Dos contextos
¡Y no estar locos! Esta revista comienza su andadura en un momento bisagra entre dos tiempos políticos, sociales, educativos y eclesiales. Nace entre poco después de 1970/1975 y poco antes de 1991/1996.
Estas fechas cierran y abren dos cuartos de siglo en los que transcurre la vida escolar que nos ha hecho y la que intentaron hacer los que idearon esta revista Religión y escuela. Podemos aprender mucho recordando las circunstancias intraeclesiales y extraeclesiales, próximas y universales. Hay que traer a la memoria más allá y más acá de ese cuarto de siglo memorable que comprende las décadas de los setenta, ochenta y primera mitad de los noventa. La de las generaciones escolarizadas en los años treinta, Guerra Civil y posguerra, ahora en la madurez, y la de los que lo están siendo en la estela del golpe de la crisis financiera de 2008, que puede fijarse oficialmente en agosto de 2007, ahora en la emergencia. Ya se habla de una nueva “generación del 14”, concretamente a propósito del ensayismo filosófico.
¿Habrá también otra católica, incluso eclesiástica? Confrontar su educación religiosa con la de hace un siglo sería un ejercicio provechoso. Las reflexiones de Francisco Pérez Gutiérrez sobre la educación religiosa durante la edad de plata de la cultura española (1898-1936) sería un buen punto de partida. Aunque la propia periodización puede discutirse y recientes investigaciones sobre la enseñanza a cargo de los religiosos en aquellas fechas, como las de la historiadora Maitane Ostolaza, matizan mucho.
Solo por el análisis de la educación religiosa de Dolores Ibárruri, la Pasionaria, merece la pena la lectura. Además, nos permitiría compararla con la de una bloguera que hizo la comunión en 1973 y, por tanto, podría ser madre de alguno de la hipotética generación del nuevo catorce. Evoca Cristina de la Torre así, medio siglo después, el comienzo de su educación religiosa: “Como sabemos, la primera comunión, al igual que hoy, en los lejanos años sesenta y setenta era un momento muy especial para los niños. Un sacramento religioso, el día más feliz de nuestras vidas, porque recibíamos a Dios por primera vez, aunque en realidad para la gran mayoría de los niños, por no decir para todos, era el día más feliz, no por recibir a Dios, sino por recibir algunos regalos que tanto escasearían en estas décadas citadas. Para las niñas, suponía vestir un esplendoroso vestido blanco y ser el centro de atención de todo el mundo. Los niños habitualmente lucían como marineritos o almirantes. Lo primero era, un par de meses antes de la ceremonia, asistir cada día con el colegio al catecismo que, con el paso de los años, pasó a llamarse catequesis”.
Las joyas de la educación religiosa
Interesa fijarse en este cambio de nomenclatura en el que se fija una entonces niña desde una memoria anecdótica. Tampoco está de mas la enumeración de lo que recuerda que se enseñaba: “En los años seseta y setenta, en el catecismo, el cura te enseñaba a rezar las oraciones más comunes, y te daba sermones de cómo comportarse un buen católico, nos hacían aprendernos los mandamientos de la santa madre Iglesia y los mandamientos de la ley de Dios, las bienaventuranzas y todas las oraciones habidas y por haber. Tenías que ir a la iglesia a confesarte la tarde anterior a la comunión y, claro, tenías que tener mucho cuidado de no cometer ningún pecado antes de comulgar […]. Por la noche, cenabas, y ya no podías comer nada hasta después de la comunión”.
Termina recordando “las joyas de la primera comunión: rosarios, medallas, las muñecas y algún muñeco”. ¿Cuáles tendrían que haber sido estas? La revista Religión y escuela aparece con la pretensión de que queden otras joyas de una educación religiosa. El papa Pablo VI había hablado en 1967 del “nesso inescindibile tra l’annuncio della verità e il catechismo”, y Juan Pablo II había marcado en 1981 un hito relevante en el itinerario del magisterio pontificio sobre la enseñanza religiosa, en este caso también escolar. Ese fue parte del contexto social y eclesial del nacimiento de esta revista.
La revista aparece con la pretensión de que queden otras joyas
de una educación religiosa