Aprendizaje-servicio: oportunidad para la ERE
¿Cuál es nuestra labor como educadores si no creamos en nuestros alumnos la ilusión por contribuir a la transformación personal, social y educativa? El aprendizaje-servicio se nos presenta como una filosofía educativa con potencial y fuerza para contribuir a ello.
El aprendizaje-servicio (ApS) es un enfoque pedagógico que, desde hace más de una década, crece de manera significativa en el panorama educativo español, gracias al trabajo constante e ilusionado de muchos educadores, investigadores y entidades sociales. La consolidación de redes de trabajo compartido y los cada vez más numerosos encuentros y trabajos de investigación reflejan el interés que el ApS ha despertado en la comunidad educativa como herramienta con gran potencial transformador, en un momento en el que es ampliamente compartida la inquietud por renovar el proceso de enseñanza-aprendizaje.
No obstante, en este crecimiento, también percibimos que, con demasiada frecuencia, el ApS se está aceptando de forma poco reflexiva y crítica entre las comunidades educativas. Es nuestra intención ofrecer algunas claves que animen no solo a promover proyectos de ApS desde la clase de Religión Católica sino, también, a descubrir en esta propuesta educativa una valiosa forma de concretar, desarrollar y hacer visible el servicio humanizador que la ERE ofrece a la sociedad.
ApS: más allá de una metodología activa
El ApS es una propuesta educativa que combina procesos de aprendizaje con servicio a la comunidad en proyectos educativos que promueven una transformación social.
Este enfoque pedagógico es fruto de una filosofía de la educación, donde las instituciones educativas son espacios abiertos a las necesidades sociales y las instituciones desarrollan una función educadora.
Esta filosofía de la educación no plantea la transformación social como un simple cambio de estructuras o instituciones sino como un complejo proceso de capacitación personal y desarrollo integral sostenible.
El ApS es un enfoque pedagógico poliédrico en el que hay muchos matices a la hora de conjugar los tres elementos que lo conforman: aprendizaje, servicio y transformación social.
Podríamos afirmar que los modelos educativos son tantos como corrientes filosóficas. Por ello, es importante elaborar un diagnóstico de nuestras posiciones ante el modelo de aprendizaje, el modelo de civismo y el modelo de transformación social que se nos propone.
El núcleo fundamental del modelo educativo que proponemos como profesores de Religión Católica es el Evangelio. Este modelo, como insiste el papa Francisco, trata de promocionar “la cultura del encuentro, de la relación, de la proximidad y del diálogo, que nos orienta hacia la solidaridad, elemento fundamental para una renovación de nuestras sociedades”. Este es el gran desafío para los profesores de Religión Católica: que la escuela se movilice y vaya al encuentro de los demás, que rompa sus límites de “templo del saber” alejado de la sociedad y se convierta en un auténtico “agente de transformación social”.
¿Qué aporta el ApS a la ERE?
La propuesta del ApS nos desafía a pasar de la teoría a la práctica, de las buenas intenciones a las buenas acciones, a superar la lógica de la razón y del cálculo y aprender a vivir desde la lógica del don.
Partimos del supuesto antropológico de que somos don y estamos hechos para el don. Nuestra vida es un don, un regalo, pues nadie se ha dado a sí mismo ni la existencia ni su propia naturaleza. La gratuidad está en la vida de muchas maneras: amor y cuidado por parte de nuestra familia, amigos y personas que nos rodean, acogida, acompañamiento, cariño, etc. Frecuentemente, la gratuidad pasa desapercibida debido a una visión de la existencia que antepone la productividad y la utilidad frente a todo. Pero el desarrollo, si quiere ser auténticamente humano, necesita en cambio dar espacio al principio de gratuidad y del bien común.
Si somos don y estamos hechos para el don, habrá que facilitar al alumnado la experiencia de ser consciente de su existencia y vivir conforme a la lógica que le ha dado su ser y su vida, que no es otra que la lógica del don, de la gratuidad. Este es el reto y, a la vez, el horizonte al que proponemos orientar nuestra misión educativa: ayudar a nuestro alumnado a descubrir y dar cabida en su vida cotidiana al principio de gratuidad como expresión de fraternidad.
El ApS, al crear posibilidades reales de integración curricular de experiencias de servicio solidario y la relación con otros agentes educativos de la comunidad local, se convierte en un enfoque metodológico que contribuye a la innovación pedagógica de la enseñanza. El ApS es una metodología activa que crea puentes entre la escuela y el entorno local como propuesta de educación para la ciudadanía.
En este sentido, el desarrollo de proyectos de ApS:
- Favorece el desarrollo de capacidades, habilidades, conocimientos y valores que se activan para resolver situaciones reales de manera eficaz.
- Permite tomar conciencia, analizar y comprender las necesidades reales de nuestro entorno más próximo, para poder abrirnos, posteriormente, también a lo más lejano.
- Acerca al alumnado a la realidad del tejido asociativo y del movimiento ciudadano de ayuda y apoyo mutuo.
- Potencia el pensamiento crítico, la curiosidad y la salida de uno mismo hacia los demás.
- Permite al alumnado desarrollar capacidades propias del “aprender a hacer”: desarrollar un pequeño proyecto, organizarlo, planificarlo, ponerlo en marcha, que completa el trabajo previo realizado en línea con el “aprender a ser”.
- Otorga al alumnado la posibilidad de “aprender a ser”, favoreciendo su autoconocimiento, la autonomía personal, el compromiso y la responsabilidad.
- Constituye una oportunidad para “aprender a convivir”, al favorecer espacios de participación y trabajo cooperativo, entre iguales y también con otros agentes e instituciones.
¿Qué aporta la ERE al ApS?
La reflexión es considerada como el elemento central y vertebrador de los proyectos de ApS. Es el componente reflexivo el que diferencia al ApS de otras prácticas más asistemáticas. “Sin reflexión, una experiencia es justamente eso: una experiencia, pero no una oportunidad de aprendizaje”. Por ello, se puede afirmar que, sin reflexión sobre la actividad desarrollada, la conexión entre pensamiento y acción se disipa y la habilidad para formular una futura acción se ve muy limitada. En estos procesos reflexivos, la ERE aporta sentido, significado y trascendencia a los proyectos de ApS.
Otra de las claves más importantes del ApS es la necesidad de integrar contenidos curriculares en las propuestas solidarias. En este sentido, la ERE aporta a los proyectos de ApS un enfoque integrador, superando una mirada fragmentaria de la educación y de la realidad que nos rodea. La ERE contribuye a superar supuestas dicotomías: fe y razón, religión y ciencia, espiritualidad y acción. El gran desafío que continúa presentándose en la esfera escolar es integrar estas supuestas dicotomías, gestando, así, la unidad entre “el pensar y el ser” y entre “el ser y el actuar”. Solo así lograremos educar integralmente y sin rupturas, apostando por un saber científico y una experiencia religiosa plena.
Otra de las claves fundamentales del ApS es la solidaridad hacia la comunidad y, para ello, necesitamos sentirnos parte de ella. Debemos entender que “somos comunidad”: no hay un “ellos” y “nosotros”, es necesario acercarnos y sentirnos uno. La fraternidad cristiana parte precisamente de la idea de que todo cuanto existe deriva de un mismo ser: somos hermanos en la existencia. El misterio mismo de la trinidad nos recuerda que fuimos hechos a imagen de esa comunión divina, por lo cual no podemos realizarnos ni salvarnos solos. La ERE ayuda a descubrir el valor real y profundo de la vida comunitaria. Comprender que nos necesitamos unos a otros no nos convierte en dependientes y pasivos sino en corresponsables de nuestra vida y de la vida de los demás. De esta manera, dejamos de ser solo un conjunto de personas y nos convertimos en una verdadera comunidad. De lo que se trata es que nuestro alumnado descubra que el servicio solidario no es hacer algo “por otro”, sino generar “entre todos” una nueva comunidad, sin grietas que nos separen ni opongan.
Ser testigos de la fe y de la esperanza
La fe cristiana no es solo comunicación de cosas sino una comunicación que cambia la vida. Es un encuentro que transforma. El docente que se sabe y se entiende “testigo de la fe y de la esperanza” en la escuela se sitúa ante los proyectos de ApS desde una perspectiva y actitud que permite descubrir en ellos la transparencia de lo divino. Debemos aprender de la mirada de Jesús: es una mirada que nos ilumina y nos permite descubrir el modo de conectar con los jóvenes: “Jesús fijó su mirada en él, le tomó cariño y le dijo: «Solo te falta una cosa: vete, vende todo lo que tienes y reparte el dinero entre los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme»” (Mc 10,21).
Una de las claves fundamentales del ApS es el protagonismo de los estudiantes, pero esto no se logra si sobre ellos proyectamos miradas de desconfianza. La mirada de amor de Jesús es la base fundamental para confiar en las posibilidades de nuestro alumnado, para entender que todos ellos pueden interesarse, comprometerse y transformar la comunidad. Es aquella mirada que la escuela ha de tener sobre todos sus alumnos si quiere educar. Amarlos, invitarlos, animarlos, respetarlos en sus decisiones y su compromiso personal. Esa mirada es la que, precisamente, pretendemos contagiar en nuestras comunidades educativas a través de los proyectos de ApS.
En este sentido, el ApS podría ser una forma de afrontar el nexo entre compromiso social y esperanza cristiana. Una propuesta educativa mediante la cual visibilizar el servicio humanizador de la ERE, reivindicar el carácter público del cristianismo y su indispensabilidad para construir la paz y el encuentro.