El oso de peluche de Benedicto XVI
Recuperamos algunos pequeños detalles de la infancia del papa Benedicto XVI que revelan un lado muy tierno y amoroso de un papa al que se considera un gigante intelectual aunque sencillo y humilde.
Hace poco más de 1 año, el 31 de diciembre de 2022, moría Benedicto XVI a los 95 años en el monasterio Mater Ecclesiae, en el Vaticano. Casi diez años antes, el 11 de febrero de 2013, él mismo había anunciado su renuncia al papado, que se hizo efectiva el 28 de febrero de ese mismo año. Con ocasión de su muerte la revista Vida Nueva nos recordaba diez claves de su vida con diez imágenes significativas a las que podemos acudir para caer en la cuenta de la importancia de este papa, un gigante intelectual muy respetado –pero humilde y sencillo– que el 19 de abril de 2005, tras ser elegido Papa, se autodefinió como «un simple y humilde trabajador de la viña del Señor». En Aleteia podemos ver once imágenes de la infancia de Benedicto XVI y el nacimiento de su vocación.
Una carta al Niño Jesús
A la tierna edad de siete años, un joven Joseph Ratzinger ya demostraba su profunda fe. Al final de su vida circuló la noticia de que se había descubierto una carta que el propio Joseph escribió en 1934, cuando tenía 7 años, con su petición de regalos al Niño Jesús como es costumbre en Baviera, en lugar de la carta a los Reyes que hacemos en España. La carta, escrita en Sütterlin, antigua caligrafía alemana que complica su lectura pues está en desuso, dice así:

«Querido Niño Jesús, pronto descenderás sobre la tierra. Traerás alegría a los niños. También a mí me traerás alegría. Quisiera el Volks-Schott [un misal en alemán], una casulla verde para la Misa y un Corazón de Jesús. Seré siempre bueno. Saludos. Joseph Ratzinger».
El secretario de Benedicto XVI, monseñor Georg Gaenswein, manifestó que el Papa “se ha alegrado mucho” del hallazgo y que su contenido “le ha hecho sonreír”. Mirando ahora la increíble vida del difunto Joseph Ratzinger, parece que cumplió su palabra.
Le encantaban los animales de peluche
Pero unos años antes no había pedido un misal y casulla para jugar a decir misa, sino un osito de peluche.
Cuando Joseph Ratzinger era niño, a menudo estaba enfermo y se consolaba con sus animales de peluche. En una ocasión, cuando todavía no caminaba solo, acudió junto a sus hermanos mayores, María y Georg, a una determinada tienda de Marktl am Inn, como era costumbre en el pueblo natal del Papa, para ver qué regalos querían pedir por Navidad. Joseph vio un osito de peluche del que se encariñó enseguida.
Lo cuenta de primera mano su hermano Georg, también sacerdote, en el libro Mi hermano, el Papa:
«Lo que más fascinaba a Joseph en la tienda de juguetes era un oso de peluche. Cada día, hiciese viento o mal tiempo, cruzábamos la calle para ver el osito que tanto le gustaba. Pero un día, poco antes de Navidad, el osito ya no estaba. Mi hermano lloró amargamente sin dejarse consolar. Llegó la Navidad con el reparto de regalos. Cuando Joseph entró en la sala festivamente adornada en la que estaba el árbol de Navidad se echó a reír de felicidad: en medio de los regalos estaba el osito de peluche para él. El Niño Jesús se lo había traído. Este hecho le deparó la alegría más grande de su niñez».
El hecho lo recordaba también Teresa Wipir a sus 82 años, una de sus vecinas por aquel entonces. Y es que ella deseaba el mismo juguete.
«Solía verlo allí, con su cara pegada al cristal de la tienda, mirando el oso. Yo hacía lo mismo. Quería ese osito».
Un día, el oso desapareció del escaparate y cuenta Wipir que el futuro papa lloró a grito pelado en la calle por semejante pérdida.
«Pero su madre se lo había comprado para Navidad. Yo también lloré por él. Quería ese oso. Por eso recuerdo a Ratzinger. A mi me compraron aquellas Navidades una muñeca, no se me olvidará».
Parece que Benedicto XVI siempre llevaba consigo dos osos de peluche. Uno de los osos era de 1930 y se lo había regalado su madre en Navidad; el otro era de 1939: perdió un ojo y, de niño, Joseph Ratzinger lo quiso reparar, con tan mala fortuna que, al intentar arreglarlo, el pequeño Joseph le quemó la cara con cera caliente. Pero no lo abandonó. [Ver la foto de inicio]. Y en su escudo papal hay un oso.
Dos osos de peluche en su memoria
Con ocasión de la muerte de Benedicto XVI, la empresa familiar Coburg produjo dos “Memoriam-Teddys” en su memoria, dos osos de peluche diferentes disponibles en una edición limitada de 265 piezas cada uno, dado que Benedicto fue el Papa número 265. Ya en 2005, la empresa alemana, que lleva años fabricando osos de peluche con disfraces de personajes históricos e importantes, alcanzó el éxito mundial con su “Papá Oso” en 2005, tras la elección de Joseph Ratzinger.

El primer osito de peluche en memoria de Benedicto XVI, llamado “Papa Emérito”, tiene 38 centímetros de alto y va vestido con muceta blanca, estola de lúrex dorado y solideo. Lleva un cordón decorado con cristales de Swarovski en el cuello, del que cuelga una cruz pectoral de madera. El peluche, hecho de mohair de alta calidad, lleva la inscripción “In Memoriam Papst Emeritus Benedict XVI” en la planta de la pata izquierda, junto con la fecha de la muerte, “31 de diciembre de 2022”, y el número de serie. En la planta de la derecha está su escudo papal.
El “Osito Benedicto” mide 33 centímetros de alto, tiene un lazo azul claro alrededor de su cuello hecho con una antigua cinta de seda vintage. Un pequeño pergamino en la mano del oso se supone que contiene la anécdota de la infancia de Benedict contada por su hermano Georg.
Gran amante de los gatos
Benedicto XVI, además del apego por los ositos de peluche, tenía un enorme amor por los gatos. De hecho, una biografía sobre él dirigida a los niños está escrita desde la perspectiva de un gato. Su autora, Jeanne Perego, lo describió como un «amor católico» [cat = gato en inglés]: no podía resistirse a acariciarlos si pasaba junto a ellos.
Este amor por los gatos se desarrolló probablemente desde su infancia: la familia Ratzinger tenía varios gatos y acogía en su jardín a los gatos callejeros.
Ratzinger también parecía «adoptar» gatos con los que se cruzó a lo largo de su vida: se refería a Chico, un gato atigrado rojo que pertenecía a sus vecinos en Pentling, Baviera, como «su gato». Y, ya retirado, se hizo amigo de dos gatos en particular, Contessa y Zorro, a los que acariciaba cuando pasaban por su jardín.

Véase cómo el papa Benedicto acarició un león en la peregrinación de las gentes del circo a Roma el 1 de diciembre de 2012. (Imagen de Andreas SOLARO / AFP).
PARA HACER EN CLASE
- ¿Qué nos parece la carta que escribió al Niño Jesús (como aquí a los Reyes Magos) con siete años? Comentamos cada frase: las tres primeras, descriptivas; lo que le pide; y la promesa que le hace…
- Comentamos sobre las lágrimas y sonrisas provocadas por el osito de peluche admirado y deseado, desaparecido y reaparecido… ¿Cuál fue nuestro regalo de infancia que nos ocasionó algo similar?
- ¿Qué pensamos de estos osos de peluche dedicados a Benedicto XVI?
- Proponemos escribir un breve relato sobre algunos aspectos de la vida de Benedicto XVI, que hemos de investigar, contada por un gato…

