PISA: solución o problema
La duda no viene de los resultados. Schleicher plantea: “Cuando PISA comenzó, pensamos que Finlandia era la receta del éxito; veinte años después, no sabemos si lo que evalúa PISA es parte de la solución o del problema”.
Desde que existen las evaluaciones PISA, sus resultados generan debate, aunque es cierto que es más más mediático y social que pedagógico.
En 2023, hemos conocido los datos de la edición de 2022, retrasados por la pandemia. El debate ha vuelto a acontecer en los mismos términos. No hay grandes novedades respecto a la tendencia que ya conocíamos, incluso en la discrepancia a la hora de interpretar debilidades y fortalezas del sistema educativo español. Considero que el impacto ha sido menor que en ediciones anteriores, ha sido actualidad un menor tiempo y apenas ha tenido consecuencias; en todo caso, se agranda el desprestigio de la educación y se ensancha la brecha entre política educativa y realidad. Desde nuestro punto de vista, observamos que crece inexorablemente la duda sobre la pertinencia de los enfoques educativos que PISA evalúa. En este escenario, nos sumamos a los análisis, primero los datos y luego las preguntas.
Fue en los años noventa cuanto la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) decidió hacer un diagnóstico del aprendizaje de los estudiantes. Se eligió hacerlo a los quince años y en conocimientos de matemáticas y comprensión lectora, posteriormente se incorporaron evaluaciones de la competencia científica. En 2025, se añadirá la evaluación del inglés. Son decisiones que condicionan inevitablemente las prioridades de las políticas educativas de los países y los propios fines de la educación. Llama poderosamente la atención que, mientras las tendencias pedagógicas tratan de recuperar una visión más holística e integral de la educación básica, PISA persista en reincidir en aprendizajes demasiado tradicionales; de hecho, las materias que clásicamente se consideraban instrumentales constituyen hoy sus prioridades.
Cierto que crecen voces críticas con estos enfoques, más allá del valor comparativo entre países, en el interior del programa PISA. Indicadores de esta crisis son las aproximaciones a otras prioridades menos pragmáticas y utilitaristas de la educación: por ejemplo, la competencia global o emocional. En aquellas evaluaciones, los estudiantes españoles obtenían mejores resultados en habilidades de convivencia en asuntos como la igualdad de género, la pobreza, el hambre, la guerra o el medioambiente, que resolviendo los problemas de las clásicas comprensión matemática, lectora y en ciencias.
Rehumanizar los fines de la educación
La última edición de 2022 mantiene esta tendencia y revela mejores indicadores sobre el bienestar emocional de España respecto a otros países. Por ejemplo, el 6,5 % del alumnado español declara haber sido acosado frecuentemente, frente al 8,3 % de la media OCDE; el alumnado español destaca también por su mejor grado de integración en el centro escolar, solo por detrás de Austria y Suiza, lo que repercute favorablemente en el clima escolar y en la motivación del alumnado. Aquí se apoya José Manuel Bar, secretario de Estado de Educación, para valorar el “enorme esfuerzo de los docentes durante la pandemia, que ha permitido una mayor resiliencia de los centros educativos españoles”.
Los resultados generales son conocidos: en matemáticas, el alumnado español se sitúa en los 473 puntos, similar a la media de la Unión Europea (474), con tendencia a la baja; en ciencias, el alumnado español obtiene 485 puntos, igual a la media de la UE (484), también a la baja; y en competencia lectora, el rendimiento medio de España (474) se encuentra también en línea con la media de la Unioón Europea (475), también con tendencia a la baja. Más allá de los datos, reclamamos la urgencia de rehumanizar los fines de la educación poniendo al alumnado en el centro. Así, siendo los alumnos más importantes que los resultados, el sistema educativo dejaría de expulsar tempranamente al 14 % de sus estudiantes (datos de 2022) y evitaríamos que al 28 % de los españoles (hasta los treinta y cuatro años) se les ha privado del título de la Educación Secundaria Obligatoria.
Más allá de los datos, reclamamos la urgencia de rehumanizar los fines de la educación

