La tercera tabla
Según los libros del Éxodo y del Deuteronomio, Yahvé entregó a Moisés unos preceptos para el pueblo de Israel esculpidos en dos losas de piedra. Se habla de estas como “tablas de la ley”; y suelen representarse en una de ellas los tres primeros mandamientos, relativos a la fe en Yahvé y al culto a él debido, y en una segunda tabla otros siete, relativos al comportamiento entre los hombres y las mujeres. En una civilización industrial y consumista, que genera toneladas de basura, habría que añadir una tercera tabla, innecesaria en la Edad del Bronce, pero imprescindible ahora. A este propósito me permito fantasear sobre la nueva tabla que Moisés traería desde el Sinaí. Imagino que diría algo así, mejor formulado, como conviene a un legislador: “No malgastes el agua. / No contribuyas a deforestar el planeta. / No tires desperdicios a cualquier sitio. / Modera el consumo. / Compra nada más lo que necesitas. / Usa materiales biodegradables o de larga duración. / Reutiliza ropa y dona lo que no uses. / Evita las bolsas plásticas y los envases que no sean imprescindibles. / Separa residuos y colócalos en los oportunos contenedores o puntos de reciclaje. / Repara electrodomésticos antes de comprar otros nuevos”. Reducir consumo, reciclar, reutilizar, reparar: son preceptos no menos importantes que el de no mentir o el de honrar a la familia, a los mayores. En ellos se desmenuza el mandamiento esencial de la tercera tabla: el de cuidar el medioambiente, que los resume de igual modo que el “ama al prójimo como a ti mismo” resumía casi todos los preceptos tradicionales. O sea, y en suma: cuida del mundo, cuida de tu entorno, igual que te cuidas a ti mismo. O bien en paráfrasis del “nada de lo humano me es ajeno” de Terencio: ¡que nada de la naturaleza te sea ajeno!

