Peregrinos del diálogo interreligioso
Publicado en la revista en papel. Nº 339. Abril de 2020
Las personas que nos llamamos “creyentes religiosos” no podemos serlo sin contar con otras religiones. La persona, hoy, debe ser religiosa de un modo interreligioso. Tenemos la necesidad de dialogar con nuestros vecinos. No porque seamos buenos vecinos y tengamos unos altos valores cívicos, sino porque la creencia religiosa nos adentra en el misterio de la persona que tenemos delante, en su sentido más íntimo de la vida y en su forma de entender el mundo y de situarse ante los demás. Esto quiere decir que reconocer otras maneras de ser religioso y conocer sus peculiaridades nos hace autodefinirnos con más claridad y hacernos las preguntas adecuadas sin cometer errores.
La mejor forma de hacer este peregrinaje interreligioso es consolidar una educación religiosa interreligiosa (valga la redundancia), que tenga en el centro la ciencia fenomenológica, es decir, que estudie el fenómeno religioso como una experiencia propia de la persona a la que su humanidad nunca renuncia. La educación en el fenómeno religioso reconoce que existen otras maneras válidas de ser religioso, traza alianzas y consensos entre intuiciones y experiencias fundamentales religiosas y favorece el aprender unos de otros, a cuestionarse recíprocamente y a cooperar mutuamente.
Frecuentemente, Hans Küng repite en sus escritos: “No habrá paz entre las naciones sin que haya paz entre las religiones. Y no habrá paz entre las religiones sin un mayor diálogo entre religiones”. Me gustaría continuar este texto diciendo: no habrá diálogo entre religiones si no se enseña el hecho religioso en la escuela. Si no se enseña el hecho religioso en la escuela, no podremos disfrutar de la diversidad de la experiencia religiosa dentro y fuera de nuestras culturas y comunidades creyentes. Si no disfrutamos de esa diversidad, como cristianos nunca podremos ser hermanos del diferente.