Lo que llamamos sabiduría
Los educadores andan siempre preguntándose cómo mejorar el conocimiento de sus alumnos. Algunos de ellos indagan, además, la manera de que este se dinamice. A este conocimiento dinámico, integrado en la vida, se le suele llamar sabiduría, una noción amplia y compleja que hace referencia a la capacidad de comprender, discernir y aplicar el conocimiento de manera equilibrada y prudente en la vida. No se limita a la acumulación de información o datos, sino que implica una comprensión profunda de verdades que se encuentran en la vida. La sabiduría se desarrolla a través de la experiencia, la reflexión, el aprendizaje continuo y la introspección, acciones y estrategias que se desarrollan en los diversos ámbitos de la vida, como las relaciones interpersonales, la toma de decisiones, la resolución de problemas, la búsqueda de sentido, incluso en la maduración de la experiencia religiosa. Dado que la sabiduría ayuda a sostener y desarrollar la vida de forma equilibrada, sería recomendable que estuviera presente en las enseñanzas y los aprendizajes escolares. Llevar la sabiduría a la escuela implica: primero, cultivar un entorno educativo que se centre en el desarrollo integral a partir de un currículo que relaciona conceptos, pensamientos, emociones y valores; segundo, desarrollar el currículo a través de espacios de diálogo que promuevan una reflexión crítica, algo necesario para tomar en consideración diferentes perspectivas sobre cuestiones éticas y sociales a través del intercambio y no del enfrentamiento; y por último, desarrollar y fortalecer procesos de introspección o interiorización, a través de la calma, el silencio o la meditación, de forma que las ideas, emociones y acciones puedan madurar con suficiente tiempo, sin prisa, y con la posibilidad de que florezcan cuando sea necesario para armonizarse con el resto de la vida del estudiante.