Entre la marejada y la arbolada
Por: Dolors García
Directora de Pastoral de Escuelas Católicas
Ayudándonos de la escala de Douglas, que nos permite clasificar el estado del mar, podríamos decir que, en educación, desde hace años, empezamos todos los cursos con una intensidad digna de estar entre la marejada y la arbolada. El oleaje de dificultades va cayendo fuertemente en el mismo barco con unos marineros cansados de estar la noche bregando, sin haber pescado nada y, encima, sin haberse podido recuperar de la tormenta anterior. Llueve sobre mojado año tras año o, al menos, así lo sentimos. Comenzar un curso azotados con la implantación de una ley, de un bienestar poco coordinado como sociedad, de un aumento del IRPF o de un estado emocional crispado nos hace gritar: “Señor, sálvanos, que perecemos”.
La ola del “yo solo”, “con estos no”, “pues haber llegado antes” o “solo me junto con los míos” nos aturde y bloquea ante la tormenta cotidiana. Lo tenemos tan metido dentro que erróneamente damos por hecho que en los seres humanos hay dos bandos muy bien definidos: unos que se tambalean y se agarran para no caer, y otros bien resguardados en el muelle desplegando con una sonrisa un manual de escasos consejos y mejores exigencias. ¿Es esta la clasificación real? ¿Realmente nos resignamos a perpetuar la creencia de que el pez grande se come el pequeño? Todos sabemos que no se trata de dos bandos enfrentados, sino de uno solo asustado y malherido por el vendaval del desencuentro egoísta que habita en uno mismo: unas veces el oleaje nos encuentra “cómodos y calentitos” en el muelle exigiendo en los demás aquello que ni nosotros mismos estamos dispuestos a dar, hacer, sentir; otras veces, ese oleaje nos pilla mareados y sin remos, perdidos, buscando faros que nos alumbren, inspiren, alienten. Un año más, aquel que hasta los vientos y el lago lo obedecen,nos regala la posibilidad de desplegar un cuaderno de bitácora donde recoja, de forma bien legible, un perfil de salida de persona enmarcado por una clara competencia samaritana. Este perfil rompe las olas de la inercia y nos devuelve a crear y creer lo más original nuestro: sentirnos hijos y hermanos de todos.
Nueva oportunidad para ir a la orilla
Las redes nos recuerdan que no vamos solos y que juntos es más fácil resistir el viento externo. Aunque las dificultades peores sean, sin duda, las internas. Estas sí que deben alertarnos, porque ponen rumbo al timón del corazón a sentirnos fuera del barco, haciendo que otros no entren dentro. La teoría, sabida. Los propósitos, clarísimos. Aunque las acciones que deben concretar y aplicar nuestro manual de buenas intenciones y llevarnos a puerto… bueno, para estas últimas, como siempre, no hay tiempo o no queremos dejar hueco.
Un nuevo curso, una nueva oportunidad para ir a la otra orilla, para experimentar la zozobra y la calma, la abundancia o el vacío, para pescar algo o dejarnos pescar en nuestro envío educativo y reconocerlo como el capitán del barco. Entra dentro ya sea en calma, marejada, arbolada, montañosa o enorme. Sé tú quien llenes nuestra barca, quien marque el rumbo, quien susurre el modo, remiende las velas o repare los remos. Indica el ritmo, cambia nuestra mirada, que nos sintamos dentro, que nadie se quede fuera… aunque, con tanta intensidad en los comienzos, sinceramente, Señor, te sintamos, en algún momento y solo a ratos, dormido. ¡Feliz ruta!
No se trata de dos bandos enfrentados, sino de uno solo asustado y malherido
por el vendaval del desencuentro egoísta