Una habitación sin paredes
Los espacios y los límites ya no son lo que eran en la actualidad. Los muros de los hogares son ventanas abiertas al exterior; las escuelas, “aulas sin muros”, abiertas al huracán mediático.
La sociedad digital es una idea y un valor, una convocatoria que busca dirigir y concertar la acción de muchos sectores. Es un leitmotiv político y sociológico que intenta justificar la actuación de economistas, sociólogos, politólogos y tecnólogos. Es importante estudiar cómo funciona este sentido mítico de sociedad digital, conocer cuáles son las consecuencias que tiene para nuestras formas de pensar y de actuar y cuáles son los cambios antropológicos que está produciendo en nuestros días, porque ellos son quienes en buena parte abren la posibilidad de futuros alternativos y el lugar para una renovación de la educación.
Los muros del hogar familiar ya no son barreras efectivas que puedan aislar a la familia de una sociedad y una comunidad más amplia. El hogar familiar es aún menos eficaz como entorno único a causa del acceso y de la accesibilidad de los miembros de la familia a otros lugares y a otras gentes a través de la radio, de la televisión y del teléfono. Y esto es aún más cierto con la evolución mediática del último cuarto del siglo xx, en el que la digitalización ha propiciado el crecimiento de la piel mediática que rodea a los individuos y a las colectividades.
Y no solamente es la familia. McLuhan se refiere al “aula sin muros” para referirse al hecho de que las paredes de las escuelas ya no proporcionan una limitación a la adquisición de conocimientos, por parte de los niños. Con los medios de comunicación, los individuos conectan con espacios mucho más amplios y alargan sus sentidos allí donde los medios lo permiten. Muchas restricciones y limitaciones anteriores se han roto para llegar a producirse lo que Anthony Giddens identifica como una característica de la modernidad, aunque sin atribuirlo directamente a la mediatización. El advenimiento de la modernidad paulatinamente separa el espacio del lugar, fundamentando las relaciones entre los “ausentes” localizados a distancia de cualquier situación cara a cara.
El resultado es una plena dislocación de la sociedad, hecho este que no es solamente la pérdida del espacio concreto, sino la pérdida del significado social y la resituación en el interior de otro tipo de espacio: el espacio mediático. Gracias a internet, el teléfono móvil y la televisión, un individuo puede ser llamado, interpelado y visto por otros individuos situados a muchos miles de kilómetros de distancia, y sin que las barreras o recintos tradicionalmente eficaces tengan nada que ver con ello.
Ventanas abiertas al exterior
Los espacios y los límites ya no son lo que eran. Los muros de los hogares son ventanas abiertas al exterior a través de la televisión y de las nuevas pantallas, pero, al mismo tiempo, resultan penetrables con facilidad, mediante la telefonía en internet. Las paredes de los centros educativos se han abierto también al huracán mediático: son penetradas, en un movimiento de interiorización, por efecto de la influencia que los medios ejercen en la educación de los niños y de los adolescentes (educación que ya no puede ser controlada ni administrada por la institución educativa). Pero también las escuelas, en un movimiento de exteriorización, se proyectan y abren al mundo exterior y se convierten, gracias a los nuevos medios de comunicación, actores y observadores singulares del mundo natural y social.
Todo ello viene a señalarnos el significado del fenómeno de dislocación, es decir, de la pérdida de valor del espacio en la nueva comunicación y la explosión simultánea de las barreras y recintos que hasta hace muy poco lo configuraban. Las innovaciones se difunden con rapidez y velocidad; los encuentros entre las gentes no tardan más de lo que puede durar una llamada telefónica o un correo electrónico. Los servicios se producen en línea. Y, en general, los ciudadanos mediáticos se encuentran disponibles y accesibles para la comunicación la mayor parte de su tiempo activo.
El advenimiento de la modernidad paulatinamente
separa el espacio del lugar