Problemas, liderazgo y creatividad
Los problemas pueden afrontarse como resistencias, pero también como ocasión para desarrollar capacidades. Y, si el liderazgo es inclusivo y delega, pueden liberarse porciones de genio, talento y creatividad.
Los problemas son inherentes a toda organización humana. En el decurso de la actividad laboral, todo profesional se confronta a situaciones no deseadas, ni siquiera imaginadas, que requieren del concurso de la inteligencia cooperativa, de la memoria y de la imaginación para poder sobrellevarlas.
El líder es capaz, en primer lugar, de identificar los problemas, de desmenuzarlos y de jerarquizarlos por orden de relevancia. Para eso, es clave elaborar un mapa de los problemas y un cronograma de los mismos, pues existen problemas que pueden esperar, pero otros requieren de una intervención urgente para evitar males mayo- res. Discernir su urgencia, su prioridad temporal, es fundamental en el arte del buen liderazgo.
Si por problema se entiende una situación compleja que requiere de soluciones inteligentes, la vida de toda organización está colonizada por problemas que tienen dimensiones y honduras muy distintas. No hay organización humana sin problemas. Los problemas pueden afrontarse como resistencias, pero también pueden contemplarse como una ocasión para desarrollar todas las capacidades intelectivas, tanto en el plano individual como en el plano comunitario.
Los problemas son pretextos idóneos para activar la autonomía de las personas, para alentarlas a buscar soluciones y a compartir sus propuestas. Exigen, de nuestra parte, atención, apertura, concentración, imaginación, y todo ello es un pretexto para crecer, no solo profesionalmente, también emocional y mental- mente. El líder no es, en ningún caso, una varita mágica cuya razón de existir radica en la resolución de problemas propios y ajenos. Debe ser honesto para abordar sus propios problemas, pero también tiene que ser capaz de confiar en sus colaboradores para que aborden los problemas que emergen en sus actividades.
Delegar responsabilidades no significa inhibirse, desaparecer del escenario o sucumbir a la indiferencia. Significa dar valor al criterio del colaborador, contar con él, confiar con su experiencia y su buen hacer. Cuando uno se enfrenta a un problema, se siente llamado a crecer, a sacar lo mejor de sí, a indagar soluciones viables, reales y aplicables.
Cuando existen problemas, el líder no se escabulle. Se enfrenta a ellos tratando de buscar la mejor solución en cada caso. No teme la existencia de problemas, tampoco compartirlos con sus colaboradores. Entiende que lo peor es justamente lo opuesto: ocultarlos o simular que no existen. La novedad no es el problema, sino la ausencia de problemas. Está habituado a enfrentarse a contextos nuevos y mutantes que exigen de él ductilidad, adaptación y fortaleza moral.
Para la resolución de problemas, son indispensables las capacidades creativas. Para ello, es imprescindible crear un contexto que genera un compromiso de ideas a través del discurso y del debate. Es necesario que las personas que integran la organización aprendan a inquirir, escuchar y defender ideas. Un buen líder entiende que raramente se obtiene la solución del problema sin diversidad y sin conflicto y, por ello, intenta asegurarse de que la voz de las minorías se escuche.
Los problemas son pretextos idóneos para
activar la autonomía de las personas
Liberar la creatividad
La última habilidad es la resolución creativa, que se refiere a la actuación en la toma de decisiones. Las organizaciones inteligentes practican un proceso de toma decisiones integrativa. Las personas no se van a comprometer con seguir adelante ni tampoco dejarán que un grupo domine. No permitirán que los líderes se impongan, ni tampoco los expertos. En vez de esto, plantean unos derechos de toma de decisiones muy claros, con una forma más paciente e inclusiva, donde sea factible la combinación de ideas contrapuestas, lo cual permite llegar a soluciones innovadoras. El fin último del líder es liberar esas porciones de genio, talento y pasión que hay en la propia organización, para luego hacer que caminen en la misma dirección.