Sin duda, en estas latitudes, su reino es el verano. El abanico es un utensilio cuya finalidad es dar aire. Está formado por una serie de varillas unidas radialmente a un extremo que lo cruza un pasador. Esas varillas están cubiertas por una pieza de tela semicircular de papel o piel decorada. Se puede plegar juntando todas las varillas, de modo que la pieza de tela queda doblada entre las varillas. El abanico es de origen chino. Al principio todos los abanicos eran pintados a mano y reproducían cuadros famosos, hoy la variedad es inmensa.
Apliquemos estas descripciones, alegóricamente, a nuestras vidas. Para desplegar nuestra vida con toda su brillantez y para que pueda verse el arte que escondemos cada uno de nosotros internamente, se requiere que, con anterioridad, hayamos hecho un minucioso trabajo de elaboración personal. Esa belleza que aparece al desplegar el abanico ha supuesto un paciente y delicado trabajo anterior: ¡Tanta belleza no aparece por casualidad!
El abanico está formado por muchas varillas. Aunque la mayoría tienen la misma forma, todas ellas son distintas. Cada varilla sujeta la parte de la tela que está adherida a ella. La varilla, aunque es la sujeción más importante, se mantiene escondida, queda en segundo plano, en el fondo, y sirve de apoyo para que se pueda apreciar la belleza pintada sobre la tela. En nuestras vidas hay cosas escondidas y que son la base de otras exteriores que se muestran, en algunos momentos, con toda su belleza y brillantez. Muchos logros personales los hemos conseguido a base de mucho esfuerzo, de intentarlo una y otra vez, de ser constantes en la tarea, incluso a base de algún que otro sacrificio. Has conseguido algo bello que ha supuesto trabajo y dedicación. En estos momentos se muestra la belleza exterior conseguida, pero la sujeción de todo eso, que no se ve y que está escondida, ha sido fruto de un laborioso trabajo.
En el abanico hay una parte esencial que destaca del resto: el pasador. Su finalidad consiste en mantener unidas todas las varillas permitiendo que, a su vez, la tela se despliegue. En él confluye todo, dando unidad y forma a todos los elementos del abanico. Sin él, por mucho que se agiten las varillas y la tela del abanico, no puede cumplir con la finalidad para la que fue diseñado.
Este pasador puede simbolizar nuestra vida interior. Toda la belleza exterior que mostramos tendrá su finalidad estética y permanecerá en el tiempo, si hay una rica vida interior que la unifica y le da permanencia. El cultivo interior posibilita todo lo demás. Hace posible que todo nuestro ser sea capaz de influir, ayudar y afectar a los demás, sobre todo en las personas con quienes tenemos un contacto más frecuente. Es lo que sucede con el abanico: cuando se agita, el aire se expande hacia el exterior ofreciendo a los demás una agradable sensación de frescura.
Podemos extraer varios aprendizajes del abanico. Su unidad interna permite ser agradable para los demás cuando despliega toda su belleza. En nuestras vidas hay trabajos callados y escondidos que son la base de conductas más visibles que, en su momento, se mostrarán con toda su brillantez. La auténtica belleza no aparece por casualidad, requiere un trabajo previo y silencioso. La belleza exterior permanecerá en el tiempo si hay una rica vida interior que la unifica y la sustenta.
Cuídate por dentro, cuida todas tus dimensiones, te sentirás bien y serás una ayuda agradable para los demás. Despliega toda tu belleza.