellas: reconocimiento mutuo de títulos y períodos de aprendizaje, mejora en los aprendizajes de idiomas, la Tarjeta Europea de Estudiante. En la tercera y más reciente comunicación, septiembre de 2020, se establecieron seis dimensiones clave en el espacio europeo de educación: calidad de la educación; inclusión e igualdad de género; transición ecológica y digital; valor de los docentes; educación superior; y dimensión geopolítica de la educación europea.
Carencia de un enfoque humanista
Llama la atención en los estudios institucionales sobre este espacio europeo de educación cómo, en sus “perspectivas históricas”, antes de llegar a la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, se proponga hitos de nuestra historia, por ejemplo, Renacimiento y Erasmo, Ilustración y Rousseau; luego se mencionan los objetivos de desarrollo sostenible y hasta los efectos de la COVID-19. Pero se echa de menos un enfoque humanista, que no aparece explicitado, tampoco una mínima referencia a la tradición judeocristiana o al factor religioso e intercultural.
En lo referido a las finalidades de la educación, en estas primeras declaraciones de la Unión Europea, vuelve a ser predominante una visión economicista. Así lo hizo ya la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos en las dos primeras décadas de su programa PISA; pero la propia organización ensanchó esta mirada antropológica a la educación con su propuesta de la competencia global en 2018. La propia Unión Europea había ampliado la visión humanista en su actualización de las competencias clave en 2018: pero esa humanización de los fines educativos no aparece todavía en los primeros pasos de este espacio europeo de educación.
En alguna medida, recuerda debates que acontecieron a propósito de la constitución europea, en aquel entonces no se aceptaron elementos esenciales de identidad y pertenencia. Aquel proyecto no llegó a buen término. ¿Pasará lo mismo con el espacio europeo de educación?
Pero esa humanización de los fines educativos
no aparece todavía en los primeros pasos de este espacio