Nadie educa a nadie
Donde se recuerda en este tenso inicio de curso que estamos para poner en pie procesos educativos, no para nuestros alumnos, sino con nuestros alumnos
Nadie educa a nadie, nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan entre sí con la mediación del mundo”. La frase es una de las joyas del pensamiento y la acción de Paulo Freire. No es un pedagogo que suene en los cantos de sirena de los gurús de la innovación; sin embargo, sigue constituyendo una fuente inagotable de inspiración. He comprobado con tristeza el desconocimiento que de su obra intelectual y de propuesta de método educativo tienen gran parte de nuestros colectivos de educadores. Si la traigo a colación es porque la experiencia de este inicio de curso tan incómodo y encorsetado me ha vuelto a demostrar que seguimos instalados en un paradigma educativo de arriba abajo y que nos perdemos la gran oportunidad de elevar el nivel de implicación de nuestros alumnos en la puesta en marcha de los procesos educativos.
Tal como he propuesto en diferentes foros, se imponía iniciar el curso provocando un proceso de reflexión con nuestros alumnos sobre la experiencia de la COVID-19. Sé por experiencia propia que la organización de este curso ha sido una prueba de fuego para los equipos directivos. Sin embargo, reitero mi sugerencia de que abramos procesos de reflexión y trabajo con nuestros alumnos sobre esta experiencia tan significativa. Andamos preocupados por los contenidos y nos olvidamos de que nuestra primera tarea consiste en acompañar las experiencias de la vida personal y social, con el fin de ayudar a nuestros alumnos a que construyan un sentido. A menudo, la presión del currículo nos hace pasar de puntillas por experiencias personales y sociales muy relevantes, perdiendo la potencia educativa de la misma realidad. No olvidemos que el fin último de todos los procesos educativos que tanto programamos no es otro que el de ayudar a nuestros alumnos a que se sitúen en el mundo de una manera crítica y proactiva al servicio de una humanidad compartida.
Siguiendo este criterio, planteé a mis alumnos de primero de Bachillerato algunas cuestiones relacionadas tanto con su vivencia personal de esta pandemia como con su interpretación. Pero estas cuestiones no fueron presentadas solas. Las acompañé con dos fotos de portada de periódico, verdaderamente impresionantes, en las que se veía el éxodo de los emigrantes en la isla de Lesbos, huyendo del incendio del campo de refugiados de Moria, con las mascarillas en la boca sobre el fondo rojizo del incendio. Leer sus respuestas me demostró una vez más que necesitamos imperiosamente hacer hablar a nuestros alumnos y escucharlos de verdad. Nos sorprenderíamos a diario. Su visión sobre esta pandemia es todo un clamor dirigido a nosotros, los adultos: hay algo que falla en nuestro modo de vida (quizá estemos ante un aviso de la naturaleza), debemos vivir de otra manera, haciéndonos conscientes y valorando mucho más todo lo que tenemos, especialmente las relaciones con las personas que queremos. Todo un programa. Han sido capaces además de ponerle palabras a la ambivalencia de la experiencia del confinamiento, y muchos de ellos han verbalizado con valentía lo que han aprendido de sí mismos. Un último dato: el noventa por ciento de mis alumnos piensa que algo va a cambiar. Yo reinterpreto el dato y lo planteo como un imperioso reto: el noventa por ciento de mis alumnos me están diciendo que necesitan y esperan que el mundo cambie. ¿De verdad alguien se cree que tenemos unos jóvenes poco críticos y poco comprometidos? ¿No será más bien que nos refugiamos en la pretendida presión de los contenidos ignorando las dinámicas en las que se mueven? ¿No será que el sistema, especialmente conforme se avanza en los cursos, los va haciendo cada vez más pasivos?
Termino retomando el espíritu de la frase de Paulo Freire. El aprendizaje es común y recíproco. Aprendemos con nuestros alumnos y ellos con nosotros. No deberíamos programar para, sino programar con. Lo dice Freire: pongámonos a hablar del mundo con ellos, cada uno en el ámbito curricular que le corresponda. Solo así les ayudaremos a encontrar su lugar en el mundo.