El frasco de las esencias
Por: Victoria Moya
Responsable de comunicación de Escuelas Católicas
“La comunicación tiene el poder de crear puentes, de favorecer el encuentro y la inclusión, enriqueciendo, de este modo, la sociedad”. Estas palabras del papa Francisco nos hacen más conscientes del inmenso poder que tiene la comunicación. En su opuesto, una mala comunicación tendrá el nefasto poder de romper puentes, de impedir cualquier encuentro, de excluir, etc.; tendrá el poder altísimo de destruir a la sociedad. Si actuáramos en consecuencia, deberíamos cuidar nuestra comunicación como parte fundamental de nuestra existencia, como manifestación verbal y no verbal de nuestra misma esencia y, claro está, como vehículo de acercamiento al otro y de construcción de la sociedad que buscamos y deseamos. Teniendo en cuenta además que la comunicación es consustancial a la naturaleza humana, y que por más que nos esforcemos es imposible no comunicar, se acrecienta la responsabilidad que debiéramos asumir al comunicarnos.
Esta responsabilidad cobra aún más relieve en el ámbito educativo, y alcanza las cotas más elevadas en el contexto educativo católico. Dice Simon Sinek que la comunicación debe apoyarse fundamentalmente en el porqué más que en el cómo, el cuándo o el dónde. Y el porqué de un centro educativo católico está en la misión, el carisma y el proyecto educativo. La comunicación es una especie de frasco de las esencias. Lo importante está dentro, es la esencia la que tiene todo el valor, sin ella, no hay más que vacío. No somos nada si dejamos de lado nuestra misión, que es contar y hacer vida el reino de Dios. Pero el frasco que contiene la esencia tiene, sin duda, un valor tangible, precisamente por su función, también por su belleza; por ello debe ser cuidado y protegido.
Acercarse al otro
En un centro educativo católico, la comunicación, entendida desde la escucha, el acompañamiento y la transmisión de la misión, es un acto de responsabilidad que debemos atender. Y eso pasar por ser conscientes de su importancia, por recordar su inequívoco engarce con la misión y por aprender a llevarla a acabo desde el corazón y también desde la profesionalización. Esto es comunicar teniendo claros nuestros objetivos, nuestros mensajes y los destinatarios a los que nos dirigimos: alumnos, familias, claustro, PAS, equipos directivos, etc.; todos los que forman nuestras grandes comunidades educativas. Es comunicar con transparencia y veracidad teniendo en cuenta el contexto de la comunicación del siglo XXI para hacer llegar adecuadamente nuestro mensaje. El big data, la posverdad, la inteligencia artificial, la narrativa transmedia, el storytelling, el metaverso, etc. Junto con todo ello, la multitud de canales que nos inundan; a las míticas circulares, han venido a sumarse la web, el blog, Facebook, YouTube, Instagram, WhatsApp y quién sabe cuántas redes sociales más. En toda esta maraña, se nos puede olvidar que lo importante en la comunicación es acercase al otro y que el contacto directo es un elemento irrenunciable. Por eso, la comunicación del centro educativo, que ha de partir de la propia institución titular y del equipo directivo, no funcionará si no funciona la comunicación directa del profesor en el aula o del tutor con las familias. No será nada sin ese encuentro que protege y difunde nuestro frasco de las esencias de la comunicación.
La comunicación es una especie de frasco de las esencias.
Lo importante está dentro, es la esencia la que tiene todo el valor