Participación y esperanza
Siempre me han interesado las comunidades de aprendizaje. Es una experiencia educativa compleja que requiere la participación de muchas personas con un proyecto claro que lo sostenga. El primero es un elemento motivacional que mantiene la confianza en el otro y la esperanza en que nuestra intervención en las sociedades puede mejorar la vida de las personas. La participación en un proyecto comunitario educativo necesita de una comprensión previa del papel de la persona. Muchos profesores no sienten que son fundamentales en el desarrollo de los proyectos educativos. En muchas ocasiones, una primera motivación al empezar a trabajar desaparece tras varios años. El segundo elemento, un proyecto claro, también es escaso en muchos lugares educativos. Está en papel, en vagas afirmaciones genéricas, que frecuentemente no encuentran su forma de concreción en el día a día. La falta de conexión entre la teoría y práctica educativa es una de las razones por las que
los proyectos de centro no funcionan. Reflexionar sobre la práctica educativa es algo que en muy pocos centros se hace. Las comunidades de aprendizaje dan solución a esta desconexión, pues implican a una diversidad de personas que tienen distintos roles dentro de la comunidad, esto es, una diversidad de pensamiento, actitudes y perspectivas. A partir de la reflexión conjunta, crean un proyecto, desde unas ideas teóricas que se adaptan a una realidad concreta. Existe así una implicación emocional de los agentes educativos, que ven el proyecto como un proceso que camina hacia el futuro. Se trata de un caminar conjunto, a la vez que esperanzado y que puede, si nos animamos este fin de curso a la reflexión conjunta, convertir el papel en acciones esperanzadas y concretas para un mejor aprendizaje comunitario.