Enseñar religiones en torno al Mediterráneo
España, Francia, Italia, los países balcánicos, Grecia, Turquía, Líbano, Israel, Egipto, Libia, Malta, Túnez, Argelia, Marruecos: ¿qué tienen en común? Ni la lengua, ni la religión, ni el sistema político. Tampoco la pertenencia a la Unión Europea. Tienen en común el mismo mar: el Mediterráneo. Como es sabido, en los últimos tiempos el espacio mediterráneo se ha convertido en escenario de acontecimientos estremecedores y traumáticos. Ante todo, el fenómeno migratorio ha transformado el Mediterráneo en un destino codiciado por millones de seres humanos desafortunados y perseguidos que huyen de la pobreza de sus tierras. Un segundo acontecimiento, aún más devastador, es el nuevo estallido de las rivalidades entre Israel y Palestina en Oriente Próximo, que hace del Mediterráneo un renovado caldo de cultivo para las hostilidades interreligiosas que nunca han remitido a lo largo de los siglos. Una cadena interminable de atrocidades cuyo último eslabón se está desarrollando en estos meses ante nuestros ojos.
¿Cómo seguir siendo espectadores frente a acontecimientos tan traumáticos? El que lee estas líneas es educador de jóvenes, dirigente escolar, responsable de pastoral, docente de Religión. Son todas figuras profesionales que implican imperativamente responsabilidades éticas precisas en este momento histórico. Nos lo recuerdan las autorizadas voces que se han pronunciado justamente a orillas del Mediterráneo, en Marsella, en septiembre pasado. Se trata, ante todo, de la voz de Francisco, que advierte en contra de muchos fundamentalismos actualmente de moda y que, dirigiéndose a los jóvenes venidos de todo el ámbito mediterráneo, exhorta: “Jóvenes bien formados y orientados para confraternizar podrán abrir puertas inesperadas de diálogo. […] El reto primordial de la educación concierne a todas las edades formativas: ya desde niños, al mezclarse con los demás, se pueden superar muchas barreras y prejuicios, desarrollando la propia identidad en un contexto de enriquecimiento mutuo. […] La historia nos llama a una sacudida de conciencia para evitar el naufragio de civilización”. Un segundo mensaje fuerte proviene del manifiesto Para una teología desde el Mediterráneo, difundido en el mismo encuentro de Marsella y redactado por un grupo de teólogas y teólogos que, desde 2019, se están confrontando con la pregunta por el significado de hacer teología en el contexto del Mediterráneo, sobre cuál es el valor específico de una teología contextual y sobre el modo en que tal teología puede contribuir a una comprensión más profunda de las distintas culturas que operan a orillas de este mar. El manifiesto apunta a promover una cultura del encuentro y una “convivialidad de las diferencias”; propone la construcción de una red teológica mediterránea a la cual se están adhiriendo ya algunas instituciones teológicas cristianas y musulmanas (Nápoles, Bari, Palermo, Marsella, Beirut, Magreb y otras).
Es el momento de plantear la hipótesis de una “curvatura mediterránea” para la cultura religiosa de nuestras escuelas
Una curvatura mediterránea
Espontáneamente, me surge lanzar la idea de una análoga y posible red mediterránea de los docentes de Religión. Ya están en funcionamiento organismos europeos, confesionales y pluriconfesionales, que desde hace años estudian el problema de la ERE. Pero la perspectiva de la investigación sigue predominantemente la acostumbrada de la Unión Europea, de sus aparatos centrales, en una visión atraída a menudo por los sistemas educativos y académicos del centro y norte de Europa. Lamentablemente, lo específico de la educación mediterránea permanece en la penumbra. Es el momento de plantear la hipótesis de una “curvatura mediterránea” para la cultura religiosa de nuestras escuelas. Es la ocasión histórica para promover el conocimiento recíproco, el diálogo y la colaboración entre exponentes de las distintas categorías de los docentes de Religión que “cohabitan” el mismo mar y que, sobre todo, sienten la urgencia de compartir ideales y problemas comunes gracias al intercambio enriquecedor de las distintas creencias religiosas y praxis educativas. Pregunto, pues, en concreto: ¿no podría una valiente asociación de docentes españoles asumir la promoción de este audaz desafío mediterráneo?