La complejidad de educar
“La educación es compleja”, les explico a mis alumnas a principio de curso. La educación puede ser un camino complejo e irregular en el que se produce un proceso mistagógico de autocomprensión y exocomprensión. A través de ella, empoderamos a los alumnos para que se hagan capaces de participar en la maravillosa e inabarcable conversación cultural hecha de símbolos, creencias, indagaciones y sentimientos, en la que crecen y viven. La educación no es preparación para la vida, sino un acto consciente de acoger la vida y enfrentarla de la mejor manera posible. El acto educativo necesita de procesos de autoconocimiento, de ayudar a los alumnos a distanciarse de sí mismos para comprender sus virtudes, defectos, retos y oportunidades, pero, sobre todo, para acertar la vida recibida. El acto educativo necesita de procesos emancipatorios de la cultura recibida, es decir, hacer conscientes a los alumnos de la tiranía de la cultura, frecuentemente discriminatoria e injusta, que nos constituye, y de la oportunidad que la propia cultura nos ofrece para revestirla de valores más solidarios y transformativos. Dotar a los estudiantes de la capacidad de analizar su realidad en el contexto de una realidad mayor es el mejor regalo que se les puede hacer cada curso que comparten en nuestros centros educativos. Hacer de esta cercanía física a veces no buscada un espacio de reconocimiento, aceptación y proacción, en el que los estudiantes descubran que, por mucho que sus situaciones personales sean complejas o desesperadas, su vida siempre merece la pena. Me pregunto cuántas veces están presentes estos procesos en las muchas programaciones que hacemos apresuradamente a principio de curso. ¿Podría ser este año diferente? ¿Podría ser que este curso primaran los procesos mistagógicos por encima de los contenidos de tipo conceptual? Ojalá pueda ser. Feliz inicio de curso.