Pluralismo
La educación moral, en valores, tiene un amplio espacio despejado, en el cual están claras y unánimes (salvo para delincuentes) las líneas rojas: no matarás, no violarás, no traicionarás. Fuera de ese espacio, en cambio, se entra en terreno minado o resbaladizo del pluralismo ideológico de la sociedad moderna con tesis doctrinales contrapuestas sobre cuestiones como el aborto, la eutanasia y el matrimonio entre personas de igual sexo. Es conocida la posición de la Iglesia católica en esas cuestiones y se supone en sintonía con ellas al profesor de Religión (otra cosa puede ser el de Valores). Se conoce también la legislación española al respecto, no coincidente con la doctrina eclesiástica. Hay, además, otras posiciones morales, más restrictivas que la eclesiástica o, en el otro lado, más liberalizadoras que las legales oficiales en este o en otro país. ¿Cómo educar en ese pluralismo? Sin dogmatizar, antes bien, en propuestas sujetas a discusión, sea lícito exponer algunas líneas pedagógicas:
- Conviene distinguir entre moral pública, la marcada por las leyes y las costumbres de un país, moral confesional, derivada de un credo católico, islámico o cuáquero, y moral privada, estilo de vida (supongamos dieta alimenticia, actividades de ocio)
que una persona observa dentro de los límites que le quedan permitidos. - El maestro o maestra no puede, no debe ocultar a los alumnos sus convicciones morales propias, las confesionales y acaso también las privadas.
- El maestro o maestra no puede, no debe ocultar tampoco el pluralismo moral existente en la sociedad. Ha de dar a conocer las distintas posiciones en cuestiones discutidas e invitar a respetar, sin fanatismo, las ajenas a las propias.
- Incondicionalmente, desde luego, ha de inculcar el “no matarás”, etcétera.

