¿Cancelando, cancelando?
Los estudiantes utilizan a menudo las redes sociales para expresar sus opiniones y preocupaciones sobre sí mismos y sobre sus compañeros y maestros. Esto puede suponer una cierta “cultura de la cancelación” que traslade los debates y relaciones internas de la vida escolar al ámbito público de las redes. Además, se puede exponer a personas de la comunidad escolar que son más vulnerables y normalizar prácticas de exclusión a través del acoso, el descrédito o la negación de la diversidad y la incitación al odio. La cultura de la cancelación solo se puede abordar y contrarrestar a través de un aprendizaje de la diversidad como forma natural de convivir con otros. Esto quiere decir que no se asume la diferencia como un obstáculo, sino como algo natural que se acepta, escucha y respeta. Y desde esa acogida de la diferencia se reflexiona y aprende de nuevo, como una oportunidad a seguir creciendo y no encerrarse en los propios prejuicios. Frente a la cultura de la cancelación, la escuela puede fomentar la cultura del diálogo abierto y el aprendizaje observante y participado sobre temas complejos relacionados con la sociedad, la política, la economía o los valores ciudadanos. Las instituciones educativas pueden diseñar procesos pedagógicos y didácticos de diálogo en la escuela para promover ambientes seguros y respetuoso para libertad de expresión y así fomentar el debate abierto y la participación desde la diferencia como forma social de enriquecimiento mutuo. Con ello se reduce la tendencia al racismo, el sexismo y la xenofobia, problemáticas que en sociedades polarizadas crecen y se normalizan. Debemos preguntarnos hasta qué punto estamos fomentando con nuestras pedagogías dentro del aula la “cancelación” y desde dónde abordar el diálogo, no como un valor superficial sino como la aceptación de la diferencia y el aprendizaje a través de ella.

