A flote
Al hacer balance de la LOMLOE, lo primero que me viene a la cabeza son las palabras de José Antonio Marina en la introducción de su Ética para náufragos: “Los temas que trata son fáciles de enunciar y menos fáciles de resolver. No son más que tres; cómo mantenerse a flote, cómo construir una embarcación y gobernarla, cómo dirigirse a puerto”. Tras hablar con muchos compañeros profesores y de equipos directivos, creo que este año ha sido un intentar mantenerse a flote.
No ponemos en duda la necesidad y conveniencia de la nueva ley para adaptarse a la legislación y acuerdos internacionales, como la Convención sobre los Derechos del Niño, la Agenda 2030, la Declaración de Incheón, etc. Ni tampoco su propuesta de adaptar la educación al nuevo contexto social y cultural, de buscar una educación competencial, de integrar saberes y materias para alcanzar un conocimiento global y la importancia del perfil de salida que pone el acento en la construcción de la persona. Pero su implantación, lejos de hacerse con calma, llegó de forma precipitada y sin tiempo para prepararse a un cambio educativo tan importante. Porque lo que se propone no es un retoque de las anteriores leyes educativas, sino un cambio de mentalidad educativa. Y como todos los cambios culturales que conllevan una nueva forma mentis necesitan su tiempo. Para que se haga realidad, no basta que se apruebe la ley, sino que es necesario que penetre en la cultura educativa de los centros, de los docentes, de los alumnos y de las familias. Y tenemos que reconocer que la nueva ley no ha tenido tiempo para poder calar en estos ámbitos.
Se ha dado y se da incertidumbre legislativa. Varias comunidades comenzaron sin decreto de currículo, y en las que sí lo había, llegaron muy justos. Faltan todavía instrucciones y órdenes que sigan concretando aspectos importantes que hacen que el profesorado tenga que desarrollar su labor sin conocer aspectos básicos de su aplicación. El alumnado se ha visto obligado a adaptarse a cambios incluso con el curso comenzado. Y no ha habido tiempo para que el profesorado pueda formarse en la nueva propuesta metodológica y de evaluación. Todo ello hace que el profesorado se haya visto obligado a un sobreesfuerzo de tiempo, de trabajo y de inquietud, y que el alumnado haya tenido que estar a merced de la incertidumbre. Podríamos decir, por tanto, que todos hemos tenido que mantenernos a flote.
Y creo que el profesorado ha dado un ejemplo de profesionalidad
buscando lo mejor para la educación de sus alumnos
El puerto en el horizonte
Pero en educación, la acción y su efecto no se detienen. Y, por ello, mientras nos manteníamos a flote, había que construir la embarcación y dirigirla a buen puerto. Y creo que el profesorado ha dado un ejemplo de profesionalidad buscando lo mejor para la educación de sus alumnos. Aunque el puerto sigue siendo el mismo de siempre (la educación de la persona), en este año un tanto confuso, el papa Francisco ha puesto un buen faro: el pacto educativo global. Con él, el Papa nos ha invitado a buscar un nuevo “camino educativo que haga madurar una nueva solidaridad universal y una sociedad más acogedora”. En el fondo, como el objetivo de la LOMLOE, es un intento de buscar una renovación de la educación para alcanzar un nuevo humanismo que acompañe la educación de un nuevo ser humano.

