Paciencia
Estuve allí por primavera, en la catedral de San Wenceslao y San Estanislao, Cracovia. La película Karol, el hombre que se convirtió en Papa (2005) de Giacomo Battiato, sitúa ahí al arrogante oficial socialista haciendo ostentación de una erudición en arte muerto; ostentación tan jactanciosa y pobretona como el nacionalismo que la inspira. El ídolo nacionalista ciega sus ojos para ver el alma universal que inspiró
a los artistas, y que en ese mismo instante late en las personas que rezan en la catedral. Y sordo al coro de voces que acompañan el rezo desde 1320 en un templo Patrimonio de la Humanidad. La película narra las peripecias del joven Karol Wojtyla bajo la bota del socialismo nacionalista, y del socialismo comunista después. Dos ideologías laicas del mismo género y distinta especie, sacralizadas; exhibicionista una, sibilina experta en muros la otra. Su pacto de invasión y reparto de Polonia desencadena la Segunda Guerra Mundial. De la catedral, a un logrado fruto de esta, la universidad. El arrogante oficial intelectual confiesa ante ciento ochenta y siete profesores su impaciencia. Necesitaría tiempo, mucho más tiempo, una eternidad, para dialogar con ellos. Pero Saturno lo devora. Solución, deportarlos a todos. Un profesor de Filología lo pone en evidencia, el oficial tiene los puños apretados porque están vacíos de vida. Ejecutadlo. No se extrañe el profesor de Religión de que algunos quieran expulsarlo de la escuela. Alegraos, así persiguieron a los profetas. Invita la Bula del Jubileo 2025 a la paciencia, en relación tan estrecha con la esperanza que nace del Crucificado. “En la cruz está la vida y el consuelo”, dice la Teresa que abre los ojos a Edith Stein, intelectual alemana judía, convertida en santa Teresa Benedicta de la Cruz. Los campos de concentración y gulags del socialismo convertidos en glorioso clamor ecuménico de mártires. “La paciencia todo lo alcanza… solo Dios basta”.

