El realismo de pasar del qué al cómo
Belén Blanco Rubio. Responsable Pedagógica de la Red de Colegios Marianistas de España
Hemos sido llamados e interpelados. El Papa, una vez más, nos ha llamado a través de esta convocatoria por el Pacto Educativo a educadores y otros agentes sociales a alcanzar un gran acuerdo mundial. Ojalá todos hayamos recibido esta llamada con la misma fuerza, claridad y contundencia con la que se ha enviado.
Con gran convicción en que la educación es semilla de esperanza en el futuro y la gran fuerza transformadora del orden social, ha recolocado cuál debe ser su misión fundamental: educar para un mundo nuevo, para un nuevo humanismo que permita el desarrollo pleno de todas las personas y termine con la cultura del descarte. Para ello, hay que poner en el centro las relaciones humanas que demandan un cambio de lógica. Necesitamos acoger nuestra pertenencia común para salir de recetas simplistas y vanos optimismos y generar una cultura nueva que lleve a la solidaridad universal se comprometa en el cuidado del otro y de la casa común. Empecemos, por tanto, por recrear el tejido de nuestras relaciones para hablar el mismo lenguaje y poder caminar hacia nuestro fin.
Hemos recibido una llamada llena de esperanza y también de realismo. El realismo de pasar del qué al cómo. ¿Cómo vamos a hacer que esto sea una realidad? ¿Cómo llevar a cabo esta propuesta en cada contexto? Es fácil que en las ideas todos estemos de acuerdo. Hacerlas realidad es el gran reto. Con mucha creatividad necesitamos generar modelos educativos y estructuras que hagan realidad ese qué esencial de la educación. Para ello, es necesaria una conversión personal y global que supere individualismos y estructuras que favorecen las desigualdades en favor de ese nuevo humanismo. También, y ha sido una de las principales llamadas de esta convocatoria, hay que generar procesos transformadores en alianza con la sociedad civil. Convocar redes de co-participación entre personas de distintas culturas y religiones. Comprender que nada es sin los demás es el único camino para alcanzar este objetivo de un acuerdo educativo mundial que se concrete en nuevos modelos educativos que respondan a esta finalidad común.
Ojalá nos pongamos en marcha para generar desde la educación este proyecto de humanidad común. Hemos recibido una llamada. Aquí va mi respuesta como educadora. Un rotundo sí, y una pregunta: ¿cómo y cuándo empezamos? Sin prisa, pero sin pausa. Quizás, estemos urgidos a comenzar para paliar la catástrofe educativa generada por la pandemia que nos interpela a proteger el desarrollo de la dignidad humana de los más de 10 millones de niños que se han visto afectados. No les olvidemos.