Sus objetivos reflejan los nuestros
Intervención de Audrey Azoulay, Directora general de la Unesco, con motivo del lanzamiento del Pacto Educativo Global
En primer lugar, quisiera expresar mi agradecimiento a su santidad, el papa Francisco, por su compromiso con la construcción de la paz mediante la educación y por su confianza en el papel que la Unesco puede desempeñar en esa misión. En nuestra organización, compartimos la visión de una educación humanista, que se basa en la dignidad y los derechos humanos, la paz y la ciudadanía, la ecología, la solidaridad y el desarrollo. De hecho, la educación no puede limitarse a sus funciones económicas o utilitarias. La educación es un bien común que nos permite “reavivar un deseo universal de humanidad”, como lo dijo su santidad en su última encíclica Fratelli tutti. Esta es la condición para una sociedad solidaria que respete la persona humana, su dignidad, pero también el planeta, que es nuestra “casa común”.
No obstante, este bien común se halla en peligro, porque, como lo recordaba su santidad en febrero último, el pacto educativo global pudo haberse roto por efecto de las desigualdades y las injusticias. La crisis a la que hoy nos enfrentamos es plural. En primer lugar, una crisis educativa mayor, puesto que cerca de mil seiscientos millones de alumnos y de estudiantes en el mundo han sido privados de sus aulas, lo que ha sacado a la luz del día y acentuado toda una serie de desigualdades, en especial de tipo social. Valga como ejemplo que un cuarenta por ciento de países menos favorecidos no se encuentra en condiciones de desplegar dispositivos específicos para la continuidad de los aprendizajes. Y, como sabemos todos, esta difícil situación afecta en primer lugar a los más vulnerables: por ejemplo, en África subsahariana, en donde más del ochenta por ciento de los alumnos no tiene acceso a internet en sus casas.
Pero esta crisis es más amplia y profunda. Ha dejado libre una “mundialización de la indiferencia”, a veces de la violencia, de discursos de odio contra los más vulnerables, contra los emigrantes, las poblaciones discriminadas y, con mucha frecuencia, contra las mujeres. Y lo que la crisis de la COVID-19 está confirmando, al revelar la fragilidad de nuestros sistemas educativos y, más en el fondo, la fragilidad de nuestras sociedades, es la necesidad de una nueva agenda, de un nuevo compromiso de la sociedad entera a favor de la educación. Un pacto que, con su llamada, ha convocado su santidad, que contempla la educación en toda su amplitud: global, compartida e integral.
Y la Unesco, organización líder de las Naciones Unidas para la educación, siente la vocación hacerse presente en el corazón de esta refundación, con toda la plenitud de su misión: por medio de la educación, ciertamente, pero también a través de la cultura, del deporte, de las ciencias y de la información. Porque la Unesco es por naturaleza una organización global, que reúne a ciento noventa y tres Estados miembros de todos los continentes. Porque la Unesco ve la educación como una misión compartida e integral, que pone en el centro al ser humano, su empatía y su dignidad, para hacer de la educación el pilar de la refundación de las sociedades. El pacto mundial hace eco, de este modo, a la gramática y al ADN de la Unesco, a su ambición histórica y humanista por construir la paz, empezando ante todo por la de los espíritus.
La Unesco trabaja para concretar esta ambición en el día a día. Primeramente, actuando con urgencia para responder a la crisis por medio de nuestra Coalición de Educación Global. Una coalición que aglutina a más de ciento y cincuenta socios de más de setenta países, y que trabaja para apoyar la educación continua, donde y cuando puede. También nos centramos en el medio y largo plazo, a través del compromiso con la educación de la ciudadanía global. Esto implica aprender a respetar al otro y su diferencia, a luchar contra los prejuicios, incrementando la concienciación de nuestra común humanidad. Es en Mosul donde estamos implementando uno de nuestros proyectos más emblemáticos en este campo, apoyando la rehabilitación de escuelas y la recuperación de la vida cultural, librerías, festivales y eventos educativos, todos ellos pilares esenciales de una cultura de paz y respeto.
Esta cultura del respeto no debe únicamente interpelar a los otros, debe interpelar a la naturaleza. Por ello, la Unesco se involucra cada vez más en la educación medioambiental permitiéndonos reparar otro pacto: el pacto entre humanos y naturaleza. Para reconstruir estos fundamentos, necesitamos una mirada hacia adelante y de largo plazo. Por ello, hemos lanzando reflexiones internacionales sobre “El futuro de la educación”, con el apoyo de actores y la sociedad civil de todo el mundo. Involucrando a toda la comunidad educativa, seremos capaces de conformar la educación como un bien global, para el 2050 en adelante. De hecho, se lo debemos a nuestros jóvenes. En este respecto, es significativo que nuestra Comisión Internacional para el Futuro de la Educación esté liderada por su excelencia la presidenta de la República Democrática Federal de Etiopía. En este país, tierra de cien millones de personas que afronta muchos desafíos ambientales, los jóvenes son el sesenta por ciento de la población.
La Unesco está encantada de estar con usted, ser parte de este convenio, porque sus objetivos reflejan los nuestros. También queremos construir un mundo basado en la justicia, la solidaridad y la dignidad, a través de la cooperación y la educación internacional, revelando así nuestra común humanidad. De este modo, seremos capaces de preparar a las próximas generaciones para afrontar el futuro y, en palabras de su santidad, “navegar los grandes mares del mundo”.