Entre la proclamación y la educación
La escuela cristiana es una plataforma privilegiada para el primer anuncio. En realidad, esta afirmación es algo novedosa, pues, hasta hace dos décadas, el trabajo central de la escuela cristiana era la creación de procesos catecumenales. En estos primeros años del siglo XXI, hemos descubierto que la tarea se desplaza al punto de partida de la iniciación cristiana, al primer contacto con la experiencia amorosa de Dios. Se trata de una tarea proclamativa, pues es un mensaje más corto y activo, al contrario que la catequesis. El primer anuncio, dice Xavier Morlans, se da en la conversación entre amigos y conocidos, pues es una puerta que se abre de repente, que sorprende y provoca curiosidad. Tiene un punto de atracción y otro de intuición. Es un instante que se experimenta, una pequeña serendipia que impulsa a cruzar el umbral. La puerta para la experiencia cristiana es una puerta comunitaria, en la que pretendemos que la persona se implique personalmente en el relato que vive la comunidad. Sin comunidad comprometida, no hay puerta. Sin el cuidado de un ambiente familiar de acogida, es imposible que se dé esta atracción y deseo de explorar la propuesta de Jesús más a fondo. El grupo comprometido que sostiene la comunidad educativa es el que crea las condiciones oportunas para que se den pequeñas proclamaciones, de tú a tú. En la proclamación cercana, se debate la posibilidad de iniciar diálogos íntimos que anuncian explícitamente a Jesús y su mensaje (Evangelii nuntiandi 22). Debemos entonces preguntarnos cuáles son las acciones que procuran una comunidad “proclamativa” en nuestros centros. O, quizá más oportuno, cómo pasamos de una comunidad centrada solo en el trabajo educativo a una comunidad centrada en la “proclamación” de Jesús (Evangelii nuntiandi 19). Es una buena reflexión para el tiempo de Adviento. Ahí lo dejo.