Dame un punto de apoyo
Cuenta la leyenda que el gran Arquímedes de Siracusa, el más ilustre científico del mundo antiguo, entusiasmado por su descubrimiento de la ley de la palanca, exclamó: «Dadme un punto de apoyo y moveré al mundo».
Los seres humanos nos movemos por principios que nos ayudan a orientarnos. Tienen mucho que ver con los propósitos vitales. Podemos aplicar ese principio del de Siracusa a cada una de nuestras vidas. ¿Cuál es el punto de apoyo sobre el que se asienta y se mueve tu vida? La palanca permite mover grandes pesos con un esfuerzo mínimo. Dependiendo de nuestro punto de apoyo, y su situación, podremos mover grandes pesos, o “pesares”, con relativa facilidad. Estos últimos, cuando se tratan de sentimientos de pena, dolor, nostalgia son más difíciles de mover o remover en nuestras vidas. El principio de Arquímedes nos sugiere que ese movimiento, o desplazamiento de estos pesares, depende de nuestro punto de apoyo.
La diferencia estriba en que el punto de apoyo vital de los seres humanos no se sitúa en el «afuera», si no en el «adentro». Desde ahí bascula todo nuestro mundo y su giro. Una situación puede llevar a alguna persona a la derrota más estrepitosa, mientras que otra la sobrelleva incluso con elegancia. Recuerda que hay quienes se ahogan en un vaso de agua y otros surfean en la bravura de las olas.
La capacidad para buscar el punto, o puntos, de apoyo nos viene dado de serie, lo que no nos viene dado es el lugar donde colocarlo y su resistencia y calidad. No todos los puntos de apoyo son iguales, algunos claudican a la presión. La gran tarea de cada ser humano es la elección de los valores adecuados sobre los que asentar su existencia. Hay valores llamados universales y que el ser humano, como especie, ha ido descubriendo en el transcurrir de su paso por el mundo a lo largo de su historia. Su vivencia, hacerlos vida, nos hace más profundamente humanos.
La tríada platónica resume los grandes valores de la humanidad: verdad, bondad (bien) y belleza. El ser humano, además, ha considerado como buenos la unidad, el respeto, la honestidad, la compasión, el amor, el perdón, la paz, la gratitud, la solidaridad, la humildad, la justicia… ¿Sobre qué valores asiento mi existencia?
El maestro de los maestros, Jesús de Nazaret compartió, uno de sus grandes secretos: “Aprended de mí que soy manso y humilde corazón” (Mt 11,29). Ahí quedan dos puntos de apoyo fundamentales: mansedumbre y humildad. Para que los apoyos sean fuertes, resistentes y sólidos es necesario entrenarse en ellos. En ocasiones no siempre será fácil, ya que habrá que tener en observación los movimientos de nuestro “ego”, que, a veces, la humildad y la mansedumbre “no le vienen bien para lo suyo”. La tarea más compleja no será el convencimiento “intelectual» de la importancia del despliegue de esos valores en nuestras vidas, sí lo será que esos valores se asienten en lo más profundo de nosotros mismos, en el corazón.
¿Cómo están tus puntos de apoyo? ¿Qué tal movilizas tu mundo? ¿Quién te mueve? ¿Colaboras en “la movida” del mundo?
Recuerda que son necesarias revisiones atentas, cuidadosas y constantes de nuestros proyectos de vida. Se pasa la revisión con éxito, y se goza de buena salud, cuando mis valores personales están en sintonía, alineados, con los valores de la humanidad.