La sesión vespertina del congreso “La Iglesia en la educación. Presencia y compromiso”, celebrada a las cuatro de la tarde del veinticuatro de febrero en el auditorio de IFEMA de Madrid, que ha servido de marco para acoger el trabajo realizado por la mañana en los diferentes ámbitos y paneles desarrollados, ha contado con el cardenal José Tolentino Mendonça, prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, como uno de los invitados especiales. En su intervención, el cardenal se ha congratulado de iniciativas de esta índole, que refuerzan la pasión educativa y el compromiso pastoral de todos los presentes en el congreso, un motivo indispensable, ya que, como ha señalado el propio Tolentino Mendonça, educar “es una de las misiones más importantes de la Iglesia”. Hoy, hemos tenido la oportunidad de conversar más detenidamente con él sobre algunos retos y desafíos que afronta la enseñanza religiosa escolar (ERE).
Bienvenido, don José. La clase de Religión es una oportunidad para hacer visibles en el espacio académico las contribuciones que la racionalidad abierta a la trascendencia aporta al desarrollo de la cultura. ¿Cómo hacerla creíble en el diálogo transdisciplinar?
La clase de Religión puede enfrentar desafíos importantes en contextos educativos caracterizados por una creciente diversidad cultural y religiosa, pero también por un enfoque muy técnico y empírico de la existencia. Pero estas mismas características del entorno educativo actual pueden ofrecer oportunidades únicas para desarrollar un diálogo transdisciplinario creíble y enriquecedor. Centrarse en el diálogo interdisciplinario significa mostrar cómo las cuestiones de la fe y de la espiritualidad se entrelazan con la historia, la literatura, la ciencia y otras disciplinas. Este enfoque ayuda a los estudiantes a ver la religión no como un conjunto aislado de creencias, sino como una parte integral del desarrollo humano y cultural. La educación religiosa es una oportunidad para invitar a los estudiantes a cuestionar, explorar y reflexionar sobre debates contemporáneos, como las cuestiones éticas que plantean la tecnología y la ciencia o las cuestiones de justicia social y ambiental. La enseñanza religiosa puede ser una plataforma para explorar cómo la racionalidad, abierta a la trascendencia, contribuye al desarrollo humano y cultural.
Europa avanza hacia un marco único europeo de educación, orientado fundamentalmente a las competencias necesarias para el aprendizaje a lo largo de la vida y el empleo. ¿Tienen hueco los saberes propios de la ERE en un modelo competencial?
La ERE puede enriquecer el currículo educativo, ofreciendo perspectivas valiosas y habilidades transversales que estén en armonía con los objetivos de la educación y formación integral. La ERE, por ejemplo, proporciona a los estudiantes herramientas para comprender y apreciar la diversidad religiosa y cultural, promoviendo el respeto y el diálogo entre personas de diferentes creencias. Esto es particularmente relevante en una Europa cada vez más multicultural, donde la competencia intercultural es fundamental para la coexistencia y la cohesión social. La educación religiosa ofrece un espacio para el desarrollo del pensamiento crítico, invitando a los alumnos a explorar cuestiones fundamentales sobre la vida, la moral, la ética y la sociedad. Estas habilidades son esenciales para el aprendizaje permanente, ya que permiten a las personas adaptarse y encontrar soluciones innovadoras a desafíos complejos. La ERE puede desempeñar un papel importante en el desarrollo de la conciencia ética y social, aumentando la conciencia de los estudiantes sobre cuestiones de justicia, solidaridad y sostenibilidad. Si bien la ERE cubre contenidos que parecerían específicos o limitados a un área del conocimiento, las habilidades que promueve son ampliamente transferibles y fundamentales para el desarrollo integral de los estudiantes. Por tanto, ciertamente tiene un espacio relevante en un modelo educativo orientado al aprendizaje permanente y al empleo en el contexto europeo contemporáneo.
Distinguimos en las propuestas educativas de organismos internacionales (Unesco, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, Unión Europea) una sensibilidad creciente hacia un nuevo humanismo que posibilite la construcción de una ciudadanía global sensible a la sostenibilidad. ¿Cómo debemos acogerla desde la clase de Religión?
Es verdad. Hoy notamos una creciente sensibilidad hacia un nuevo humanismo que enfatiza la sostenibilidad y la construcción de una ciudadanía global. Así lo destacan las propuestas educativas de organismos internacionales como la Unesco, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y la Unión Europea. Este enfoque puede ser adoptado y enriquecido por la enseñanza religiosa a través de diversas estrategias que conecten los valores espirituales y éticos con estos objetivos globales. La enseñanza religiosa puede profundizar la ética del cuidado del planeta fomentando una conciencia global que reconozca la interconexión entre todos los seres humanos y el medioambiente. A través de la enseñanza de la religión, podemos promover la comprensión de que las acciones y decisiones personales tienen repercusiones globales, y que la solidaridad y la cooperación son esenciales para abordar los desafíos comunes. Las clases de religión pueden ser un vehículo para discutir y profundizar cuestiones de justicia social, pobreza, desigualdad y derechos humanos, conectándolas con la doctrina social de la Iglesia. Esto prepara a los estudiantes para ser agentes de cambio positivo, comprometidos con la creación de una sociedad más justa y equitativa. Es decisivo promover el diálogo y el respeto entre las diferentes tradiciones religiosas y culturales, subrayando la importancia de la diversidad como fuente de riqueza y aprendizaje. La enseñanza de la religión puede ser un espacio donde aprendamos a apreciar cómo las diferentes creencias contribuyen a la construcción de una ciudadanía global sensible y comprometida. Estos son solo algunos ejemplos.
Como decía Miguel de Unamuno: “No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas”. La enseñanza de la religión no es un espacio aislado del resto del currículo escolar, puede ser un contexto en el que se aborden y exploren los valores y habilidades necesarios para enfrentar los desafíos del siglo XXI. Al alinear su enseñanza con los principios del nuevo humanismo y la sostenibilidad, la educación religiosa puede contribuir significativamente a la formación de ciudadanos globales conscientes, responsables y comprometidos.
Para conformar nuestros currículos desde los núcleos teológicos esenciales que han generado cultura y que nos pueden ayudar a hacer frente al paradigma tecnocrático y el transhumanismo, ¿cuáles subrayaría como fundamentales? ¿Cabría pedirle a la clase de Religión en el sistema público los criterios que se le piden a la teología en Veritatis gaudium?
Creo que es necesario resaltar algunos fundamentos teológicos y espirituales cruciales que también brindan perspectivas críticas y una visión alternativa, tanto al desarrollo tecnológico desenfrenado como a las promesas del transhumanismo. El concepto de la dignidad intrínseca de toda persona, creada a imagen y semejanza de Dios, es fundamental. La idea bíblica del ser humano como custodio de la creación enfatiza la responsabilidad de cuidar y preservar el mundo natural, lo que contrasta con visiones tecnocráticas que ven la naturaleza como un mero recurso a explotar. La enseñanza teológica sobre la importancia de la comunidad y la solidaridad humana propone una alternativa al individualismo exacerbado que a menudo acompaña tanto al transhumanismo como al paradigma tecnológico, promoviendo una visión más colaborativa y menos egocéntrica. Las enseñanzas sobre la vulnerabilidad y el sufrimiento, vistas como aspectos intrínsecos de la condición humana que nos abren a la necesidad de los demás y a la compasión, ofrecen un contrapunto a las aspiraciones transhumanistas de superar todas las limitaciones humanas, incluidos el dolor y la muerte. La visión teológica de la esperanza y la trascendencia ofrece una dimensión que va más allá de los límites de la vida material y tecnológica, proporcionando un horizonte de significado y propósito que el mero avance tecnológico no puede satisfacer.
Sobre la enseñanza de la religión en el sistema público y los criterios propuestos en la Veritatis gaudium, vale la pena recordar lo dicho por el mismo papa Francisco, quien afirma que “la escuela católica sigue siendo esencial como espacio de evangelización de los jóvenes. Es importante tener en cuenta algunos criterios inspiradores señalados en Veritatis gaudium en vista a una renovación y relanzamiento de las escuelas y universidades en salida misionera, tales como: la experiencia del kerygma, el diálogo a todos los niveles, la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad, el fomento de la cultura del encuentro, la urgente necesidad de crear redes y la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha. También la capacidad de integrar los saberes de la cabeza, el corazón y las manos” (exhortación apostólica Christus vivit 222).
Este enfoque ayuda a los estudiantes a ver la religión no como un conjunto aislado de creencias, sino como una parte integral
¿En qué sentido el profesorado de Religión en el sistema público son expresión de la misión de la Iglesia?
Aunque podrían parecer lejanas en el tiempo, las palabras del Concilio Vaticano II no pierden su vigencia. Los profesores de Religión deben esforzarse con exquisita diligencia en conseguir la ciencia profana y religiosa avalada por los títulos convenientes y procurar prepararse debidamente en el arte de educar conforme a los descubrimientos del tiempo que va evolucionando. Ellos, unidos entre sí y con los alumnos por la caridad, y llenos del espíritu apostólico, están llamados a dar testimonio, tanto con su vida como con su doctrina, del único Maestro, Cristo. Y se destaquen por su amor al proyecto educativo, por involucrarse y meterse ellos mismos “en juego”, en una búsqueda continua. Como en aquella bella poesía de Gianni Rodari sobre el profesor: “De aprender no se acaba jamás, / y aquel que no sabe es / siempre más importante / que aquel que sabe ya. // Esta escuela abarca todo el mundo. / Abre los ojos: / tú también eres un alumno”.
En los colegios de ideario cristiano el papel de la asignatura de Religión es clave para avanzar en un currículo evangelizador en el que la búsqueda de la Verdad no hace incompatible razón y fe. ¿Puede aportar algunas claves para que no se confunda con la acción pastoral?
En las escuelas de inspiración cristiana, la enseñanza de la religión juega un papel crucial en la promoción de un plan de estudios evangelizador donde la búsqueda de la Verdad armoniza la razón y la fe. Sin embargo, es crucial distinguir entre educación religiosa y acción pastoral para garantizar que cada una mantenga su propósito e integridad específicos, complementándose una de la otra. El objetivo principal de la educación religiosa es educar sobre los fundamentos, la historia, los principios morales y las prácticas de la fe. Esto incluye promover una comprensión crítica y respetuosa de las propias creencias y las tradiciones religiosas de los demás, así como fomentar la reflexión ética y el desarrollo espiritual personal. El foco de la acción pastoral, en cambio, es más bien acompañar a los estudiantes en su crecimiento y maduración de la fe vivida. La educación religiosa debe promover el pensamiento crítico, la investigación y el debate constructivo sobre cuestiones de fe, ética y moral, integrándose armoniosamente en el plan de estudios general.
El congreso “La Iglesia en la educación” que se ha celebrado quiere invitar a vivir, como expresión de la comunión y misión de la Iglesia, la presencia en los diferentes ámbitos de la cultura y la sociedad, para anticipar los desafíos y las respuestas que nos ayuden a seguir aportando a la cultura. En su opinión, ¿cuáles son esos desafíos?
La presencia de los cristianos en diferentes ámbitos de la cultura y la sociedad trae consigo la necesidad de afrontar una serie de desafíos complejos, para seguir ofreciendo contribuciones significativas a la cultura contemporánea. Desde esta perspectiva, ciertamente es posible identificar varios desafíos relevantes. Como dije en mi conferencia, el rápido progreso científico y tecnológico presenta tanto oportunidades como desafíos para la fe cristiana. Es esencial desarrollar un diálogo constructivo entre fe, ciencia y tecnología, que tenga en cuenta las cuestiones éticas que plantean los nuevos descubrimientos e innovaciones, contribuyendo a orientar el progreso tecnológico hacia el bien común.
Por otra parte, la creciente diversidad religiosa y cultural en las sociedades contemporáneas requiere un compromiso renovado con el diálogo interreligioso e intercultural. Los cristianos deben comprometerse a construir puentes de comprensión y respeto mutuo, promoviendo la paz y la cooperación entre personas de diferentes religiones y tradiciones culturales. En una sociedad a menudo fragmentada y líquida, muchas personas buscan un sentido de identidad y pertenencia. Los cristianos están llamados a ofrecer una comunidad acogedora, que dé testimonio del calor de la fe vivida y ofrezca respuesta a la sed de sentido y de relación auténtica. Abordar estos desafíos requiere creatividad, diálogo continuo con la cultura contemporánea y un profundo compromiso personal y comunitario, manteniendo siempre en el centro el mensaje de esperanza del Evangelio. Estamos llamados a repetir, como en aquel poema de Machado: “Late, corazón… / No todo se lo ha tragado la tierra”.
Los cristianos deben comprometerse a construir puentes de comprensión y respeto mutuo, promoviendo la paz y la cooperación