Luces para el camino hacia el pacto educativo global
Con motivo de la celebración del pacto educativo global, presentamos un libro de creación colectiva que busca compartir caminos y metas universalizadoras que humanicen la sociedad y la vuelvan más fraterna y solidaria.
En estos últimos días, se ha reactivado el pacto educativo global y se cuenta con un tiempo extra para la reflexión y la búsqueda común. Reconstruir el pacto es cosa de todos, no solo de las jerarquías, autoridades o expertos. Todos hemos sido convocados a expresarnos, debatir, cribar, llegar a acuerdos, establecer prioridades y especialmente; pero también convocados para actuar, para llevar la práctica, de cada día, esas luces que vamos acordando y probarlas en la práctica, para experimentarlas y aprender de la propia experiencia, sin miedo, aprendiendo tanto de los éxitos como de los fracasos, con la humildad atenta para corregir los errores que podamos cometer en cada quiebro del camino. El mejor servicio educativo-evangelizador que podemos prestar es anticiparnos.
Quiero presentaros un libro que hemos construido más de doscientas veinte personas de cuarenta y cinco países, de los cinco continentes, para ir desbrozando el camino, no con el ánimo de elucubrar, sino con el firme propósito de ofrecer luces que hay que debatir y poner con urgencia en práctica, matizándolas, enriqueciéndolas o cambiándolas por otras, siempre con el concurso de todos, teniendo en cuenta la diversidad, al tiempo que nos abrimos a la universalidad. El libro se titula Luces para el camino. Pacto educativo global. Una educación de, con y para todos, lo he coordinado desde la Oficina Internacional de la Educación Católica y ha sido publicado por SM-PPC.
Lugar de encuentro y genialidad colectiva
Tal como nos indica el cardenal Óscar Rodríguez de Maradiaga en el prólogo, el presente libro es un lugar de encuentro, de búsqueda y de diálogo comunitario, de creación colectiva, en el que se incluyen aportes diversos que muestran e interrelacionan una sociedad cada vez más plural. Se trata de compartir caminos y metas universalizadoras que humanicen la sociedad, la vuelvan más fraterna y solidaria, construyan nuevas relaciones de las personas con la naturaleza, cuidándola y mejorándola. En línea con lo que nos decía el papa Francisco en Laudato si’ (215): “La educación será ineficaz y sus esfuerzos estériles si no se preocupa por difundir un nuevo modelo de ser humano, de vida, de sociedad, mejorando las relaciones con las personas y el medioambiente”.
Sin duda, necesitamos repensar el modelo de personas, de sociedad que queremos y que se ajuste a los desafíos del Evangelio de Jesús. Para lograrlo, necesitamos nuevos docentes, más competentes, más apasionados, más humanos y más espirituales, más comprometidos y amorosos, que den vida a lo que nos decía el Papa en Evangelii gaudium (258): “Docentes con alma”, marcados a fuego para esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, sanar, liberar, decididos a fondo a ser con los demás y para los demás.
Un libro incompleto
Ha sido construido de forma participativa y colaborativa, surge con el propósito de ser un libro abierto, incompleto, que persigue inspirar a todos, contagiarlos, para animarlos a compartir sus visiones, para dialogar, debatir, buscar y trabajar juntos, desde cualquier rincón del mundo.
Se trata, por tanto, de construir juntos un nuevo escenario educativo, involucrándonos nosotros e involucrando a otros. En nuestros centros educativos, hemos de propiciar reuniones, foros, seminarios, presenciales o virtuales, animados por expertos o entre todos; convocando a los diferentes agentes y demás implicados en la misión educativa formal o no formal, de manera homogénea (niños, profesores, familias, etc.) o de modo heterogéneo, agrupando niños con profesores; niños-profesores-familias; profesores y ciudadanos del barrio o ciudad donde se ubica el centro; profesores de los diferentes colegios de la localidad, convocados juntos para soñar y compartir; etc.
Y no solo para hablar, sino también para compartir proyectos o crear juntos otros nuevos y comprometerse a implementarlos en los diferentes colegios, para aprender desde la experiencia. Proyectos que mejoren las relaciones entre las personas, las ayuden a ser mejores y a comprometerse en la reconstrucción social y ambiental. Angelo Vicenzo Zani, secretario de la Congregación para la Educación Católica, nos dice en el primer capítulo que hemos de responder colectivamente a una “emergencia educativa” que se ha vuelto más compleja y aguda, a la que el Papa calificaba, el quince de octubre, de “catástrofe”. Zani nos invita a dialogar y renovar la pasión por la educación, para formar protagonistas de una sociedad más fraterna. Deja claro que hemos de afrontar los desafíos con responsabilidad y debemos trabajar juntos. Nos anima a una educación en salida, con espíritu abierto, de encuentro, inspirada en las obras de misericordia.
El Instrumentum laboris canaliza la reconstrucción
Lo hemos incluido en el libro, dado que puede canalizar e impulsar la reflexión, la búsqueda y la creación individual y colectiva, al menos en parte. En el libro ofrecemos dos modalidades para trabajarlo. Ambas nos permiten abordarlo de forma participativa y creativa, inspirándonos para dar las respuestas adecuadas y contextualizadas en torno a los cuatro ejes en los que se divide dicho documento: primero, nos sitúa en el proyecto de reconstruir el pacto educativo global, respondiendo a la “emergencia educativa”, transformando las personas y sus contextos, para vivir con los demás y para los demás; el segundo eje nos invita a reflexionar sobre el contexto próximo o lejano, para dar sentido, significado y perspectiva a la educación; el tercero nos hace mirar más allá de forma abierta, amplia y panorámica, para tejer juntos una nueva visión, en la que prevalezca la cultura del encuentro, la educación integral y el escuchar los gritos de los jóvenes y de la Tierra; por último, la misión en la que se indica que hemos de poner a la persona en el centro, afrontar la crisis relacional y ambiental, seguir la pedagogía del cuidado, educar para transformar y servir a los demás.
Propuestas comunes
Al afrontar este apartado, lo hago sin ánimo de anular toda la riqueza y amplitud de la información aportada por las diferentes personas que han plasmado en el libro sus reflexiones, conocimientos y experiencias, de forma sintética pero muy iluminadora. Cada uno de sus aportes son de gran sabiduría, fraguada desde una honda experiencia y un gran bagaje teórico y/o investigador. Me limitaré a resaltar algunas aportaciones que se repiten frecuentemente y que nos introducen en algunas de las posibles luces a acordar por todos y poner en práctica. Estas aportaciones se recogen en cuatro capítulos. A continuación, resalto, por capítulo, algunas de las propuestas más comunes:
Escuchando a niños y jóvenes
Los escuchamos en el capítulo cuatro. Han participado sesenta y cinco niños y jóvenes de diecisiete países de cuatro continentes. Impresiona oírles decir que quieren aprender lo que no les enseñamos, por lo general y de forma sistemática, en las aulas. Quieren aprender a ser personas, a ser buenas personas, con valores y virtudes. Quieren ser empáticos, aprender a ponerse en el lugar del otro e, incluso, llegar a ser compasivos, bondadosos, acogedores, comprensivos, respetuosos y cuidadosos de los demás. Quieren aprender a relacionarse, a convivir de forma fraterna y solidaria. Desean combinar teoría, con experimentación y acción comprometida y les gustaría pasar, desde ¡ya!, a la acción y transformar así sus personas y contextos, porque quieren, saben y pueden. Piden que les escuchemos y confiemos en ellos. Todo esto contrasta con nuestra forma de enseñar, tan anclada en el pasado, memorística y rutinaria, centrada en un currículo mercantilista y trasnochado, de espalda a las necesidades de los jóvenes y de una nueva sociedad fraterna y sostenible. En esas escuelas los niños y jóvenes escuchan pasivamente y no son escuchados. Hacen lo contrario de lo que nos viene diciendo el Papa en los últimos años: que hemos de escuchar a las nuevas generaciones y aprender de ellas. Merece la pena dejarnos interpelar por sus palabras, las de estos niños y jóvenes que escribieron y la de otros muchos que tenemos en nuestras aulas y fuera de ellas, cerca o lejos de donde educamos. Escucharlos, confiar en ellos, darles voz y permitirles que “hagan lío”, como nos ha sugerido el Papa en varias ocasiones.
Escuchando a personas del mundo
En este capítulo, participaron noventa y cuatro personas de veinticinco países: ministros o exministros de Educación; presidentes de conferencias episcopales; obispos; presidentes de escuelas católicas de diferentes países; directores; profesores; padres o madres; etc. Todos ellos coinciden en que es urgente alcanzar una alianza educativa y que no es una opción, sino la única vía posible para mejorar la educación, adecuarla a los tiempos de hoy y mañana y responder a los desafíos y necesidades actuales. Para ello, hay que dialogar, con una escucha humilde y activa, poniéndose en el lugar de los otros para comprender y acoger sus ideas. Proponen educar el ser, no tanto el saber; que eduquemos integralmente, no solo la mente, sino que partamos del corazón y le llevemos a la acción y al compromiso. Indican que hay que dar participación activa y autonomía a los niños y jóvenes y facilitar su colaboración, trabajar juntos. Insisten en educar en valores. Quieren una escuela abierta a la vida, capaz de ir y traer la vida a la escuela. Desean humanizar al aula y propiciar un trato cariñoso a los estudiantes, ayudándolos a dar sentido y significatividad a su vida, capacitándolos para servir a la comunidad.
Una gran mayoría indica que urge colaborar entre las escuelas; comunicar e intercambiar las mejores prácticas; elaborar y abordar proyectos juntos, crear redes de apoyo y trabajo conjunto, para innovar y transformar las sociedades locales y sus contextos ambientales. Igualmente, indican que se necesitan docentes competentes y apasionados, maestros de vida, dadores de amor y esperanza, que testimonien, con su vida y obras, lo que enseñan. Impresiona ver que, todas estas personas que han aportado sus reflexiones y testimonio, con diferentes perfiles, de distintos países y culturas, coincidan tanto y marquen caminos de mejora tan próximos y claros.
Escuchando a superiores generales
Participaron veinticinco superiores generales. Ellos indican que debemos poner la persona en el centro y afianzar el proyecto de una escuela a “tiempo completo” en la que podemos integrar la educación formal y la no formal, sirviendo al barrio o ciudad donde se ubican. Una escuela abierta, que salga a la vida y sea capaz de traer la vida a la escuela, una escuela que escucha y acoge (cultura de encuentro). Nos indican que hay que redefinir el modelo de persona y de sociedad. Insisten en apuntalar la educación integral, que realmente eduquemos a la persona toda: cabeza, corazón, manos, para propiciar una educación fraterna, solidaria y sostenible.
Prácticamente todos coinciden, directa o indirectamente, en que hemos de trabajar juntos, que dejemos de actuar aislada y competitivamente entre las instituciones o, incluso, dentro de la propia institución. Debemos empezar a tejer caminos colaborativos y crear redes que posibiliten un trabajo intercongregacional. Para ello, proponen aumentar el conocimiento mutuo, la interacción, compartir proyectos o programas y empezar a trabajar juntos. Ojalá encontremos pronto las acciones y procesos más adecuados para construir redes, educar y evangelizar juntos y no de modo tan fraccionado o enfrentado. Este escenario de alianza, pacto, “todos hermanos”, nos facilita este encuentro y trabajo colectivo.
Escuchando a expertos mundiales
Hemos recogido las aportaciones de treinta y siete expertos internacionales. Ellos también coinciden en poner a la persona en el centro del proceso educativo y que urge recuperar el enfoque humanista de la educación. Dan mucha importancia a educar integralmente, que la educación sea de calidad y equitativa para todos. Propugnan la colaboración frente al individualismo y la competencia. Indican que hemos de repensar el currículo, los métodos, la organización y los espacios. Hablan igualmente de la creación y fortalecimiento de redes entre profesores y entre escuelas. Señalan la pasión por los últimos y dicen no al descarte, no a la exclusión. Apuntan que urge contar con buenos educadores: humanos, profesionales competentes y espirituales. Hay que recuperar y consolidar el liderazgo pedagógico, gestor, moral y espiritual en las escuelas. Indican iniciativas válidas como Nazaret Global Education, Design for Change, aprendizaje-servicio, etc. Nos invitan a educar y construir la ciudadanía global. Merece la pena dejarse interpelar por sus ricas y variadas aportaciones. Su identificación y análisis pueden inspirarnos y ayudarnos a decidir el camino eficaz que nos lleve a una alianza válida y duradera, sirviendo a las personas y comunidades locales y globales.
Una nueva educación
En el último capítulo, se muestran sesenta y cinco proyectos o programas que se están implementando a nivel local, nacional o internacional y que muestran cómo se les da confianza, protagonismo y empoderamiento a los niños/jóvenes para que cambien sus vidas y sus realidades sociales o ambientales; programas en favor de los más pobres o excluidos, que atienden a niños de la calle, encarcelados, niñas sin dignidad o excluidas de la escuela, o cómo combaten el acoso escolar; escuelas en salida que atienden realidades de frontera, atendiendo a niños excluidos, creando una cultura de paz, de reconciliación y solidaridad; escuelas rurales, escuelas interculturales o con inmigrantes, con indígenas o en campos de refugiados; iniciativas en pro del derecho a la educación; programas de reforestación, de cuidado y mejora de la “casa común”; etc. Todos ellos ponen los cimientos de una sociedad más humana, reconciliada, fraterna, que se solidariza de los más pobres y necesitados y una sociedad comprometida en el cuidado y mejora del medioambiente.
Primeras conclusiones
Podemos comprobar que, al leer todos y cada uno de los doscientos veinte testimonios, estos están muy alineados con lo que nos dijo el papa Francisco el pasado quince de octubre y con lo que nos viene diciendo la Iglesia en los últimos tiempos; así como con lo que nos viene insistiendo la sociedad civil a través de la Unesco, ONU, y sus informes internacionales: humanizar la educación; incluir a todos; poner en el centro a la persona; escuchar a los niños y jóvenes; educar integralmente; predilección por los últimos; educar principalmente dos de los cuatro pilares de Delors (aprender a ser y aprender a convivir, a los que añadiríamos un quinto pilar: aprender a cuidar la “casa común”); colaborar, trabajar juntos, crear redes; formar docentes con alma que acojan, sanen, sirvan; alentar una educación transformadora y comprometida.
Aprovechemos esta oportunidad que nos ofrece el pacto, movilicémonos, anticipémonos y comencemos esta reconstrucción y replanteamiento educativo desde abajo, desde cada escuela y comunidad educativa, desde cada pueblo y ciudad, creando una gran red. Me alegra que sean estas páginas de Religión y escuela un foro, un ágora, para impulsar y reconstruir esta alianza de, para y con todos. Es momento de cocrear, de implicarnos, de abrir nuestra mente, de formarnos para el cambio, de acometer juntos la transformación, superando las barreras, bloqueos o intereses que nos han separado y dividido en el pasado.