Artesanos de la paz
¡Qué hermosos son entre las aulas los pies del mensajero que anuncia la paz! Así me dirijo a los profesores de Religión desde hace tiempo. Sustituir “sobre los montes”, de Isaías, por “entre las aulas” no lo creo atrevimiento. La exposición Mons Dei (Edades del Hombre, 2018) mostraba con arte la montaña como lugar tremendo y fascinante de encuentro con Dios. ¡Cuántas montañas de Dios en un aula! ¡Exigen pies descalzos para poder escuchar su palabra! Con la cita de Isaías abre Francisco su último mensaje para la Jornada Mundial de la Paz. El desarrollo es el nuevo nombre de la paz (Pablo VI). Pero un desarrollo humano integral necesita dos vectores principales: instrucción y educación, motores de la paz; la gran inversión para la cultura del cuidado, que rompe barreras y construye puentes. Abre espacios adecuados a los dones de cada uno para trabajar en la transformación de la realidad promoviendo el bien común.
Conoce la teología el dogma de la encarnación y sus profundas implicaciones para la pedagogía. Sabe que sus contenidos más sagrados, si no portan sabor a vida para el ser humano, para todo ser humano, son letra muerta, un son que aturde. Dialogar significa escucha. Así también entre la pedagogía y la teología, llamadas a estar uncidas al mismo yugo de un arado que roture tanta tierra en barbecho, yerma, por abandono, abusos e indignidad. Cuanto más trascendental el cambio, mayores los desafíos…y las oportunidades. Jesucristo, luz que alumbra a toda persona, es la almendra del anuncio, repite con bella tozudez el arte. Él es nuestra paz. Él, nuestra Pascua, eterna novedad que todo lo hace nuevo. Su Espíritu empuja siempre hacia los nuevos areópagos a dialogar con todas las tradiciones, racionalidades y culturas. Nada le es ajeno. Ni debe serlo, por tanto, para sus mensajeros, como muestra la más noble y fecunda tradición de la escuela.