El arte de atormentarse
El ser humano tiene capacidad anticipatoria, aunque no tenemos la menor idea de lo que será de cada uno. Dependiendo del contexto, esto puede aflorar diferentes sentimientos, como el tormento.
El día de mañana es la inquietud de todos los días. El ser humano tiene capacidad anticipatoria. Mediante la facultad de la memoria, recuerda episodios vividos. Con la imaginación, elabora escenarios de futuro. No sabe, a ciencia cierta, qué le va a deparar el futuro lejano, tampoco el inmediato. Simplemente, imagina posibilidades. Esta anticipación no es un acto puramente intelectual. Afecta a la vida emocional, a su estado anímico. Cuando el horizonte que se anticipa es oscuro, aflora la tristeza, el miedo e, incluso, la desesperación. Cuando, en cambio, el horizonte es luminoso, se activa el entusiasmo, el júbilo o la esperanza.
La anticipación jamás es neutra emocionalmente. Hay quien sufre la tendencia a imaginar futuros oscuros. Es una tentación en contextos de crisis global como los que estamos sufriendo. Hay quien tiende a imaginar el día de mañana como algo luminoso. Ni el uno ni el otro tienen la más mínima idea de cómo va a desarrollarse, pero no pueden elegir cómo lo imaginan y eso afecta hoy. El día de mañana ocupa nuestro pensamiento. Es el principal argumento para sacrificar el día de hoy. Mientras uno se obsesiona por lo que va a acaecer, se olvida de lo que tiene frente a sus ojos. Se parte del supuesto que ese día de mañana llegará y que, al fin, todo ese sacrificio acumulado tendrá su recompensa. No siempre es así. El día de mañana no es una evidencia lógica, tampoco una garantía.
Puede o no llegar. Lo único que realmente existe, ahora y aquí, es el día de hoy, con lo cual es imprescindible canalizar toda energía vital para hacerle frente. El día de ayer se ha desvanecido. Se puede reconstruir mentalmente, recordar cada momento de la jornada y recrearlo interiormente. El día de ayer jamás vuelve. Pueden repetirse actos, situaciones y circunstancias similares, pero cada día es distinto. Y, además, cada tiene su afán. El día de mañana es el principal foco de inquietud humana. La incertidumbre es la característica básica de la existencia. En contextos de crisis, esta incertidumbre desata una corriente de pasiones muy tóxicas que van desde la ira a la desesperación, pasando por la angustia.
Hoy puedo agradecer lo que se me ha dado.
El día de mañana es el gran argumento de la pureza
¿Qué es atormentarse?
No tenemos la menor idea de lo que será de cada uno de nosotros, de lo que será de las personas que amamos. La novedad está siempre al acecho. Esto convierte la vida humana en una aventura. Nadie sabe cómo va a acabar. No sabemos a qué atenernos. Planificamos y elaboramos todo tipo de construcciones mentales, pero el futuro es incierto. Siendo eso así, ¿tiene sentido preocuparse por el día de mañana? ¿Qué es atormentarse? Es un afán que no tiene el día de hoy, que ya tiene bastante con su propio afán. ¿Qué es atormentarse? Forzar en uno mismo ese afán. Atormentarse es preocuparse por el día de mañana, inquietarse por lo que va a acaecer, de tal modo que uno se olvida del día de hoy. Este olvido es, al fin y al cabo, una forma de escapar. Cada día tiene su afán, sus batallas, sus claros y sus oscuros. Atormentarse con lo que supuestamente vendrá es una insensatez.
La vida humana no es una autopista donde uno pueda anticipar lo que se va a encontrar. Es un sendero de montaña que cruza ríos, pedregales y valles. Nadie puede anticipar qué va a divisar al cabo de un tiempo. La infancia no es un prólogo de la juventud. La juventud tampoco lo es de la madurez. Cada etapa es una entidad en sí misma, una esfera que tiene valor por sí misma. El día de hoy no es un epílogo del día de ayer. Tampoco una nota a pie de página de lo que acaeció. El día de mañana es el argumento para eludir las responsabilidades que hoy puedo ejercer. Hoy puedo arrepentirme. Hoy puedo solicitar el perdón. No tengo por qué esperar al día de mañana. Hoy puedo agradecer lo que se me ha dado. El día de mañana es el gran argumento de la pereza. Cada día tiene su afán y ya tiene bastante con ello.