Observando la naturaleza
Si observamos con detenimiento la naturaleza, se convierte en una de nuestras grandes maestras. Nosotros también somos naturaleza. Vamos a detener nuestra mirada en los bulbos. Los bulbos son un tipo de plantas cuya característica principal es vivir dependiendo de un tallo subterráneo. Poseen en su exterior una membrana seca que protege las capas más internas. Tienen una increíble capacidad para la supervivencia.
Los bulbos, internamente, contienen humedad y nutrientes que usan para sobrevivir a las condiciones adversas. Esto les permite permanecer en un estado latente bajo tierra y casi sin luz. Cuando las condiciones se vuelven favorables, gracias a sus reservas de nutrientes, comienzan un nuevo ciclo de floración.
Hay bulbos que mantienen todas sus potencialidades durante mucho tiempo, incluso fuera de la tierra. Si pasado un tiempo se vuelven a plantar, florecerán y actualizarán toda la belleza escondida en su interior.
El cultivo interior
Cultivando nuestro mundo interior estamos haciendo una importante apuesta para el presente y para el futuro. Para el presente porque nos ayuda a que nuestro mundo exterior y sus relaciones tengan sentido vividas desde dentro, desde nuestras potencialidades interiores. Éstas no se ven a simple vista, como sucede con el tallo subterráneo de los bulbos. Y es una apuesta para el futuro porque, cuando las circunstancias que nos rodeen no sean favorables para nuestro desarrollo y crecimiento, mantendremos, como sucede con los bulbos, reservas interiores que nos facilitarán resistir el temporal adverso. Nuestros nutrientes interiores, cuando regresen las condiciones adecuadas, potenciarán nuestro florecimiento con fuerza y brillantez.
Los bulbos y la paciencia
En todo este proceso lo que se requiere fundamentalmente es paciencia. La palabra paciencia deriva del latín patiens, que significa “el que padece”. Esto nos habla de cierto “sufrimiento” que supone la espera. La virtud de la paciencia nos invita a tener esperanza, a no desesperar. Cuando las circunstancias a nuestro alrededor no son las que consideramos más adecuadas, se impone paciencia y reflexión. Aunque externamente no veamos ningún cambio, como sucedía con los bulbos, si mantenemos vigorosa nuestra vida interna, llegará el momento del florecimiento. Paciencia. No se trata de un trabajo y de una espera inútil, es un quehacer y un tiempo dedicados al cuidado interior, a generar reservas.
Los seres humanos no nacemos naturalmente pacientes. La paciencia hay que entrenarla aprendiendo a tolerar la incertidumbre, la duda, el sufrimiento y las situaciones dolorosas. Ser pacientes no es signo de debilidad, al contrario, es un signo de fortaleza interior. Nadie pensaría que esos bulbos que llevan tanto tiempo fuera de la tierra fueran capaces de regenerarse nuevamente y crecer. Ellos nos enseñan que la paciencia y el cultivo interior hacen que, aún en circunstancias complejas y adversas, podemos ser capaces de florecer saliendo fortalecidos. La paciencia es protectora. Podríamos decir que su efecto es el mismo que realizan esas membranas exteriores de los bulbos que protegen su parte más interna. La paciencia nos permite atravesar situaciones adversas sin derrumbarnos, manteniendo internamente nuestra vitalidad. Decía san Agustín que “la paciencia es la compañera de la sabiduría”. Paciencia = paz y ciencia.
Algunos aprendizajes vitales
- Cultivando nuestro mundo interior estamos haciendo una importante apuesta para el presente y para el futuro.
- La virtud de la paciencia nos invita a tener esperanza, a no desesperar.
- Cuando trabajamos nuestro interior estamos generando reservas disponibles para cuando se necesiten.
- Ser pacientes no es signo de debilidad, al contrario, es un signo de fortaleza interior.
Un par de preguntas para la reflexión personal
- ¿Soy una persona paciente?
- ¿Me siento una persona fuerte interiormente?

