Un curso más (¿o menos?)
Una invitación a practicar el sano ejercicio de la mirada evaluativa sobre nuestra misión como educadores cristianos en este curso.
La evaluación en la práctica de nuestra profesión no es un hecho aislado. Más bien podríamos afirmar que vivimos en estado de “evaluación permanente”. Por supuesto de nuestros alumnos, analizando día tras día lo que todavía no tienen, pero también del sistema, de las leyes, de las familias, de la misma sociedad. Y sin embargo, no me parece que tengamos incorporado este hábito en su aplicación a nuestra práctica educativa de manera generalizada, y mucho menos sistematizada. La propuesta de evaluación que me gustaría proponer comienza con una pregunta quizá un poco sorprendente: ¿cuáles serían los ítems sobre los que construirías una evaluación de tu práctica docente este curso? De otra manera, ¿de qué te evaluarías? ¿Cuáles serían los temas, los ámbitos o las áreas que incluirías en el proceso? Me parece un ejercicio interesante y esclarecedor al que te invito. La razón es muy sencilla: dime cómo evalúas y te diré qué tipo de profesor eres. Pues bien, si lo aplicamos a nuestro proceso, sería algo así como: dime cómo te evaluarías y te diré cuál es tu ideal de educador. En efecto, las posibilidades de modelos de la llamada “evaluación docente” son infinitos y la selección del mismo es ya una manifestación del ideal de educador al que aspiramos. Imaginemos que me planteo la evaluación a partir de una frase programática de Romano Guardini cuando afirma que “la primera cosa eficaz es el ser del educador, la segunda lo que él hace, y la tercera lo que él dice”. Desde esta perspectiva, la posible evaluación me llevará a plantearme cuestiones como: ¿qué he sido realmente para mis alumnos a lo largo de este curso? ¿Qué he hecho con ellos, tanto en el entorno curricular como en los otros ámbitos de la escuela? ¿Qué lugar ha ocupado el decir en mi aportación a los alumnos? Creo que la secuencia ser-hacer-decir debe estar siempre en la mente de nuestra intención educativa y de manera, además, rigurosa. Un buen criterio sería: no digas lo que no haces, no hagas lo que no eres, y sé realmente consciente de lo que eres. No sea que estemos muy centrados en el decir, menos en el hacer con ellos y a veces despreocupados de lo que realmente somos para nuestros alumnos.
Se me ocurre un ejercicio bonito y esclarecedor: apliquemos este criterio de evaluación al maestro Jesús que se acerca a los discípulos de Emaús. No empezó por la palabra, sino por el hacer: acercarse, caminar con ellos, soportar el no ser reconocido, interesarse de verdad por la preocupación de los dos discípulos, conocer sus motivos de sufrimiento, de abatimiento y de preocupación (por cierto, ¿sabemos de verdad de los dolores de nuestros alumnos o solo los imaginamos?) y, solo cuando todo eso se ha dado, proponer una palabra de sentido nueva que les abra nuevas perspectivas de vida esperanzada. Y una última cosa: aceptar la invitación cuando desde su libertad los discípulos le invitan a quedarse. Y es entonces cuando se produce el auténtico encuentro en el símbolo, en la celebración, en el compartir que une para siempre. He aquí el auténtico modelo del educador cristiano desde el que podemos plantearnos la mirada evaluativa al curso que termina.
Si a pesar de nuestras limitaciones y de las dificultades del entorno en el que vivimos nuestro compromiso educativo hay algo de este modelo en lo que nos sentimos identificados, aunque sea de manera parcial y limitada, podremos decir con gozo profundo que este ha sido un curso más. Más en entrega, en aportación, en pasión por nuestros alumnos, en búsqueda de su tesoro escondido a veces enmascarado y oculto tras su distancia y frialdad, en hacernos presentes y visitar sus vidas a menudo atormentadas, en buscar su sonrisa, en llamarlos por su nombre, en rastrear sus fortalezas, en vivir esa presencia oculta de Dios en sus vidas. Y por eso damos gracias a Dios porque nos ha llamado a esta vocación y nos ha permitido ser sus instrumentos de aceptación, llamada y acompañamiento. Si por el contario nos sentimos lejanos del Maestro, entonces este habrá sido un curso menos.
Sería algo así como: dime cómo te evaluarías
y te diré cuál es tu ideal de educador