Estamos en los “yas”. Tomemos nota
Donde se invita a tomar nota de la situación real en muchos ámbitos de la misión de la Iglesia y actuar en consecuencia
Una de las sabidurías que me ha acompañado y me acompaña desde hace muchos años es la que representa mi admirado Quino en todas sus viñetas, pero, muy en especial, en las idas y venidas de Mafalda. Entra Mafalda en la habitación de su madre, la encuentra maquillándose frente al espejo del tocador y, como admirada y asertiva, con esa rotundidad que le da la mirada libre y sin prejuicios sobre lo que ve, le pregunta: “¿Maquillando los yas para que parezcan todavías?”. He citado, en numerosas ocasiones, esta tira que, a mi modo de ver, denuncia uno de los grandes peligros que acechan a las instituciones que sufren grandes convulsiones en su historia y, muy en especial, a la vida y actividad de la propia Iglesia.
Nos encontramos “estirando” esquemas del pasado como si la situación fuera la misma. La realidad es que nuestros catequistas son personas de extraordinaria generosidad pero de edad avanzada, tras los cuales no se prevé un posible relevo inmediato; y, sin embargo, seguimos actuando con los mismos planteamientos y esquemas de nuestras catequesis parroquiales. La realidad es que, en el seno de la escuela católica, apenas quedan religiosos directamente en los puestos directivos y, sin embargo, seguimos nombrando a religiosos entrados en años que han prolongado su dedicación a cargos directivos hasta edades avanzadas, para que hagan malabares con el fin de que sean titulares, no solo de un colegio sino de varios, aunque no estén en la misma ciudad. La realidad es que nuestras iglesias están o vacías o pobladas de personas mayores y, sin embargo, el esquema de parroquia permanece: despacho parroquial, catequesis por la tarde, los funerales, las misas del fin de semana y lo poco que haya de grupos de confirmación. La realidad es que no hay clero suficiente para atender a toda la oferta sacramental que seguimos manteniendo, pero nos empeñamos en agrupar centros de culto en demarcaciones cada vez más amplias para intentar mantener una estructura de modelo de cristiandad, como si, realmente, evangelizar hoy en nuestra sociedad significara atender a la demanda sacramental.
Lectura de lo nuevo
Los ejemplos se podrían multiplicar. Lo que necesitamos es abordar esta situación con el rigor y con la confianza que da la fe. Sabemos que la humanidad ha avanzado en contraposición con el reino del determinismo animal, porque se ha apuntado a la gran arma de nuestra inteligencia: la anticipación. Ese ha sido el gran secreto de proyectos que han abierto el futuro. Pero, desde la perspectiva de la fe, el horizonte se amplía: la historia no es nuestra, es de Dios, y su lectura debe partir siempre de la gran proclamación del Apocalipsis: “He aquí que hago nuevas todas las cosas”. Una expresión que debe ser escuchada en la melodía de Isaías: “Mirad, voy a hacer algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notáis?”. Esta es la visión cristiana de la historia. La cuestión no es tanto cuánto podremos mantener nuestros esquemas sino hasta qué punto somos capaces de leer lo nuevo. Y aquí nos encontramos con signos de los tiempos tan radicales como es la mayoría de edad de los laicos, un clamor que el Espíritu no cesa de mostrarnos. Un camino que se oteaba en el horizonte en aquel “jalones para una teología del laicado” de 1953 de Congar. Necesitamos una auténtica teología y espiritualidad de “lo nuevo”. Una novedad que se encarna en la anticipación, porque nos sitúa en el punto existencial correcto: la libertad de los hijos de Dios. Siempre me llamó la atención la insistencia de Pablo: “Para ser libres nos liberó el Señor”. ¿Por qué consideró Pablo que era necesario esta aparente frase sin sentido? Quizá, sea por miedo a la libertad. Nadie asegura que el riesgo de apostar por nuevos espacios y sensibilidades tenga éxito. Se necesita mucho discernimiento para ello. Pero de lo que no tenemos ninguna duda es de que la fidelidad no es la repetición de lo que hacemos sino la recreación de lo que somos. En contextos distintos.
La fidelidad no es la repetición de lo que hacemos
sino la recreación de lo que somos