Ver y escuchar en la ERE
El Vaticano II afirmaba que “el pueblo de Dios, movido por la fe [...], procura discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos [...] los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios” (Gaudium et spes 11).
Desde siempre, la Iglesia ha buscado desplegar esta capacidad de discernimiento. En el siglo xx, la sistematizó dándole forma a un método teológico-pastoral que recibió el nombre de “método ver, juzgar, actuar”, que se desarrolló como una herramienta para interpretar la realidad y proyectar la acción eclesial. En América Latina, tuvo un lugar destacado como metodología seguida en casi todas las conferencias generales del Consejo Episcopal Latinoamericano, desde Medellín hasta Aparecida. En nuestros días, puede apreciarse la presencia de este método en el magisterio del papa Francisco, así como en sus iniciativas pastorales.
Si bien habitualmente los tres componentes del método son planteados como pasos, sabemos que cada uno de estos momentos interactúan y se condicionan mutuamente. Pero hecha esta salvedad, me gustaría detenerme en el primero de los elementos: ver. Estamos hablando del modo que tenemos de percibir la realidad, que sabemos que está condicionado por la propia subjetividad. Francisco se refirió a esto afirmando que “la tentación estaría en optar por un «ver» totalmente aséptico, un «ver» neutro, lo cual es inviable. Siempre el ver está afectado por la mirada. No existe una hermenéutica aséptica. La pregunta era, entonces: ¿con qué mirada vamos a ver la realidad?” (“Discurso a los obispos responsables del Consejo Episcopal Latinoamericano”, julio de 2013). Desarrollar esta capacidad de ver y, me atrevo a agregar, de escuchar la realidad, que para un cristiano no puede ser de otro modo que desde una mirada creyente, se convierte en una necesidad para estos tiempos que vivimos, en lo que todo parece haberse vuelto más oscuro.
La enseñanza religiosa escolar también está llamada a asumir el compromiso de ver y escuchar. Lo pienso en tres sentidos: enseñando a ver y a escuchar, viendo y escuchando para educar y mirándose y escuchándose para aprender. El primero, enseñar a ver y a escuchar, está relacionado obviamente con su naturaleza educativa y con el área del conocimiento que aborda. Enseñar religión en la escuela es, entre otras cosas, dar herramientas para hacer una lectura creyente de la realidad, valorar cómo la miran los otros para favorecer el diálogo intercultural y escuchar los gritos de las personas y de la creación que nos interpelan. El segundo de los sentidos hace referencia a la necesaria actitud de cualquier educador para poder enseñar: ver y escuchar la realidad que se hace presente en primer lugar en cada uno de los alumnos, así como también en la comunidad educativa y en todas las circunstancias que la rodean. Sin esta disposición, puede que difícilmente se produzca un verdadero encuentro educativo y que lo que obtengamos sea solamente una instrucción religiosa desconectada de la vida.
Profundizar en una identidad
Por último, la enseñanza religiosa escolar también necesita mirarse y escucharse para aprender, es decir, necesita conocerse mejor. Profundizar sobre su identidad es fundamental para seguir siendo significativa, y para eso hace falta dedicar tiempo y esfuerzos. Si bien son varias las iniciativas que en estos años han surgido en esa dirección que nos permiten conocer mejor el modo en que se lleva adelante la enseñanza de la religión en la escuela y cómo es valorada por los diferentes actores, todavía queda mucho camino por recorrer. Si pienso por ejemplo en mi país, hace muchos años que a nivel eclesial no se encara ningún tipo de estudio y/o revisión de la propuesta de enseñanza religiosa escolar. Y, en el conjunto de América Latina, se puede encontrar cierto desarrollo al respecto en unos pocos países, especialmente en aquellos en los que la enseñanza religiosa escolar forma parte del currículo oficial.
En los momentos como los que estamos atravesando, en los que somos interpelados por la realidad que nos golpea a partir de la crisis desatada por pandemia, se hace necesario más que nunca poder descubrir la presencia de Dios en medio nuestro. Y para eso es ineludible desarrollar la capacidad de poder ver y escuchar lo que a través de esta realidad nos dice el Señor.