Zona de desarrollo
La clave de toda enseñanza está en activar lo que algunos psicólogos denominan “zona de desarrollo próximo”, franja intermedia entre el nivel mental y emocional de un niño o adolescente en el momento actual y el nivel inmediato que puede alcanzar. Esa zona delimita lo que el alumno es capaz de aprender, de asimilar. Guiándose por ella, se fijan objetivos de instrucción, sean de lectoescritura, de cálculo o de historia. Dicha zona rige también objetivos educativos propiamente tales: sea en sentimientos o en actitudes y valores. En los años escolares cabe así educar en la construcción de la identidad personal, una identidad, sin embargo, que irá tomando distintos perfiles y cariz desde la infancia hasta la adolescencia, cuando uno se pregunta “quién soy” y “qué quiero hacer en el futuro”. Cabe igualmente (y es necesaria) la educación sexual y el amor, puesto que también niñas y niños se enamoran. Cabe, en general, educar o conducir en el camino de una inteligencia emocional, que mejor sería designar como aprendizaje emocional o sentimental. También los sentimientos, los afectos se aprenden. Ha llegado a decirse: ¿cómo sabríamos qué es el amor si no lo hubiéramos leído en novelas, o visto en películas, o escuchado en canciones? Vale lo mismo para el compañerismo y la amistad, para las actitudes y las relaciones sociales, familiares. Eso se educa mediante la exposición a modelos históricos o actuales, a relatos, también a mitos, que el educador ha de presentar e interpretar ajustados a las posibilidades de asimilación (zona de desarrollo) del educando. El desarrollo moral puede fomentarse presentando dilemas de comportamiento. El educador encontrará en la red muchos ejemplos de ellos, algunos clásicos, a menudo solo hipotéticos, aunque también realistas.

