Recibe el nombre de bahía un accidente geográfico costero que consiste en la entrada del mar en la tierra. Suele tratarse de una concavidad amplia. En ella pueden fondear los barcos para abrigarse del viento. Se forma, generalmente, por la erosión de los movimientos del mar. Las bahías suelen ser de gran importancia económica y estratégica para un país, ya que son lugares muy favorables para la construcción de puertos.
En nuestro viaje vital, conviene ir construyendo nuestra propia bahía. Ese lugar estratégico donde podamos estar tranquilos y a salvo del mar embravecido. Mientras navegamos por el mar de la vida, nos encontramos con todo tipo de situaciones. A veces el mar está en calma y se hace más fácil y suave la navegación con la barca de nuestra vida. En otras ocasiones las olas parece que nos tambalean con su inmensa fuerza y anticipamos cualquier tipo de naufragio. En estos momentos es cuando se hace más necesaria la bahía. Si hemos ido horadando y ahondando con detenimiento, paciencia y constancia, como hacen las olas del mar con la bahía, iremos construyendo nuestro estratégico refugio. En él nos protegemos de las adversidades y nos mantenemos a salvo. Es cierto que “los mares tranquilos no hacen marineros hábiles” pero también es cierto que hay momentos en la vida en los que necesitamos reponer fuerzas en la bahía, en el reposo que nos ofrece el puerto.
El silencio, la meditación, el trabajo interior, la elaboración y puesta en práctica del propio proyecto de vida son algunos de esos instrumentos imprescindibles para ir elaborando nuestra zona de reposo, nuestra bahía.
La construcción lenta y segura de nuestra zona interior de calma y serenidad no quiere decir que no nos entrenemos en la navegación en alta mar. Batirnos con el viento y las olas nos hace sentirnos vivos. Sentir su fuerza y energía, e ir adentrándonos en nuestro mundo interior para superar con fuerza las dificultades, es tarea de toda la vida.
Proteger nuestro mundo interior durante la navegación es una garantía de éxito. Puede haber muchos peligros en alta mar, pero si mantienes tu barco en buenas condiciones el éxito está garantizado. Dice un pensamiento que “los barcos no se hunden por el agua que los rodea, se hunden por el agua que entra en ellos”. Es una aportación interesante que invita a no permitir que las adversidades que suceden a tu alrededor se metan dentro de ti y te hundan haciéndote naufragar. Nunca debes de olvidar que no navegas solo en el mar de la vida. Tu navegación es una navegación acompañada.
Cuando los fuertes vientos y las tormentas amenacen la estabilidad de tu barco en aquello que tiene que ver con tu dimensión corporal… retírate a la bahía y cuida tu cuerpo.
Cuando los fuertes vientos y las tormentas amenacen la estabilidad de tu barco en todo aquello que tiene que ver con tu dimensión social, con lo relacionado con tu familia, con tus seres queridos más cercanos, con tus amigos… retírate a la bahía y restaura tus relaciones.
Cuando los fuertes vientos y las tormentas amenacen la estabilidad de tu barco en todo aquello que tiene que ver con tu dimensión intelectual, con tus pensamientos negativos reiterados que te dañan… retírate a la bahía y oxigena tu mente.
Cuando los fuertes vientos y las tormentas amenacen la estabilidad de tu barco en todo aquello que tiene que ver con tu dimensión espiritual, porque desestabilizan tu propia vida y su sentido… retírate a la bahía y cuídate. En estos momentos también es importante que te dejes cuidar, que te dejes querer. El amor cura y restaura.
En nuestro viaje vital conviene ir construyendo nuestra propia bahía, ese emplazamiento estratégico (físico o inmaterial) donde podamos estar tranquilos y a salvo del mar embravecido.