El autor de los Hechos de los Apóstoles nos describe el ideal de una “comunidad de salvados”, de creyentes que han aceptado el Evangelio, que han cambiado de vida y viven según el Espíritu, cuyos frutos son “el amor, la alegría, la paz, la tolerancia, la amabilidad, la bondad, la mansedumbre y el dominio de sí” (Gal 5,22). Este cambio de vida no era inmediato, sino que implicaba un proceso educativo largo. Pablo constata por experiencia propia que no fácil despojarse del hombre viejo dañado por el pecado para revestirse del hombre nuevo: “Yo soy un hombre de apetitos desordenados y vendido al poder del pecado, y no acabo de comprender mi conducta, pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco” (Rom 7, 14-15).
Así como Pablo reconoce su condición pecadora, los que pedían entrar a la Iglesia debían reconocer su fragilidad y su condición pecadora. La Tradición apostólica de Hipólito recoge con detalle cómo era el inicio del proceso catecumenal: “Se interrogará a los candidatos sobre su tipo de vida, sobre si tiene esposa o es esclavo”. Especialmente, se les pedía que abandonasen cualquier profesión incompatible con la fe cristiana, como la de “regente de un prostíbulo, meretriz, artista de ídolos, gladiador, militar, mago, hechicero o astrólogo”. Asimismo, durante el proceso al bautismo, “se examinará si han vivido honestamente, si han tratado de honrar a las viudas, si han visitado enfermos, si han ejercido toda obra buena”.
El catecúmeno debía ejercitarse en el estilo de vida propio de un cristiano, realizando obras de misericordia, compartiendo los bienes y renunciando a los ídolos. Entraba en un camino de conversión donde va descubriendo con la ayuda de sus catequistas la vida en el Espíritu. De este modo, se va despojando del hombre viejo y revistiéndose del hombre nuevo. La inmersión en las aguas del bautismo será la confirmación simbólica de un nuevo nacimiento en el Espíritu. Seguidamente, era ungido con aceite y se pedía la efusión del Espíritu Santo, para que reciba el espíritu de sabiduría y de inteligencia, de consejo y fortaleza, de ciencia y de piedad y de santo temor de Dios.
Un proceso de humanización
El catecumenado es un proceso educativo cuya finalidad es alcanzar una nueva vida llena de sentido con un comportamiento excelente, una vida virtuosa. Del mismo modo, la educación cristiana en la familia, la escuela y la Iglesia busca que los niños crezcan en la práctica de las virtudes con el ejemplo e inspiración de sus padres y educadores, el conocimiento del mensaje cristiano y la vida de oración. La educación cristiana es un largo proceso de humanización donde el modelo a imitar sería Jesús, y el horizonte, el reino de Dios. Inspirado en el modelo catecumenal, este proceso tendría tres fases: liberación, consolidación y perfeccionamiento.
En un primer momento, el educador ayuda a sus discípulos a salir de la servidumbre del pecado, liberarse de la ignorancia, de las bajas pasiones, de las abulias, las abdicaciones y el egoísmo. El educando debe tener una decisión firme por renunciar al pecado e iniciar un largo proceso educativo de cambio. En un segundo momento, el educando debe fortalecer su voluntad para permanecer en el buen camino iniciado. El pecado está instalado en la frágil naturaleza humana y en cualquier momento podría tener una caída y abandonar el proceso de cambio. Las ilusiones de la mente y la concupiscencia le desvían del verdadero camino y le paraliza en sus esfuerzos para mantenerse en el propósito y vivir en la gracia. Jesús enseña a sus discípulos a orar para permanecer firmes y no caer en la tentación. Hace falta una voluntad sólida y fortaleza para mantenerse en fidelidad a las convicciones adquiridas al inicio del proceso.
Una vez que el educando ha fortalecido la voluntad con los hábitos y el auxilio de la gracia divina, se da el salto a la santidad (perfeccionamiento). Recibe los dones del Espíritu Santo y puede vivir como un hombre nuevo liberado de la esclavitud de la ignorancia y el pecado.
La inmersión en las aguas del bautismo será la confirmación simbólica de un nuevo nacimiento en el Espíritu