Dos años: primer balance
Finaliza un curso escolar en el que se habrá completado la implantación de las medidas legislativas de la LOMLOE y sus nuevos currículos. Parece oportuno hacer balance para sistematizar y visibilizar sus consecuencias.
La aplicación de la LOMLOE para la enseñanza de la religión, desde el punto de vista legislativo, ha confirmado las preocupantes valoraciones que hicimos con motivo de su aprobación. La enseñanza de la religión quedó señalada en la aplicación de la LOMLOE por las dudas que su legislación generó mediáticamente; solo aquellas dudas, aunque no fueran del todo reales, ya suponían un desprestigio y un desgaste de la asignatura y su profesorado. Aparecieron los mantras de siempre: la religión quedaba fuera del horario y ya no era evaluable, ninguno de ellos correctos, pero tuvieron notable impacto social. También se comentó que la religión recortaba su horario, en algunos cursos hasta la mitad, y que su nota no computaba para las medias, ambas cuestiones ciertas. Además, la supresión de la asignatura espejo, vigente hasta entonces, añadía un factor de desorganización escolar y nos retrotraía a situaciones discriminatorias entre el alumnado que cursa enseñanzas de religión y quienes no la eligen.
Los datos eran sabidos y las consecuencias también. Ya en la LOE habíamos vivido exactamente lo mismo. Ahora, tocará hacer balance de estos dos primeros años de su aplicación lo que nos confirmará que, una vez más, son decisiones políticas para perjudicar la enseñanza de la religión y a su profesorado. Se trata de una vieja estrategia que va dando sus frutos, aunque mucho más lentos de lo que sus autores diseñaron. La religión sigue siendo materia escolar, más de treinta años después de sus primeras impugnaciones, mantiene la mitad de los estudiantes del sistema educativo cursándola; a pesar de seguir sometida a una marginación académica que dificulta notablemente su mejor funcionamiento. Parece lógico en este escenario, además de otras razones culturales, que sigamos perdiendo alumnado, dos puntos porcentuales aproximadamente en cada uno de los últimos dos cursos.
Un nuevo currículo
La aplicación de la LOMLOE para la enseñanza de la religión, desde el punto de vista pedagógico, ha supuesto el diseño de nuevos currículos, como ocurre con cada reforma educativa. El nuevo marco curricular suponía novedades significativas que no estaban inicialmente previstas en la ley orgánica, pero que los decretos de enseñanzas mínimas impusieron posteriormente. Como valoramos positivamente en su momento, la pedagogía de la religión volvió a dialogar con las fuentes del currículo que la reforma proponía y fue capaz, una vez más, de alumbrar un nuevo currículo que, manteniendo la perspectiva de la visión cristiana de la vida, se articuló en coherencia con las finalidades propias del sistema educativo, las nuevas exigencias del aprendizaje competencial y el perfil de salida. Merece la pena valorar el proceso de elaboración del currículo de Religión Católica, en el que se contó, por primera vez, con la participación del profesorado, que pudo expresar sus opiniones en los debates iniciales y también sobre el borrador que se sometió a consulta pública.
Los nuevos currículos, no solo de Religión Católica, suponían una mayor novedad que en reformas anteriores. Lo que exigía un mayor esfuerzo en la formación permanente del profesorado para su aplicación en las programaciones didácticas, pero no hubo el apoyo necesario por parte de las Administraciones, y las iniciativas que lo apoyaron fueron privadas. El primer curso no se llegó a tiempo en algunas de las comunidades autónomas y, en el segundo, la novedad despertaba menor interés. En el caso de Religión Católica, a pesar de todo, dos años después, la formalidad de su implantación está conseguida. Creemos que la síntesis pedagógica de sus competencias específicas va calando y orientando al profesorado en la selección de aprendizajes esenciales; sin embargo, la síntesis teológica de los saberes básicos está teniendo mayor dificultad para ser comprendida y aplicada.
Así pues, estamos en tiempo de balance, una tarea que debemos realizar entre todos.
La pedagogía de la religión volvió a dialogar con las fuentes del currículo que la reforma proponía