Aceleración y descanso
En el mundo actual, guiado por la producción y en el consumismo, parece que el descanso no tiene lugar, se oculta el cansancio. Pero la fatiga está, así como la necesidad de descansar.
En nuestro sistema-mundo, no hay tiempo para demorarse ni para descansar. La desmesura inherente al sistema tiene como consecuencia la castración espiritual de la persona. Se vive tan absorto en la producción y en el consumismo que la capacidad de trascender, de ir más allá, de elevarse al plano de lo metafísico, se deteriora profundamente. Esta exigencia trae consigo la ausencia del silencio, el exceso comunicativo y la renuncia a la vida contemplativa a favor de la vida productiva.
El descanso no solo ha de considerarse como el contrapunto necesario al trabajo, sino como el clima indispensable para la creatividad y la fiesta. Cuando todo está planificado a priori y el tiempo de productividad segmentado hasta el milímetro, no existe posibilidad alguna de crear, de indagar nuevos contenidos y procedimientos, uno no se abre a la posibilidad de errar o fracasar, porque todo esto resta beneficios. Sin embargo, para crear ex novo, para imaginar lo que nadie ha imaginado, para dar a luz a la novedad, se requiere del descanso.
Cuando uno está mentalmente descansado, sale de las autopistas del pensamiento, rompe las rutinas ordinarias, empieza a pensar lo que no había pensado hasta aquel momento y a imaginar lo que jamás había intuido, porque la mente es permeable a nuevas rutas e itinerarios. El descanso abre la persona a la creatividad, a la fantasía y, también, a la innovación. Desde la lógica tecnocapitalista, se valora especialmente al profesional que requiere de pocas pausas, que gestiona eficientemente su tiempo, que su tiempo de relax es muy limitado, casi inexistente, que está permanentemente disponible para hacer crecer a la organización.
Esta absoluta disponibilidad tiene como consecuencia la disolución de su vida social, familiar, de su vida más allá del entorno laboral. Está disponible para sus jefes, pero no lo está para sus hijos, ni para sus padres ancianos, ni para sus amigos, porque no puede duplicarse, ni clonarse digitalmente. La vida en la red facilita esta disponibilidad absoluta a lo laboral, una disponibilidad que trasciende los espacios y los tiempos laborales. Se puede trabajar desde cualquier lugar del mundo y a cualquier hora si uno tiene conexión y el dispositivo a su alcance. No hay excusas.
Cansancio y vulnerabilidad humana
En el marco del sistema, el cansancio está mal visto, como también la enfermedad, la decrepitud, la debilidad, la ancianidad y la dependencia. El paraíso del éxito laboral pertenece a quienes saben prevenir el cansancio antes de que haga acto de presencia y saben cómo gestionarlo cuando aflora. Lo fundamental es saber guardar las formas, disimular con oportunas marcas de maquillaje los síntomas del cansancio cuando aparecen en el rostro.
En nuestro entorno cultural, se oculta el cansancio, como la necesidad de descansar, pero la fatiga mental, física, emocional, incluso, espiritual es una consecuencia lógica de la vulnerabilidad o, mejor dicho, una epifanía de la fragilidad intrínseca del ser humano. Tarde o temprano, hace mella en él. Los seres humanos nos cansamos y no solo físicamente. Nos cansamos de los demás, de los próximos y lejanos; de los productos televisivos, de las series, de los programas de radio, de los políticos, de los clientes, incluso de nosotros mismos. El cansancio no es algo placentero, algo que se busque intencionalmente. Es la consecuencia de la actividad física y/o mental desarrollada de manera persistente. El cansancio revela la vulnerabilidad humana y ese rasgo nos une a todos los miembros de la especie humana más allá de nuestras particularidades y comunidades de pertenencia.
En este sentido, el cansancio, aunque no sea buscado, crea puentes entre seres humanos de distintas tradiciones y culturas, suscita una especie de fraternidad ontológica que se sustenta en lo más profundo, en el sentimiento de tener lo que Immanuel Kant denomina una “extraña raíz común”.
El descanso abre la persona a la creatividad, a la fantasía,
y también, a la innovación