Renovando la pasión por educar en la Iglesia (1)
El congreso “La Iglesia en la educación”, que ha comenzado su andadura con los paneles de experiencia y participación celebrados en octubre, se enmarca en un contexto eclesial más amplio de revitalización de la educación católica. Creemos que ahondar en esta realidad de renovación nos responsabilizará en mayor medida de lo que está en juego: un nuevo impulso de la presencia y compromiso de la Iglesia en la educación. En este artículo, proponemos algunos indicadores de este nuevo tiempo a nivel global, que deseamos que sean inspiradores de ese nuevo impulso al compromiso de la Iglesia en la educación como expresión de identidad y contribución al bien común. En el siguiente, centraremos la atención en nuestro contexto español y el lugar que ocupa el congreso “La Iglesia en la educación”.
Benedicto XVI y la emergencia educativa
El primero de los indicadores de este nuevo impulso a la misión educativa de la Iglesia lo percibimos en la atención que Benedicto XVI prestó a este tema, expresada en su conocida “emergencia educativa”. Creemos que podemos situar ahí la primera palanca en la que se apoya este nuevo tiempo de renovación. Aunque la expresión la utilizó el once de junio de 2007 por primera vez, mostrando su preocupación por la creciente dificultad en la transmisión de valores, fueron varias las ocasiones en las que insistió en su análisis. En aquel primer discurso a la diócesis de Roma, constataba que “la educación parece cada vez más ardua y precaria. Por eso, se habla de una gran emergencia educativa y de la creciente dificultad que se encuentra hoy para transmitir a las nuevas generaciones los valores fundamentales de la existencia”. Denunciaba que, por lo general, la educación tiende a reducirse a la transmisión de conocimientos útiles y capacidades prácticas, lo que descuida otras necesidades emocionales y éticas de la vida. Por ello era necesario cuidar en la educación cristiana una propuesta humanizadora que asegure la transmisión de valores y creencias.
De esta preocupación destacamos aquí su atención a la enseñanza de la religión en la escuela, como explicó en su discurso a los profesores de Religión el veinticinco de abril de 2009, calificándola como inseparable de la formación humana. En aquel discurso, reconocía que la enseñanza de la religión aporta a la escuela y la sociedad verdaderos laboratorios de cultura y de humanidad, en los cuales, descifrando la aportación significativa del cristianismo, se capacita a la persona para descubrir el bien común y para crecer en libertad y responsabilidad. De este contexto, subrayamos dos expresiones que podrían indicar un horizonte de futuro y de inspiración para los nuevos caminos educativos que estamos llamados a alumbrar. El primero de ellos hace referencia a la necesidad de fortalecer los valores y la ética en los procesos educativos, subrayando su orientación al bien común; el segundo se refiere a incluir la necesaria atención a la dimensión religiosa en la educación, que es inseparable de la formación humana. Con motivo de su muerte, tuvimos la oportunidad de explicar en estas páginas por qué en la expresión “emergencia educativa” se concentraba el pensamiento de Benedicto XVI sobre la educación. En otras páginas explicábamos también sus aportaciones como profesor y pensador de la cultura actual, porque aquel Papa siempre quiso ser profesor y nunca dejó de serlo; de hecho, a pesar de sus responsabilidades eclesiales, nunca abandonó su vocación de profesor como lo evidencia la publicación de su testamento académico.
Concilio Vaticano II y la Gravissimum educationis
El segundo de los indicadores de este nuevo tiempo de la educación en la Iglesia lo situamos en la conmemoración del cincuenta aniversario del Concilio Vaticano II, en concreto del documento Gravissimum educationis. Con este motivo se celebró en Roma un congreso mundial en el que estuvieron representadas todas las realidades de la educación católica. El lema de aquel encuentro, “Educar hoy y mañana, una pasión que se renueva”, es suficientemente expresivo y justifica que lo calificamos aquí como evidencia de un nuevo impulso al compromiso de la Iglesia en la educación.
La primera iniciativa sobre el congreso fue del papa Benedicto XVI; posteriormente, la idea fue acogida en la asamblea plenaria de la Congregación para la Educación Católica en 2011. A partir de ese momento, se puso en marcha un amplio proceso de reflexión, en el que participaron activamente las organizaciones mundiales de superiores de la vida religiosa, que culminó en la publicación de un instrumentum laboris en 2014, con ese mismo título de “Educar hoy y mañana, una pasión que se renueva”. El congreso mundial de la educación católica finalmente se celebró en noviembre de 2015. Aquel evento tuvo sus conclusiones y supuso la evolución hacia el actual Dicasterio para Educación y la Cultura. Quienes tuvimos el privilegio de vivir aquel encuentro recordamos con nitidez la insistente llamada de Francisco en la sesión de clausura, en el aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano, a lo más esencial de la educación católica: la humanización. Recuerdo claramente cómo en el viaje de regreso desde Roma, después de participar en aquella última sesión, contamos las numerosas ocasiones en las que el papa Francisco se había referido a la educación católica como humanización. Sin duda, ninguna otra expresión se repitió tanto como la humanización para definir el contenido de la educación católica. De esta realidad que calificamos como segunda evidencia de este tiempo de renovación eclesial de la pasión por educar, es inevitable destacar una expresión que resume las dos citadas a propósito del primer indicador: la humanización. Sin duda, aquel subrayado del congreso mundial de la educación católica constituye una prioridad para la renovación de la misión educativa de la Iglesia que está en marcha. Estamos llamados, por tanto, a contribuir al primero de los fines de la educación: generar humanidad entre todos y para todos.
Francisco y el pacto educativo global
El tercer indicador que confirma definitivamente que la Iglesia ha entrado en un tiempo de renovación de su misión educativa es la iniciativa del papa Francisco del pacto educativo global. La primera propuesta se formuló el doce de septiembre de 2019, en un mensaje en el que Francisco invitaba a “reactivar el compromiso por las generaciones más jóvenes, renovando la pasión por una educación más humanista”. En aquel momento, el Papa decía: “Os invito a promover juntos y a impulsar las propuestas que dan sentido a la historia y la transforman de modo positivo. Invito a cada uno a cultivar juntos el sueño de un humanismo solidario, que responda a las esperanzas del ser humano y al sueño de Dios”. El quince de octubre de 2020, en plena crisis sanitaria, Francisco renovó su propuesta de pacto educativo global con una llamada a “todos los hombres y las mujeres de cultura, de ciencia y de deporte, a los artistas, los medios de comunicación, para que ellos también firmen este pacto y se hagan promotores de los valores del cuidado, la paz, la justicia, la bondad, la belleza, la acogida del otro y la fraternidad”. Con esta propuesta, la Iglesia sitúa su compromiso con la educación claramente en línea con una verdadera humanización. En todos los mensajes relacionados con el pacto educativo global, se percibe con nitidez que la educación es patrimonio de la humanidad, no es una realidad exclusiva de la Iglesia. En esa educación de todos, la Iglesia tiene una presencia que es expresión de su identidad, una propuesta propia, y un compromiso para contribuir al bien común por encima incluso de su propia identidad. Esta propuesta se enmarca en el horizonte humanista de la dignidad y la fraternidad. Por ello propone un camino fundamental: tener la valentía de colocar a la persona en el centro. Desde esta clave humanizadora, esta iniciativa promueve que todos los procesos educativos pongan en el centro a la persona, su valor y su dignidad.
Por nuestra parte, en el libro Clase de Religión en salida, pudimos analizar en profundidad la propuesta antropológica y teológica del pacto educativo global y describir las claves de la educación que soñamos a la luz del mensaje cristiano: sin duda, una invitación a rehumanizar los fines de la educación, a construir la casa común, a promover lo que da sentido a la historia, a transformar el mundo en positivo, a cultivar juntos el sueño de un humanismo solidario que responda a las mejores esperanzas de las personas y al sueño de Dios de la fraternidad humana. De esta propuesta, que hemos definido como el tercer indicador del nuevo impulso que estamos viviendo para el compromiso de la Iglesia en la educación, acentuamos su evidente prioridad: la centralidad de la dignidad humana en la educación. De alguna manera, el horizonte de futuro para la educación católica que se venía vislumbrando en los dos primeros indicadores que hemos explicado anteriormente, centrado en la humanización, ahora quedan confirmados en el pacto educativo global. Si duda, la prioridad es poner a la dignidad humana en el centro.
El Vaticano y la educación católica
Para completar los indicadores que muestran, a nuestro juicio, que estamos ante un nuevo tiempo en el que repensar la educación católica, citamos la instrucción del Vaticano sobre “La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo”, con fecha del veinticinco de enero de 2022, pero fue publicada el veintinueve de marzo de ese año. En algunos medios se calificó este documento como una de las últimas herencias de la Congregación para la Educación Católica que, a partir de Pentecostés de ese año, se transformaba en el actual Dicasterio para la Cultura y la Educación. La peculiaridad de este último indicador que citamos es que se trata de una instrucción, por tanto, es un documento normativo, es decir, tiene una mayor fuerza y es vinculante en la hora de definir en la vida de la Iglesia lo que es y lo que no es la educación católica.
El documento comienza citando el congreso mundial de la educación católica, que hemos mencionado aquí, y explica que se trata de aplicar las propuestas del pacto educativo global a los proyectos educativos de la Iglesia. La instrucción es fruto de la reflexión y la consulta en los distintos niveles institucionales y se dirige a todos los que trabajan en el ámbito de la educación escolar: conferencias episcopales, sínodo de los obispos, ordinarios, superiores de institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, así como a los movimientos, asociaciones de fieles, y otros organismos o personas que tengan en común la pastoral educativa. Y propone orientaciones actualizadas sobre la identidad católica de las instituciones educativas. Esta normativa se apoya en las palabras de Francisco: “No podemos construir una cultura del diálogo si no tenemos identidad”, de su discurso a profesores y estudiantes en Milán.
La primera parte del documento explica la presencia de la Iglesia en el mundo escolar y en su misión evangelizadora. La segunda parte aborda los diversos sujetos eclesiales que operan en el mundo escolar con diferentes roles y carismas donados por el Espíritu, pero siempre en el marco de las normas canónicas y de acuerdo con su naturaleza jerárquica. La tercera parte está dedicada a algunos puntos problemáticos que pueden surgir en la coordinación de los diferentes temas de la educación en la vida concreta de la Iglesia, tanto en la vida de las Iglesias particulares como a nivel global. Sobre este documento, nos expresamos en declaraciones a la revista Vida Nueva, valorando la instrucción como “un indicador más del compromiso con la educación que la Iglesia está reavivando”. Añadíamos que “cuidar la presencia de la Iglesia en la escuela se ha convertido en una misión esencial”, de ahí que este documento sea algo más que “una declaración de principios; inspira cómo interpretar algunos puntos sensibles y críticos de las escuelas católicas, aunque su aplicación deberá tener muy en cuenta los contextos concretos”. Y concluíamos: “Es una invitación a renovar nuestros proyectos educativos en clave de una Iglesia en salida, porque los tiempos actuales reclaman visibilizar en mayor medida los rasgos esenciales de la educación cristiana”.
Con esta propuesta, la Iglesia sitúa su compromiso con la educación claramente en línea con una verdadera humanización
El impulso llega a lo local
En este artículo hemos mostrado algunos indicadores a nivel global que revelan caminos de renovación de la misión educativa de la Iglesia. Estamos seguros de que existen otras muchas realidades eclesiales que están inmersas en este proceso de actualización de su compromiso con la educación, tanto en situaciones de periferias como en contextos acomodados. Lamentablemente, se nos escapan esas experiencias conectadas con una Iglesia en salida y en línea con los indicadores ya comentados. Nos quedará la oportunidad de conocerlas si fueran compartidas en las oportunidades de participación que comentaremos en las siguientes iniciativas eclesiales, que invitan precisamente a compartir los caminos recorridos y a tejer redes de colaboración.
Lo que explicaremos en el siguiente artículo es cómo este impulso global alcanza nuestra propia realidad. En la Iglesia en España están emergiendo esfuerzos para actualizar nuestra presencia y compromiso en la educación. Aunque sean numerosas las experiencias eclesiales de nuestro contexto que están viviendo procesos de renovación en su presencia educativa, nosotros nos limitaremos a presentar algunas iniciativas en las que la Iglesia ha estado y puede estar implicada: una de ellas ya vivida (sobre el currículo de Religión Católica) y otra en proceso y en la que estamos llamados a participar (el congreso “La Iglesia en la educación”).
Mientras tanto, seguimos atentos a la convocatoria del congreso “La Iglesia en la Educación”, que se celebrará el veinticuatro de febrero de 2024 en Madrid. El congreso tiene, además de su encuentro final, un itinerario de preparación en el que ya estamos inmersos, y que tiene dos claves esenciales: por una parte, la presentación de diversos proyectos educativos que son representativos de la presencia y compromiso de la Iglesia en la Educación en cada uno de los nueve ámbitos; por otra, la oportunidad de participación que se brinda en cada uno de esos ámbitos, y que será decisiva no solo para preparar la sesión de febrero, también para visibilizar todas las presencias de la Iglesia en tantos proyectos que nos pasan desapercibidos habitualmente.