Hiperrealismo pascual
El tsunami provocado por el cartel de Semana Santa de Sevilla me pilla terminando un libro sobre Biblia y novela gráfica. Entre la exuberancia del Barroco y el desafío de artistas gráficos actuales, me pilla la discusión sensible.
Por: Junkal Guera
Leo a unos y a otros; primero, al artista, que algunos han calificado de “infame” (según la RAE, “que carece de honra, crédito y estimación”, a pesar de que tiene un currículo impecable). Sus palabras nos hacen saber que ha querido representar al varón que hay en Cristo, desde la perspectiva más serena e iluminada de su vida, que rápidamente he entendido que es la resurrección. Bien por él, que metidos en la Semana Santa, solemos los católicos olvidar que se justifica por la resurrección; que no somos discípulos del Viernes Santo. Además, comparte las claves de su inspiración, la mirada serena de su hermano antes de morir, la belleza de su hijo Horacio, las potencias del Cristo del Amor y el paño de pureza del Cristo de la Expiración (el Cachorro). Más Sevilla no puede ser; que siempre se ha dicho que la imagen de ese Cristo, precisamente, se inspira en la expiración de un gitano trianero conocido por ese apodo, “Cachorro”. No solo eso; sino que usar como modelo a su hijo recuerda, y mucho, los retratos “a lo divino” de Zurbarán con las mujeres de la alta sociedad de Sevilla.
Quiero decir, pues, que esta obra hiperrealista de Salustiano García Cruz se ha fraguado en el hiperrealismo del evangelio en el que de Jesús dan testimonio Mateo, Marcos, Lucas y Juan a partir de sus experiencias personales de encuentro con él, de las imágenes de su contexto, de los relatos y recuerdos orales. Quizá por todo ello, también a algunos Jesús les pareció “infame”: borracho, comilón, amigos de publicanos y pecadores; bueno, “no eran de los nuestros”, eran judíos. Pero, también a los nuestros, los apóstoles, que lo negaron, se avergonzaron, y lo dejaron solo. ¡Qué le vamos a hacer! Es el hiperrealismo pascual.
Lo que llama la atención, y me pasa lo mismo con este trabajo sobre Biblia y novela gráfica del que hablé, es que son personas no precisamente comprometidas con la fe católica (Tom Gauld, Pablo Ríos), o con el mundo de las hermandades en el caso de Salustiano, las que se dejan “atrapar” y “cautivar” por el hiperrealismo pascual; por el amor derrochado hasta el extremo; por la serenidad ante la ironía de la vida; por la luz de quien no solo no persigue la fama (infame), sino que un juego de “pierde/gana”, nos lega un tesoro de felicidad, sentido, alegría de vivir (“nadie me quita la vida, la doy voluntariamente”, Jn 10,18-20). Que haya católicos que, creyéndose súper católicos, hayan tildado la obra de infame y miserable, y que lo hayan hecho porque representa una masculinidad que no respetan, eso hay que hacérselo mirar porque dista, y mucho, del hiperrealismo pascual.
Tú, si puedes
Queridos maestros, hablad en clase del cartel, y del catolicismo de Jesús, el difamado por haber expuesto el hiperrealismo de la Pascua. En lenguaje de nuestros días, habladles del hermano que llamó infame al hijo pródigo; de quien no negoció con masculinidades que llamaban miserables a las prostitutas; de quien, como Zurbarán a las mujeres de Sevilla, le dijo a Zaqueo, “tú, si puedes”. Hacedles notar cuántas veces somos nosotros, todavía hoy, los que nos negamos a reconocer, porque es duro, que la luz de la Pascua brilla en medio de la tiniebla, de la dificultad, del ser uno de tantos, de entregarse gratuitamente. Estamos en Cuaresma, nunca mejor. Y, si cabe, a los más mayores, decidles que algo de todo este debate de la hiperrealidad de la Pascua está detrás del “mal rollo” que está lastrando la comunión entre los católicos cuando con “palabras gruesas” manifestamos nuestro desacuerdo con una línea pastoral, un documento, etc. El hiperrealismo pascual nos pide serenidad, discernimiento y contemplación del varón que fue Cristo y que en la cruz reconcilia a los desavenidos, despojándonos a todos de ideologías, y haciendo converger nuestra mirada en las potencias de Cristo que vence la muerte, el mal y el dolor, y en su paño de pureza, que no ignora la humanidad, sino que invita a trascenderla, sabiendo que Cristo nos ha dicho: “Tú, si puedes”. Y conste una cosa: a mí el cartel no me gusta.
El hiperrealismo nos pide serenidad, discernimiento y contemplación del varón que fue Cristo

