Aprendizaje-servicio: un taller de valores
Como práctica educativa, ¿favorece el aprendizaje-servicio el crecimiento moral y el aprendizaje de valores por parte del alumnado? Así lo creemos y, a continuación, se exponen seis razones que pretenden explicarlo.
Cuando se ha recibido información suficiente sobre el aprendizaje-servicio (ApS) o se ha participado de modo directo en una experiencia de esta naturaleza, resulta evidente que se trata de una práctica educativa de alto contenido en valores. Hay pocas dudas de que estamos ante una actividad que favorece el desarrollo moral y el compromiso social de los alumnos. Sea cual sea el lugar desde el que se ha vivido la experiencia del ApS, vemos que estamos ante una potente práctica de educación en valores. Compartimos del todo esta opinión y, para reforzarla, la justificaremos con algunas razones que nos parecen de relieve.
Para argumentar si una práctica educativa favorece el crecimiento moral y el aprendizaje de valores, hemos de responder a dos interrogantes: el primero se pregunta si la práctica en cuestión enseña valores y, en caso afirmativo, qué valores enseña; y el segundo pretende indagar sobre la manera como se enseñan tales valores. Creo que podremos responder a ambos interrogantes exponiendo seis ideas, dos para la pregunta sobre qué se aprende y cuatro para la cuestión sobre cómo se aprende; seis ideas sobre qué valores se aprenden y cómo se aprenden al participar en una práctica de ApS.
Altruismo y búsqueda del bien común
El ApS encarna múltiples valores, pero su núcleo central tiene que ver con el uso del conocimiento y la realización de un esfuerzo personal gratuito para paliar una necesidad de la comunidad o de algunos de sus miembros (algo que podemos llamar altruismo y búsqueda del bien común). La importancia educativa del ApS radica en haber puesto en el centro del proceso formativo un dinamismo de humanización básico: el altruismo, la ayuda y la solidaridad. Los seres humanos no están diseñados únicamente para luchar por la vida o buscar el interés individual, sino que también son capaces de cooperar y de dar gratuitamente a los demás todo tipo de bienes tangibles e intangibles. Lo que hace el ApS es reforzar un tipo de conductas (la cooperación y el altruismo) por encima de otras (la lucha y el interés), una operación que esperamos que ayude a construir una sociedad más justa y convivencial.
La sucesión de momentos que definen una actividad de ApS se orientan y tienen como fin último la realización de una contribución gratuita a la comunidad, que, además, será una fuente de aprendizajes académicos y vitales de amplitud y calado. Desde diversas perspectivas ideológicas, se coincide en valorar esta dimensión de ayuda que unas personas ofrecen a otras como uno de los mejores valores que debemos transmitir a los jóvenes para lograr una convivencia más humana.
Activación de una nube de valores
El ApS, junto con el altruismo y la búsqueda del bien común, activa una nube de valores que se manifiestan en cada uno de los distintos momentos que recorre esta práctica educativa; entre tales valores (y por citar solo alguno de ellos), destacan la sensibilidad moral, el espíritu crítico, el compromiso, el trabajo en equipo, el conocimiento de sí mismo y la positividad. Las prácticas educativas reales, complejas y de alta calidad formativa nunca inciden en un único valor. Aunque tengan un sentido bien definido y un núcleo de valor claro, tal como hemos dicho que le ocurría al ApS, su desarrollo activa otros muchos valores que contribuyen a realizar su fin último, o bien a ampliar su contenido.
Por este motivo, afirmamos que no es posible ni programar (y, quizá,) ni imaginar todos los valores que pueden vivir y experimentar los jóvenes que se implican en una actividad de ApS. La riqueza de una buena práctica educativa va más allá de lo que los educadores podemos prever. Sin embargo, no poder controlarlo todo, algo que consideramos positivo, no significa que debamos olvidar la riqueza de los valores que nos aporta una práctica de esta naturaleza. Es por este motivo que nos parece conveniente tomar conciencia de tales valores y reforzarlos, siempre que sea posible y, como ya hemos afirmado, sin intentar controlarlos y preverlos minuciosamente.
Actividad pedagógica auténtica
El ApS es una metodología educativa que no permanece encerrada en la escuela, no es un ejercicio de papel y lápiz, ni es ajena a la vida de la comunidad. Es una práctica real, que incide en el contexto social gracias a la acción de los jóvenes que intervienen en su entorno con la voluntad de optimizar las formas de vida de la comunidad. El ApS no es una simulación, ni tampoco una simple escolarización de los problemas de la sociedad. Por el contrario, es una metodología educativa que alcanza su objetivo cuando logra intervenir de manera efectiva sobre necesidades de la sociedad. Los alumnos se enfrentan a problemas verdaderos, aprenden conocimientos y habilidades con la intención de usarlos, se implican en un servicio que requiere un esfuerzo y un compromiso auténticos, se topan con todas las dificultades y resistencias que presenta la realidad, pero también perciben los cambios que produce su acción, evalúan las mejoras que han aportado y reciben el agradecimiento de los receptores del servicio y el reconocimiento ciudadano por su contribución al bien común.
El ApS es una actividad pedagógica auténtica: lo es porque exige una intervención no simulada de los jóvenes en su realidad, y lo es también porque los enfrenta a los problemas acuciantes de su comunidad y les pide ayuda para resolverlos, ni que sea en una mínima parte. Un doble baño de realidad que puede tener hondos efectos educativos.
Actividad pedagógica completa
El ApS es una metodología que articula las dimensiones cognitiva, comportamental y emocional de la personalidad. El juego de estas tres dimensiones mejora la asimilación de los valores, porque entrelaza todas las caras que definen la actividad humana. Asimismo, es una metodología que requiere una actividad auténtica del alumnado, no solo al enfrentarse de verdad a los problemas que los rodean sino al activar las dimensiones psicosociales de su personalidad. Estamos ante una acción formativa que no se limita a movilizar el aprendizaje de competencias y habilidades, tampoco prioriza la adquisición de contenidos científicos o valorativos ni se centra en regular las emociones que intervienen durante el proceso. No trata estas dimensiones como compartimentos estancos, sino que las interrelaciona en todas las direcciones posibles. Lo cognitivo, lo comportamental y lo emocional son dimensiones que se enriquecen mutuamente y forman un todo inseparable.
El ApS es una actividad pedagógica completa, y, precisamente por ello, consigue una profunda asimilación de los valores. Cuando un contenido de valor se apoya en un saber hacer virtuoso, se le da nombre y sentido y, finalmente, se vive como una experiencia satisfactoria, tenemos más posibilidades que dicho valor se convierta en parte integrante de la personalidad de los participantes.
Relaciones interpersonales
El ApS es una metodología educativa que multiplica y diversifica las relaciones interpersonales. A la relación natural del alumnado con el profesorado y de los compañeros del grupo de clase entre sí, se debe añadir la relación con las personas destinatarias del servicio, así como con las responsables de las entidades sociales que facilitan la realización de la actividad. La ampliación de las relaciones personales durante las actividades del ApS ofrece mayores oportunidades de vivir experiencias que desembocarán en la adquisición de valores morales. Las relaciones formativas no quedan limitadas al profesorado y al grupo clase, sino que se amplían alcanzando a personas que no suelen estar implicadas en procesos formativos, pero que pueden aportar puntos de vista y vivencias muy ricas. Nos referimos a los receptores del servicio y a todos los representantes de las entidades sociales y las Administraciones que colaboran en la implantación de las actividades de ApS.
En el caso del profesorado, las actividades de ApS son una buena ocasión para reforzar los lazos de afecto y reconocimiento, así como una oportunidad para realizar las intervenciones que sean necesarias a fin de optimizar los aprendizajes de los alumnos. La regulación que realizan durante toda la actividad contribuirá a la adquisición de conocimientos y valores. Acompañar una actividad real es una oportunidad inmejorable para reforzar todo tipo de aprendizajes en el alumnado. Por otra parte, la relación entre iguales, segundo ámbito convencional de relación educativa, aporta las virtudes de la colaboración, el trabajo en grupo y la ayuda mutua. De nuevo, fuerzas muy potentes para la adquisición tanto de conocimientos como de habilidades y valores.
Sin embargo, donde el ApS introduce novedades relevantes es en el ámbito de la relación con personas que, habitualmente, no están implicadas en los procesos de formación. Nos referimos a los receptores del servicio y a las miembros de las entidades que nos proporcionan espacios de acción. En relación a los primeros, los receptores, son las personas con quienes suelen darse las relaciones más afectuosas, sinceras, agradecidas y, en definitiva, más formativas. Los ejemplos son múltiples, aunque las actividades intergeneracionales y las de mentoría son algunas de las más intensas desde el punto de vista relacional. Cuando el servicio supone una ayuda directa a personas, adquiere un plus formativo que no podemos pasar por alto. Asimismo, la relación con profesionales de entidades o de la Administración son una excelente ocasión para entender la realidad desde diferentes puntos de vista y, también, para esforzarse para que la colaboración sea un éxito. En síntesis, el ApS multiplica y diversifica las relaciones personales y las convierte en buenas oportunidades formativas.
Tomar conciencia, optimizar aprendizajes
El ApS es una metodología que precisa tomar conciencia de la actividad; es decir, considerar lo que está ocurriendo para aprender más y mejor de lo vivido. Cualquiera de las manifestaciones de la toma de conciencia (reflexión, evaluación, reconocimiento o celebración) ofrece oportunidades inmejorables para optimizar los aprendizajes y, de manera muy especial, para reforzar los que se refieren al sentido y a los valores que propone esta actividad educativa. Siempre es conveniente destinar tiempo a la realización de actividades que favorezcan la toma de conciencia de lo que se ha realizado. Sin embargo, dada la intensidad académica y personal de las propuestas de ApS, los momentos destinados a pensar sobre lo que se ha realizado, los resultados que hemos obtenido, cómo nos hemos sentido y qué aspectos merece la pena mejorar en el futuro, se convierte en una tarea imprescindible de cualquier experiencia de ApS. En relación al aprendizaje de valores, la toma de conciencia es una oportunidad para dar sentido y dar nombre a las actitudes y comportamientos de valor que se activan durante el desarrollo de una experiencia de ApS.
La toma de conciencia se actualiza a través de actividades muy diferentes. Las tareas centradas en la reflexión, momento clave del ApS, se dirigen de modo exclusivo a la toma de conciencia relativa al conocimiento teórico y práctico puesto en juego, al sentido social de la actividad, a los valores que transmite y a las vivencias y emociones de sus participantes. En todas estas dimensiones, se trata de conocer mejor lo que ha ocurrido y, si es posible, mejorarlo en el futuro.
En cambio, la evaluación, el reconocimiento y la celebración son actividades que suponen un buen nivel de toma de conciencia, aunque siempre vayan junto con otras tareas que tienen un papel protagonista. En unos casos, será evaluar al alumnado, durante el proceso y al final, para que pueda mejorar sus resultados y conozca los logros alcanzados. En otros casos, las actividades de reconocimiento sirven para comunicar la gratitud y reforzar positivamente el comportamiento del alumnado.
Finalmente, es obvio a qué se destinan y cuál es la principal finalidad de las celebraciones, pero constituyen también momentos muy adecuados para darse cuenta del valor de lo que se ha realizado. En todos estos casos, la toma de conciencia sirve, entre otras cosas, para reforzar el aprendizaje de los valores que transmite esta actividad.
ApS: evaluar los resultados
Seis razones que explican por qué pensamos que el ApS es una potente práctica de educación en valores. Ahora, sin duda, nos quedaría otro camino que recorrer antes de afirmar que estamos ante una excelente práctica de educación en valores: me refiero a evaluar los resultados que se obtienen; es decir, comprobar en qué medida los jóvenes que han participado en una actividad de ApS adquieren nuevos valores o refuerzan los que ya poseían. En este escrito, no hemos recorrido este camino. Nos hemos centrado en el análisis de las prácticas de ApS para ver hasta qué punto ponen en juego dinamismos formativos que facilitan el desarrollo moral y la asimilación de valores. Pensamos que, si se vive inmerso y participando de tales dinamismos, el resultado natural será el aprendizaje de valores.