Un pacto para un futuro esperanzador
Mensaje de Miguel Poza Mateos, coordinador de Formación de EDUCSI - JESUITAS
El pacto para la Educación Global al que el papa Francisco nos ha invitado hoy es, ante todo, una gran noticia. La confianza que Francisco deposita en la educación como instrumento privilegiado para construir Reino, es algo que llena de alegría y esperanza a todos aquellos que dedicamos nuestras vidas a trabajar por una educación liberadora y transformadora. Poner la educación en el primer plano de la agenda política, económica y social, solo puede traer mejoras en la dignidad y la vida de las generaciones tanto presentes como futuras. Ese es ya un gran logro de este pacto para la Educación Global: centrar nuestra mirada en la educación.
Francisco nos llama a profundizar y renovar una tradición educativa que siempre ha acompañado a la Iglesia y sus instituciones. Es una invitación a no conformarse con cumplir sino a ir más allá de las simplificaciones, estandarizaciones y burocracias que reducen la educación a una simple instrucción, nos ha dicho. En mitad de una pandemia que ha acrecentado la crisis global y la educativa, este pacto es una llamada a perseverar y trabajar, aún más, en una educación que coloca en el centro la dignidad de todas las personas.
El Papa nos invita a poner la mirada en el largo plazo en un momento en el que la inmediatez lo devora todo; a depositar nuestra confianza en la persona, cuando el contexto es tal que nos da miedo acercarnos al otro; a poner como meta el bien común y el conjunto de la humanidad, en una situación donde el rédito fácil, cortoplacista y grotesco parece dominar el panorama político y económico. Esa es la llamada de Francisco: una invitación a educar en una dimensión global haciendo del mundo la casa de todos.
Esta educación para la ciudadanía global hunde sus raíces en el evangelio, tomando como modelo a Jesús y es una forma de entender la educación que ha estado presente en muchísimas instituciones religiosas. En concreto, la educación jesuita, (unas veces con más acierto, otras con menos) nunca ha abandonado la pretensión de formar personas capaces de trabajar en todo tipo de fronteras con el ánimo de diluirlas, tender puentes y evitar separaciones y discriminaciones. Por eso, nos llena de alegría esta invitación del Papa y nos emociona poder acompañar a tantas personas e instituciones en una labor a la que nos sumamos encantados. Es un auténtico regalo poder colaborar con todos aquellos que a lo largo y ancho del planeta quieren hacer de la educación el instrumento que posibilite un mundo más justo y solidario, una casa común que pueda ser habitada por las generaciones futuras.
Francisco nos invita a participar (estemos donde estemos y seamos como seamos) en una arquitectura de la paz que se oponga a la cultura del descarte y, de esa manera, aprender a construir un nuevo mundo. Sin duda es un reto ambicioso y complejo, pero también nos han dicho cómo podemos empezar: dando voz a las niñas y los niños, acompañando a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador.