Hablemos de calcetines. Calcetines, como elemento sencillo, que no simple, y necesario. Los hay de montaña, ejecutivos, antirozaduras, cortos, largos, de lana, de algodón, invisibles, tobilleros, transpirables, antideslizantes y un largo etcétera. La variedad y la diversidad están servidas. Lo que es común a todos ellos, es su estructura, es su forma: una parte exterior y una parte interior, el derecho y el revés, indivisibles. No hay calcetín sin una de esas dos dimensiones o si lo hubiere no sería un calcetín, sería otra cosa. Y, uniendo, hilando, esa parte exterior con esa parte interior, están las costuras, aunque ahora también hay calcetines sin costuras, mucho más cómodos, dicen los expertos caminantes, mucho más integrados, diría yo.
Bien, pues nuestros alumnos son como los calcetines, los de toda la vida, los que llevan costuras. Y nuestra labor educativa, siempre, pero especialmente en estos tiempos inciertos y diferentes que nos ha tocado vivir, hace referencia a esa similitud.
Expliquemos el símil. Nuestros niños, adolescentes y jóvenes, como cualquier ser humano, tienen una dimensión externa y una dimensión interna, que definen la persona y lo que pasa en ella y por ella. Hoy, la educación está atendiendo, por encima de sus posibilidades y por encima de los medios materiales y personales de que dispone, toda esa parte externa: contenidos curriculares, organización de materias, protocolos de prevención y cuidado de la salud, enseñanza presencial y online, formación tecnológica y un largo, larguísimo etcétera. Por otro lado, también, es tiempo, hoy más que nunca, de atender la parte interna, de ACOMPAÑAR con mayúsculas, de activar protocolos de acompañamiento de la vivencia de esta situación, de acompañamiento de los procesos de duelo, de acompañamiento de la adaptación a la nueva realidad, de acompañamiento de los miedos, de las incertidumbres y de las inseguridades, de acompañamiento del mundo emocional, y aquí también continuaría un largo, larguísimo etcétera.
Cada uno ha vivido y vive esta situación que atravesamos, como puede y, no siempre, como querría, cómo desearía o cómo le gustaría. A veces, no podemos ni imaginar la travesía que está haciendo el otro y la vivencia de la misma que está teniendo. Por este motivo, no hay recetas globales. Podemos generar espacios de encuentro, de expresión, de simbolización de procesos comunes a todos: pérdidas, tristeza, ansiedad… Ese acompañamiento colectivo puede servir para ayudar a no estar solo en lo vivido, para facilitar que uno sienta que forma parte de un todo que lo arropa, para establecer y fortalecer vínculos… sin embargo, después hay que recoger estas situaciones especiales individualmente, acogiendo, legitimando, poniendo en valor, visibilizando.
Las costuras son los nexos de unión entre esa exterioridad y esa interioridad. Las costuras son los tránsitos, los puentes, los enlaces… Una de esas costuras, imprescindible para hacer ese viaje del afuera al adentro, es el acompañamiento. Para acompañar hay que conectar con uno mismo, hay que conectar con el otro, hay que conectar con la comunidad educativa, como una wifi activada, activa y con suficiente cobertura y ancho de banda. Las costuras tienen mucho que ver con los momentos de encuentro personal, de diálogo y de escucha, de acogida de las emociones, de poner en su lugar cada pensamiento, cada sentimiento o cada acción, de los momentos de silencio acompañado, de los espacios para la calma y la serenidad…
Como en el caso de los sherpas, símbolo del acompañamiento muy claro y definido, para hacer el camino con otro, primero lo tiene que haber hecho uno mismo. Hay que conocer el camino, hay que haberlo caminado, hay que saber de sus llanos y sus baches, de sus cuestas tendidas y de sus elevaciones abruptas… De igual modo, para estar de este modo con los alumnos en la navegación de su mundo interior, hay que haber pasado, nosotros educadores, primero por ello, hay que haber caminado el camino personalmente. Importante, también, recordar que el sherpa no hace el camino por ti, te aligera la carga, te orienta, te guía… pero el camino es siempre una experiencia y un proceso personal.
¡Cuidar las costuras, ahí está la clave!