Una reforma con las cosas claras
Se acerca otra reforma educativa en la que la enseñanza de las religiones, a pesar de ser un tema menor en el sistema educativo, volverá a ser uno de sus emblemas, como en las anteriores.
Pero, en esta ocasión, las reglas de juego están ya definidas. Hay menos vacilaciones y los mínimos son conocidos. Las posiciones ideológicas y la jurisprudencia fijan algunos límites.
Confirmado el equipo de Ministerio de Educación y Formación Profesional que elaboró el proyecto de ley
para reformar la LOMCE, aprobado por el Consejo de Ministros el quince de febrero de 2019, es inevitable una nueva ley de educación. La ministra Celaá ha explicado cuál va a ser la hoja de ruta: se mantendrá el mismo texto del proyecto de ley aprobado, uno nuevo tendría que someterse a consulta por diversos órganos, entre ellos, el Consejo de Estado, Consejo Escolar del Estado o la Conferencia Sectorial de Educación. Una vez aprobado de nuevo por el Consejo de Ministros, se remitirá a las Cortes Generales como proyecto de ley para su tramitación parlamentaria, cuya duración será prácticamente de un año. Allí, se podrá enmendar por los socios de Gobierno. Si se cumplen estos pronósticos, a finales de 2020 o comienzos de 2021, se habrá modificado la LOE de 2006 y derogado la LOMCE de 2013. Aunque en el texto de 2019 el proyecto se denominaba LOMLOE, los pactos de gobernabilidad la han rebautizado como LOBE (Ley Orgánica Básica de Educación). La implantación de la reforma comenzaría en el curso 2021/22 y se completaría en dos cursos.
Las motivaciones que más vamos a escuchar para legitimar socialmente la reforma son que era imprescindible porque la LOMCE vulneró la igualdad de oportunidades con efectos nocivos para el sistema educativo. Se acusará a la LOMCE de haber roto el consenso de la LOE. Y se justificará la nueva reforma para alinear nuestro sistema educativo con las políticas de la Unión Europea y la Unesco, se conectará con la Agenda 2030 de Naciones Unidas y su eslogan será “una educación para el siglo XXI”.
La asignatura de Religión
La clase de Religión dejará de ser una asignatura específica en Primaria y Educación Secundaria Obligatoria,
dejará de ser optativa en Bachillerato, dejará de aparecer en el articulado que organiza las asignaturas en cada etapa escolar y dejará de ser evaluable a todos los efectos. Así era en la LOMCE. También desaparecerá del currículo escolar la asignatura de Valores que se proponía hasta ahora como alternativa para los que no eligen Religión.
En la nueva reforma, Religión se mantendrá como oferta obligatoria para los centros y será voluntaria para el alumnado. Sobre su evaluación, se recuperarán las condiciones de la LOE, evaluable como materia escolar, válida para el paso de curso, pero no computable a efectos de medias para becas y acceso a la universidad.
No se puede recortar más la evaluación porque ya lo intentó la LOGSE y los tribunales fijaron este límite validado ya por la jurisprudencia. En cuanto a la alternativa, una vez suprimida la de la LOMCE, necesariamente se regulará una atención educativa, porque también hay unos límites marcados por las numerosas sentencias; el alumnado, en Primaria y Secundaria, deberá estar atendido por un profesor, pero no conllevará programación ni evaluación. La nueva ley incluirá una materia de Valores Cívicos y Éticos en uno de los cursos del tercer ciclo de Primaria y en otro de Secundaria. En este caso, también es una vuelta exacta a la LOE. En Bachillerato, la asignatura de Religión dejará de tener la consideración de optativa y será voluntaria y sin alternativa; al no ser una etapa obligatoria, no es tan evidente que los centros estén obligados a ofertarla; que no sea computable, aunque sí evaluable, tendrá un efecto mayor por la proximidad del acceso a la universidad.
Sobre el profesorado de Religión, al igual que la LOMCE no modificó la disposición adicional tercera de la LOE, ahora tampoco está prevista ninguna modificación.
En definitiva, si se cumplen las previsiones ministeriales, sobre la regulación de la clase de Religión no habrá
incertidumbre: con la LOBE regresamos a la LOE.

