He soñado que hacía un crucero por todo nuestro hermosísimo mar Mediterráneo. Me había apuntado al viaje junto con un grupo de colegas de mi escuela. Partimos del puerto de Barcelona rumbo a Marsella. De visita en un colegio de la ciudad, un profesor de Historia nos explicó que en Francia la ley no permite cursos de religión de ningún tipo, pero que es responsabilidad de todos los profesores de las distintas asignaturas tratar los hechos religiosos que ya están presentes en su programa curricular. Era una novedad para todos nosotros. Al día siguiente zarpamos para Nápoles. Aquí nos recibe un docente de Religión Católica que, con su clase, nos acompaña a visitar la sinagoga, la única en el sur de Italia. El rabino que la dirige nos relata la historia de la comunidad judía, presente en la ciudad desde el siglo I d. C., y responde a todas las preguntas. Una hora de enseñanza religiosa más interesante de lo habitual. Nuestro viaje prosigue hacia la isla de Malta, a la que llegó a nado Pablo después de un terrible naufragio. En los alrededores de la catedral, nos reciben en un gran instituto de enseñanza secundaria donde un pequeño grupo de profesores de Religión nos anima y satisface nuestra curiosidad, explicándonos cómo, incluso en la católica Malta, la asignatura Religious Education se está convirtiendo en una Multifaith Religious Education. ¡Suerte!
Al día siguiente, giramos la proa hacia Oriente, donde llegamos al puerto de El Pireo, cerca de Atenas. Nos recibe un amable pope ortodoxo que nos acompaña a la sala más grande de su museo diocesano: tapizada de iconos resplandecientes de colores y simbolismos. Su conferencia, que fue casi una homilía, estuvo dedicada a decirnos que la historia y la teología de los iconos ortodoxos no están reñidas con la prohibición de las imágenes, típica de la fe judía y de la tradición musulmana. El pope nos convence. En nuestro itinerario no podía faltar Tierra Santa. Henos aquí en el puerto de Tel Aviv, donde nos espera un dirigente de escuela primaria, quien, interrogado acerca del interminable conflicto entre judíos y palestinos, nos da una buena noticia: “Los libros de texto escolares, tanto judíos como musulmanes, denigraban hasta ayer la «religión enemiga», por lo que eran un vehículo de odio recíproco. Ahora tenemos libros de texto nuevos, respetuosos de nuestras diversidades. Han sido redactados por autores imparciales y aprobados por las respectivas autoridades religiosas”. Al final, lanzamos un suspiro de anhelo compartido. Nueva etapa: Argel. El islam es aquí la religión de Estado y los cristianos representan el 0,01 %. Un centenar de alumnos musulmanes están reunidos en la plaza de la catedral católica, célebre monumento de la época colonial francesa. El custodio abre la gran puerta. Los muchachos entran acompañados por sus profesores de Religión. La visita se desarrolla en orden; el interés de los alumnos es palpable. “¿Para que sirve esto?”, pregunta un alumno señalando el ambón. “Es el púlpito, desde donde el sacerdote explica los textos sagrados”. “Pero, entonces, ¿los cristianos también hacen como nosotros en la mezquita cuando el imán explica el Corán desde el almimbar?”. “Así es”, asiente el profesor.
Por último, la etapa final concluye nuestro periplo y nos lleva de nuevo a Barcelona. Allí nos espera una última extraña sorpresa: en la Oficina d’Afers religiosos nos encontramos con tres redactores encargados de escribir un nuevo manual de Religión. Tres expertos (un cristiano, un judío y un musulmán) escriben en común un único libro de texto sobre las tres religiones, que deberá ser aprobado por las respectivas autoridades religiosas. “En un mañana no lejano será adoptado por todas las escuelas. Pero no para anular las formas de enseñanza religiosa escolar ahora separadas, sino para hacer una única asignatura a favor de todos”, nos explican. “¡Muy hermoso! ¡Magnífica idea!”, exclamo yo con emoción. Esa emoción interrumpe mi sueño. Vuelvo a la dura realidad. Mañana les contaré mi sueño a mis alumnos. Y les preguntaré qué piensan de este viaje futurista por el Mediterráneo de los tres credos. ¿Tres credos? Sí, pero indisociables como las tres dimensiones de un único cuerpo geométrico.
Les contaré mi sueño a mis alumnos.
Y les preguntaré qué piensan de este viaje futurista por el Mediterráneo de los tres credos.
¿Tres credos?