Sentido y razón de nuestro ser educadores, en el centro
Alicia Plaza. Secretaria Autonómica de Escuelas Católicas de Murcia
Ahora que estamos todos muy atareados en “hacer y hacer cosas” llega el Papa Francisco y nos pone en el centro el sentido y la razón de ser como personas, docentes y escuela católica. Esta Casa común, de la que nuestros centros forman una parte importante, son sensibles con lo que nos acompaña Francisco en esta propuesta de PEG, no puede ser de otra forma. Nosotros a desplegar las propuestas y dotarlas de vida mediante transformaciones de fraternidad y responsabilidad.
Pero el Papa Francisco tiene claro el propósito, la visión y la estrategia del Pacto Educativo Global.
Si tuviera que quedarme con un titular -aunque son muchos los que ha dejado- que me ha llamado la atención es la creación de un itinerario educativo e integral basado en el amor y la responsabilidad, como antídoto de la cultura del yo, la indiferencia y del descarte, bajo un renovado compromiso educativo para estas nuevas generaciones lejos de la pobreza y exclusiones.
El propósito no es otro que “llevar a la persona al conocimiento de sí misma, del hogar común en el que está ubicada para vivir … … y sobre todo al descubrimiento de la fraternidad como una relación que produce la composición multicultural de la humanidad fuente de enriquecimiento mutuo”.
Su visión es una alianza entre las familias y las mejores energías de la sociedad, para poner en el centro el desarrollo integral de la persona y el cuidado de la Casa común.
Para este propósito y esta visión construye su estrategia basada en los siguientes objetivos:
- Capacidad para crear una armonía.
- Escuchar la voz de los niños adolescentes y jóvenes para construir un mundo de justicia y de paz. Una vida digna para cada persona.
- Fomentar la plena participación de las niñas y de las jóvenes en la educación.
- Tener a la familia como primera e indispensable educadora.
- Educar y educarnos para acoger abriéndonos a los más vulnerables y marginados.
- Comprometernos a estudiar para encontrar otras formas de entender la economía, la política, el crecimiento y el progreso para que estén verdaderamente al servicio del hombre y de toda la familia humana en la perspectiva de una ecología integral.
- Salvaguardar y cultivar la Casa común, protegiéndola de la explotación de sus recursos y adoptando estilos de vida más sobrios y buscando el aprovechamiento integral de las energías renovables del entorno humano y natural; siguiendo los principios de subsidiariedad y solidaridad de la economía circular.
Para poder desplegar todos estos pilares no ha hablado de cosas sencillas pero que no queremos ver, porque nuestra mirada se encuentra muy cegada en nuestros centros de interés y no en los principios de la doctrina social de la iglesia.
Muchas de las claves de la propuesta arrancan del documento Educar para el humanismo solidario (2017) de la Congregación para la Educación Católica de 2017.
Entiendo que el PEG es un camino excelente para asumir el reto de Laudato si´. Nuestras escuelas católicas deben ser sensibles a todas las propuestas de acción que nos ofrece (véase 164-246) donde encontramos ayuda para resolver temas cruciales de inmensa actualidad en nuestros centros como la intimidación y acoso, el maltrato, el descarte producido por la brecha digital, la exclusión, la pobreza física y espiritual, etc. Nos invita a poner la ecología integral en el centro de los contenidos curriculares, de la convivencia, de las actividades extraescolares y como no de la clase de Religión.
He escuchado en diversos momentos como resonaba el término cambio, pero también transformación. Entiendo, que quiere transmitirnos que es necesario estar en movimiento, bien cambiando estructuras, o transformándolas, es decir, suprimir y volver a hacer. Así lo ha expresado en sus palabras finales cuando habla de educar y educarnos para acoger a los más vulnerables y marginados.
En resumen, nos ha dicho que asumamos y hagamos nuestro este PEG como “un compromiso con valentía para dar vida en nuestros países de origen a un proyecto educativo, invirtiendo las mejores energías e iniciando procesos creativos y transformadores en colaboración con la sociedad civil. En todo este proceso, un punto de referencia es la Doctrina Social de la Iglesia, que inspirada en las enseñanzas de la Revelación y el Humanismo cristiano se ofrece como base sólida y fuente viva para encontrar los caminos a seguir en la actual situación de emergencia. Una inversión educativa basada en una red de relaciones humanas y abiertas, debe garantizar el acceso de todos a una educación de calidad a la altura de la dignidad humana y de su vocación a la fraternidad.
Es hora de mirar hacia adelante con valentía y esperanza que nos sostenga, por tanto, la convicción de que en la educación se encuentra la semilla de la esperanza, una esperanza de paz y de justicia, una esperanza de belleza y bondad, una esperanza de armonía social.
Recordemos que las grandes transformaciones no se construyen en el escritorio, no; haya una arquitectura de la paz en la intervienen las diversas instituciones y personas de una sociedad, cada una según su propia competencia, sin excluir a nadie, este es el camino, todos juntos cada uno como es, pero siempre mirando juntos hacia adelante, hacia la construcción de una civilización de armonía, de la unidad, donde no haya lugar para esta virulenta pandemia de la cultura del descarte”.