Cuando el director de la revista Religión y escuela me propuso escribir esta columna, estudiaba yo la influencia de la política fenicia del siglo IX a. C. en la configuración de los reinos israelitas. Me había llamado la atención la presencia de la cultura fenicia en el modo de entender la política; en el culto; en la forma de construir y decorar los palacios y residencias israelitas.
Entre otros muchos temas, estaba yo intrigada por la repetición del motivo “mujer asomada a la ventana” que aparecía en medallones, colgantes, elementos de decoración de paredes, etc. Investigando, aprendí que el motivo “mujer ventanera” es recurrente en la historia de la cultura y, que, de alguna manera, tiene un tono reivindicativo.
En efecto, la ventana ha sido, tradicionalmente, la frontera que las mujeres han cruzado para asomarse a la esfera de lo público, que, culturalmente, parece (todavía hoy) un lugar naturalmente masculino y, por tanto, vedado o de acceso restringido para las mujeres. No me ha extrañado, pues, que la escritora salmantina Carmen Martín Gaite hablara de la ventana como “la espoleta por la que las mujeres echaban a volar su fantasía”, y que Dalí pintase a su querida Gala mirando por la ventana.
De la misma manera, en la Biblia (que es lo mío), hay dos mujeres, Mical, la esposa de David, y Jezabel, la reina fenicia del reino israelita del norte, que se asomaron a la ventana desafiando las convenciones del momento: una para criticar al rey, su esposo (2 Sam 6,16); y la otra para realizar un gesto de dignidad que recordara a sus asesinos su impostura (2
Re 9,30).
Y es que “asomarse a la ventana” es una oportunidad para cualquier individuo o colectivo que quiera ser incluido en la vida pública; que reivindique su derecho a jugar en la arena de la polis (la vida política). Por eso, así, asomados a la ventana, es como quiero imaginar yo a los profesores de Religión a comienzo de este curso impregnado de novedades pedagógicas (Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Educación, conocida como LOMLOE), económicas (inflación/recesión), política interior (¿superdomingo?) y exterior (Ucrania), eclesiales (¿renuncia?).
Asomarse a la plaza de lo público
Quiero soñar que los profesores, convencidos de la oportunidad de un modelo de aprendizaje-enseñanza competencial, se asomarán cada día a la plaza de lo público, a sus tensiones y discusiones, para articular y poner a punto su programación. Así, contribuirán a forjar ciudadanos creyentes, con una fuerte experiencia interior, una trama mínima de proyecto vital, un cierto discernimiento de valores, etc.
Profesores que abrirán ventanas por las que los alumnos se asomen a la calle, a la historia real; a eso que les hace sufrir y gozar y de lo que, a veces, huyen con falsos perfiles y avatares. Profesores que los ayudarán a franquear los impedimentos que los prejuicios, la sobreprotección familiar, la tiranía que las redes y su discurso monocorde están ejerciendo sobre ellos.
No será una tarea del todo fácil, porque “asomarse a la ventana” implica romper esquemas, incomodar, desafiar… ¿Pero no tiene eso algo que ver con el evangelio y el seguimiento de Jesús?
Se avista un otoño complicado, y los profesores de la asignatura de Religión podéis hacer un papel como el que el currículo os confía, si asomáis a los alumnos a lo que nos estamos jugando. Si los asomáis, no si los tiráis por la ventana. Que seáis hombres y mujeres “ventaneros” que traspasen sin miedo la frontera de su materia y hagan visible la importancia y el valor educativo y escolar, personal y social, que hay detrás de la enseñanza religiosa escolar. Vosotros sacáis adelante el cristianismo cotidiano; “asomadlo a la ventana” de la comunidad escolar.
Junkal Guevara