Colegios con carisma o un carisma histórico
Muchos centros están tomando conciencia de un relevo generacional en los liderazgos de la actividad escolar, y no solo por edad, sino también por vocación, donde religiosos y laicos comienzan a compartir tareas y responsabilidades que hasta hace poco solo habían estado en manos de los miembros de las ordenes religiosas. Se trata de un momento decisivo para los carismas congregacionales, pues lo que antes residía en el corazón de los consagrados, ahora se comparte con el laicado vocacionado, que encuentra en un carisma concreto un proyecto para la construcción del reino. Pero ¿cómo hacer ese tránsito? Pues no todo el laicado que trabaja en los colegios participa de esta vocación. El modelo de habitabilidad tradicional de los carismas educativos no sirve para la diversidad de los colegios de hoy. No basta con arrastrar un carisma histórico y obligar al laicado a que se ajuste a él; se necesita dotar al centro educativo de una pastoral que retome los elementos principales del carisma a través del pequeño grupo de laicos vocacionados que participan de él, darles espacio y liderazgo para que repiensen y recreen, junto con los consagrados, un carisma actualizado, que se active más allá de las liturgias y las tradiciones. La pregunta que hacernos es: ¿queremos colegios con carisma o un carisma histórico? Un colegio con carisma tendrá como líderes a laicos comprometidos, que tengan como punto de partida la evangelización y la pastoral de procesos al estilo de la familia carismática a la que pertenece. La colaboración entre vocaciones diferentes será fundamental para que el carisma se expanda. Por eso se deben compartir liderazgos educativos con los laicos, pues en lo pedagógico también se transmite el carisma.
Los liderazgos pedagógicos deberán enmarcarse dentro del carisma del centro, con laicos comprometidos no solo con la misión, sino con los objetivos de la familia carismática.